Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 3

La bestiza tomaba el magma hirviendo del piso y lo levantaba como si fuera una manta colgando de su mano. Ella se preparaba para arrojar todo ese calor sobre la malherida Sara, a fin de darle la estocada final. Sara, que aún permanecía de rodillas en el piso, cerró los ojos tratando de enfocarse, con las pocas fuerzas que le quedaban. Una vez más su cuerpo empieza a brillar de un hermoso color celeste neón; postrada sobre el piso con los ojos cerrados, sintió los latidos del corazón de su hijo atemorizado dentro del guardarropa. Justo frente a ella, en medio de la oscuridad, se rebelaban los corazones de las entidades, la bapta de frente y a un lado la azkara. A pesar de tener los ojos cerrados, podía sentir y ver en la oscuridad de los párpados, cómo fluía la sangre en las venas de las bestizas.

En ese momento, la bapta decide lanzar todo el magma sobre la malherida centinela, que aún permanecía en el piso sumergida en la concentración del momento.

Cuando esta inmensa ola de magma está a punto de caer sobre la madre de Jason, sorpresivamente, y sin ningún sentido, la velocista se atraviesa entre la centinela y el manto de roca fundida, recibiendo todo el ataque de la bapta.

Tormentosos gritos se apoderaron de aquel lugar.

—¡¡¡Para!!! ¡¡¡No me puedo controlar, me estás quemando!!! —gritaba la velocista.

Su final fue horrible, balbuceaba mientras su cuerpo se caía a pedazos. El calor de la roca fundida traspasaba la piel, quemándole el cuerpo por dentro y por fuera. El olor de la piel y cabello rostizados inundaba todo el lugar. Su cuerpo vibraba del dolor mientras que trataba de librarse de la fuerza invisible que no la dejaba moverse, pero fue imposible; luchó hasta que los últimos pedazos de su cuerpo carbonizados se estrellaron contra el piso, arrojando pedazos irreconocibles, que fueron a parar rodando hasta las rodillas de Sara.

Al ver lo que acababa de suceder, la bestiza perdía el control gritando: —¡Has matado a dos de mis hermanas!

Mientras levantaba ambas manos, el suelo de tierra en donde descansaba la casa, empezó a girar como si estuvieran en el cráter de un volcán a activo, rodeados de magma hirviendo. Todo el lugar se empezaba a calentar. Sara sospechaba que esta podría ser su última jugada, ya que el magma que atravesaba el piso de la casa también comenzaba a quemar las paredes de madera y tragarse las columnas. El techo de la casa empezó a ceder.

Una vez más el ambiente se tornaba muy pesado, ocasionándole a los Thomas dificultades para respirar.

—¿Qué me pasa? Se preguntaba la centinela—. ¡No puedo moverme!

A la vez que luchaba buscando recuperar su movilidad, lograría voltear su cabeza en dirección al techo. El reflejo en sus hermosos ojos color café nos mostraba algo atemorizante: una nueva bestiza descendiendo a través del destrozado techo de la casa.

—¡Tanto poder! ¡Nunca había sentido algo así!... ¡Es como si Valstar estuviera entrando en mi casa!

Pensamientos de angustia revolvían la mente de Sara, pero ella no se rendiría jamás.

Esta bestiza, a diferencia de las demás, vestía de un traje gris, con un largo de dos dedos debajo de las rodillas, pero descalza como la bapta y la semiac. Su piel era diferente, era como si brillara, se podía sentir la luz que emanaba de su cuerpo. Con una hermosa cabellera dorada y unos perturbadores ojos amarillos se adentraba en la casa envuelta en llamas, se acerca a la pequeña Emma que aún seguía inconsciente, pero protegida por algún tipo de fuerza mágica que la resguardaba del humo y de la lava.

Mientras el manto de magma engullía la casa, esta entidad la tomaba en sus brazos con tal delicadeza cual si fuera una niña de porcelana.

—¡Vamos hermanita, volverás a casa! —cerquita al oído le decía la entidad de los ojos amarillos a la pequeña niña inconsciente que llevaba en sus brazos, mientras se elevaban a través del humo causado por el incendio.

Generaba mucha impotencia y angustia a Sara ver, desde el piso donde permanecía paralizada, cómo una bestiza se llevaba a su niña.

—¡No debe haber sobrevivientes! —dijo la bestiza de ojos amarillos, justo antes de salir de la casa.

—¡¡¡No, mi pequeña bebé no! —gritaba Sara, desconsolada y sufriendo, al ver el rapto de la pequeña Emma, mientras recuperaba su movilidad.

Jason continuaba inmóvil dentro del guardarropa, luchando contra su propio cuerpo, tratando de dar un paso, pero la desesperación controlaba su mente, ya que si no lograba moverse sería alcanzado por las llamas.

Mientras tanto, Sara pensaba que debía hacer algo para salvar a sus hijos y que el tiempo se les agotaba. Así que con mucho valor tomó su brazo que colgaba de retazos de carne viva y usando la otra mano se lo arrancó de un solo tirón mientras seguía desangrándose. Estaba agotada y con muy pocas fuerzas, por lo que cerró los ojos para concentrarse apretándose la herida. En ese momento, su mano se tornaba pálida y fría, tan fría que congeló la sangre y selló la herida con una gruesa capa de hielo rojizo, cubierto de un denso vapor ondulante bajo la luz de la inmensa luna que alumbraba toda la casa.

—¡Sara! —llamaba la bestiza—. No tendrás descendencia, mataré a tu único hijo y tu pequeña será una de nosotras. ¡Ya lo sabías! Sabías que no podías cambiar el destino. Las creadoras lo habían decidido así. Debo decirte —continuaba la bapta con un tono muy serio y centrado mientras la noche se hacía más fría y una densa neblina empezaba a cubrir todo el pueblo—. Lo de tu hijo no es personal, pero necesitamos su alma.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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