Emily
Frunzo el ceño al notar dicho misterio, no había nadie y la puerta sólo se abrió sola; no creo que haya sido el viento, esas son excusas que ponen las personas cuando no saben la verdad que se encuentra frente a sus ojos. ¿Tenía mi respuesta frente a mis ojos y no lograba comprender?
Me adentre a la casa con pequeños pasos, no entendía nada de lo que estaba sucediendo y mucho menos tenía la idea de que mi padre hoy supuestamente vendría de visita, no era justo. No era posible lo que me habían dicho, me resultaba completamente imposible de creer esa tontería; aún así me había dejado pensando seriamente en esa cuestión.
Me adentro a la casa con una pequeña sonrisa en mi rostros por si mi padre me veía, siempre me decía que mi sonrisa era lo más importante que me hacía ver capaz de hacer todo lo que me proponía, que eso me daba una gran ventaja contra mis enemigos más capaces o mucho más tontos de lo que yo creía. Esperaba que me viera sonreír ya que en este momento no tenía idea de quien era mi verdadero enemigo, o si en verdad tenía un amigo para confiar en todo lo que salga de nuestros labios.
Lamentablemente y como suponía mi padre no había llegado, quizás no llegaría hoy; ni nunca, estoy completamente acostumbrada a esas cosas.
Cuando era niña nos hacía eso a mi hermano y a mí, ahora que crecí es del mismo modo; creo que jamás va a cambiar. Estoy bastante segura de que nada cambiara en mi vida, las cosas siempre serán iguales. Por un lado, creo que está bien… pero muy al fondo me doy cuenta que no me gusta su actitud y que sé que mi familia realmente me está ocultando muchas cosas que me podrían servir en un tiempo.
Sé que sólo tengo catorce años y soy una niña, sé que para muchos soy incomprendida o debería serlo; pero yo soy muy madura y responsable, no soy como todos. La vida me hizo cambiar, yo creo que para ser mejor persona pero para muchos no es así.
Oigo un grito, me doy cuenta enseguida que proviene de Lucas, uno de mis primos. Debo admitir que al oírlo me sentí mal; me dejo pensando en que habrá sucedido.
Mis pies se comenzaron a mover rápidamente subiendo las escaleras y no puedo creer lo que mis ojos ven, me quedo completamente estupefacta; no podía ni moverme, era demasiado para mis ojos y para mi mente claro está.
Era mi papá, estaba allí. Estaba frente a mí, era él.
— ¡Em! —Sale de sus labios un fuerte chillido con mi nombre, mejor dicho como él me llamaba casi siempre cuando estaba feliz por alguna razón en especial.
A su lado estaba mi jefe, parecía estar enojado con mi padre. Me di cuenta por su actitud, era fría y distante, se llevaba sus manos al cabello y tiraba fuerte de él, caminaba de un lado al otro dentro la habitación con el ceño fruncido. No pude evitar darme cuenta que sostenía la caja que mi primo tenía anteriormente.
¿Qué está sucediendo?
¿Qué es lo que me perdí?
¿Qué es lo que me están ocultando?
Yo estoy ocultando cosas por mi bien, ¿ellos estarán haciendo lo mismo?
No dije nada, no sabría qué decir.
Me acerque a mi padre y lo abrace con fuerza mientras mis ojos se fijaban en mi jefe disimulando la situación.
Mi padre me soltó con una sonrisa amplia en su rostro y me dio una bolsa. Siempre me daba regalos cuando nos podíamos ver, no es para criticar pero preferiría que se quedara y yo no tener ningún regalo, mil veces lo prefiero a él.
— ¿Cómo estas, cariño?
—Bien, ¿vos?
—Veo que ya conoces al joven Vandor —Dijo mi padre hablando tan tranquilo que me sorprendió demasiado.
—Si…
Shawn dejo la bolsa sobre mi cama y se acercó a nosotros con una gran sonrisa blanca y brillante en sus labios, me miro a los ojos y luego a mi padre.
—Soy su jefe, por supuesto que me conoce —Dijo Shawn con un tono de arrogancia en su voz.
Mi padre se acercó hasta quedar casi sobre él y sonrió amplio mirando sus ojos atentamente, hizo una mueca con sus labios y se acercó ahora a mí, beso mi frente y luego comenzó a caminar hacia abajo, me di cuenta que esto había llegado a su fin en muy poco tiempo.
No dije nada, ninguno dijo nada. Nada salió de mis labios, ni de los de él.
Se dio cuenta que lo que dijera podría caerme mal, hacerme daño.
Lo mire a los ojos y me adentre en la habitación, cerré la puerta y me recosté sobre la cama; no quería llorar, me dolía demasiado, pero aún así no quería llorar y hacer el ridículo, sé que sólo estoy yo en mi habitación pero no puedo quedar en ridículo conmigo misma, no de nuevo.