Emily
No dije nada, no tenía nada que decir más que salir corriendo de allí.
Beso su frente y comencé a caminar hacia el bosque del cementerio.
Hacía mucho frio, mis pies estaban completamente duros, no sentía nada. No sentía absolutamente nada después de haberme ido como si nada importara mi corazón y mi mente se dieron cuenta de lo que había perdido, de lo que no me había dado cuenta en tantos años.
Shawn era muy importante para mí pero no del modo que yo pensaba, las cosas cambiaron, todo se volvió completamente diferente y ya no hay vuelta atrás, todo esto se quedara de este modo. Nada podrá cambiar y volverse diferente, ya no.
No lo podía comprender, no sabía el momento exacto en donde esto sucedió, no sabía nada y eso era lo más difícil. Sólo sabía y estaba segura de que iría a mi lecho de muerte, por las palabras que me había dicho él tenía el conocimiento de que mi muerte llegaría más rápido de lo esperado y que no podría cambiar eso, al menos yo no.
Continúe con el camino yendo a mi destino, al final del túnel, al final de todo lo que ya había visto y lo que no, era el final… era mi final y no había manera de que eso cambiara, ya no… ya nada de lo que podía pensar cambiaria lo que muy pronto pasara. Es uno de esos momentos en los que sólo sigues adelante sin importar nada porque sabes que es la única solución y que si no lo haces todos podrían tener el destino que es para ti. Yo no quiero morir, pero no quiero que otras personas mueran por mi culpa… no otra vez, no lo podría soportar.
Mientras caminaba podía sentir como lágrimas comenzaron a caer de mis ojos como cascadas, una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al ver a los dos sujetos con los que debería verme. Ya era mi momento. No había vuelta atrás, ya me habían visto.
Me acerque aún más y ellos sonrieron de una manera cínica, una manera en la que me demostraban todos mis pensamientos más oscuros y dolorosos, tan sólo con una sonrisa angelical.
— ¿Dónde está Itzitery? —Preguntó uno de ellos completamente ansioso de saber la verdad de toda esta locura, él como yo y como todos querían esa respuesta—. Vamos niña, ¿Dónde está lo que te hemos pedido? ella era lo único que queríamos.
Cuando iba a decir que yo era Itzitery un hombre apareció y no pude decir ya más nada.
Tenía miedo y sabía que quizás ese era mi fin, pero no me importaba. Si los que yo quería estaban a salvo me moriría en paz.
Un sujeto con rasgos faciales orientales salió de los arbustos con una sonrisa de asombro, estaba feliz y confundido, pero podía arriesgar a decir que estaba mucho más feliz que ninguna persona aquí. Parecía ser el único que comprendía, que sabía la verdad tal cual era.
—Ella está aquí —Dijo aquel hombre.
Bajé mi mirada al suelo sin saber que decir, no tenía algo que decir o hacer pero aquel hombre me miró de una manera tan extraña que me asustaba y comenzaba a retroceder a medida que él avanzaba hacia mí con el propósito que aún no podía descubrir o que no quería saber por miedo a la muerte, por miedo a todo lo que una vez he perdido y que esperaba no volver a perder nunca más en la vida o lo que sea que esté viviendo.
—Bienvenida a casa —El hombre sonrío nuevamente—. No debiste haberte ido… no pudimos continuar con el propósito de este experimento científico por tu culpa, eres muy egoísta —Tiró en el aire una sustancia fuertemente toxica, pero al parecer ellos eran inmunes.
—Para… por… por favor —Susurro como puedo sintiendo como el aire se hacía demasiado denso y no entraba dentro de mí. En un abrir y cerrar de ojos todo se vuelve completamente negro y me desmayo, podía sentir que eso había sucedido.
—No debiste escapar —Uno de los hombres toma mi brazo y el viaje comienza.
Puedo sentir como todo mi cuerpo me duele, siento un ardor muy fuerte como si me hubiera raspado cada parte de mi cuerpo. Frunzo el ceño al abrir los ojos, me veo atada a una especie de caño podrido, miro a los lados y no hay nadie. Al menos yo no podía verlos.
Trato de moverme lo más posible para quebrar aquel artefacto pero me veo en un gran apriete al sentir un pequeño choque de electricidad en cada célula de mi cuerpo, levanto la vista y observo al sujeto asiático mirándome con el ceño fruncido.
—Jamás podrás salir de aquí, ya no —Dijo él acercándose a la puerta de salida con sus amiguitos que tenían grandes armas cargadas con una sustancia blanca y potente—. Espero que te hayas despedido de tu noviecito, porque si no ya no podrás hacerlo nunca más.