Emily
Me soltó al salir e hizo una mueca de asco al notar su mano mojada de mis lágrimas, al parecer nunca se dio cuenta que estaba llorando en el que pensé que era el baño de mujeres, pero no es así… este es el baño de hombres.
Se limpió la mano y luego me miró a los ojos fijamente.
Aquello me incomodo un poco.
Nunca me habían visto llorar y hacer el ridículo el mismo día.
—Eres una niña, no deberías de trabajar aquí. Las niñas deben estar en su casa —Dijo él.
—Sandía, no soy una niña. Es sólo que… amo a mi hermano y leer ese maldito expediente es lo que quiero y al ver que me lo das y no hay nada me duele —Bajé mi rostro y luego me encogí de hombros.
—No hay nada porque ambos encontraremos la verdad, no tienes que pensar de ese modo. Las cosas buenas pasan y ahora muy pronto pasaran. No soy una niñera, ya te voy avisando, el que avisa no traiciona —Dijo levantando mi rostro entre sus grandes manos.
—No necesito una niñera —Corro mi rostro para que no me toque nuevamente.
— ¿Por qué sandía? —Preguntó él.
—Porque… hueles a sandía. Tu aliento es de sandía —Asiento varias veces mientras lo miro.
Me quedo completamente estupefacta, mis mejillas se volvieron completamente rojas y un calor invadió todo mi cuerpo. Mis ojos se abrieron completamente y luego salí corriendo de allí. Corrí lo más rápido posible hasta que un elevador se abre y me impide seguir corriendo, una joven sale y me inyecta algo, en ese momento mis ojos se cerraron y no vi nada más.
Abrí mis ojos con el ceño fruncido, me sentía completamente mareada.
Observo el lugar, efectivamente era el elevador.
¿Por qué siempre me suceden cosas como estas?
Me di cuenta que yo no había subido a él, no comprendía como era posible tal cosa. Nunca había entrado a ese lugar… pero ahora me encontraba en él. Mi ceño se frunce inmediatamente al notar como el lugar se comienza a llenar de agua, era fría y me estaba mojando, por lo menos aquel calor que había sentido se estaba apagando con esta fría agua que estaba llenando todo el lugar.
Tenía miedo, tenía mucho miedo de morir. No podía morir y ahora mucho menos, debía encontrar la verdad, si después de eso muero ya no me importa… pero ahora lo único importante era continuar y salvar mi vida, tenía que vivir sí o sí.
El agua comenzaba a tapar más y más, cada vez más rápido. En el momento en que el agua llego a mis ojos los cerré por unos momentos y luego los abrí negando varias veces ya que sabía en mi interior que nada de esto era real, abrí mi boca y eso fue lo que susurré: “No es real”
Abro mis ojos y me encuentro en una camilla sin comprender nada de lo que acaba de suceder, es más me resultaba demasiado extraño. Miro a los lados y puedo notar que está el señor Vander a mi lado con una sonrisa amplia en su rostro.
—Bienvenida a la corporación TBF —Volvió a repetir.
— ¿Qué fue eso? —Pregunté.
—La bienvenida, siempre empezamos con cosas como esas. Ya que así son sus misiones y deben acostumbrar su cuerpo a los efectos colaterales de la infusión—Dice el señor.
— ¿Qué? —Lo miro sin comprender de lo que está hablando, ¿En qué me metí ahora?
—Luego hablaras con mi pequeño, él es el jefe de su terreno y tu estas en el de ahora en más, sé que serás de ayuda para él y él será de ayuda para ti.
—Señor… ¿Qué debo hacer?, yo… no sé qué es todo esto y estoy algo asustada. Yo… tengo miedo —Dije diciendo la verdad, eso era lo que sentía realmente.
—No, no tienes por qué tener miedo. Estas cosas son las que te hacen ser mucho más fuerte que los demás y yo sé que lo sabes, quizás ahora no tienes la mente para pensar tal cosa. Pero sé que así será. No nos vas a defraudar como lo hizo Ian. Tú eres diferente, tú naciste para esto. Ahora ve a tu trabajo, no puedes llegar tarde o mi hijo se enfadara y a él le gusta castigar y hacer novatadas a los nuevos —Dijo aquel hombre.
No podía creer ni una sola palabra de la que oía salir de sus labios, no podía trabajar con ese sujeto y menos soportar sus novatadas del primer día.