Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 5

Al mismo tiempo en el que Jason trataba con desesperación de salir del bosque, en el corredor oscuro de la fétida cueva de los tuncans esto sucedía.

El rey Ragna descansaba separado del resto de los tuncans, en una pequeña caverna, protegido por varios de sus mejores guerreros.

De pronto, percibió una perturbación en el ambiente, provocándole una sensación de pesadez, además de un incómodo zumbido de tono grave, que causaba malestar en los oídos del rey, pero al tratar de abrir los ojos, escuchó el llamado de una fémina a lo lejos decir:

—¡Ragna!, ¡Ragna!, ¡Ragna! —resonó el nombre del rey, tras el eco de voces femeninas.

Ragna quien ya no podía abrir los ojos, estaba consciente de lo que pasaba y en su mente recordó: «¡Mientras más lejos suena, más cerca está!».

«¡Mi skull hammer!» —pensó el rey.

Pero ya era muy tarde para él. Mientras reposaba, que más bien daba la impresión de estar dormido, dentro de su mente luchaba con todas sus fuerzas tratando de liberarse de la parálisis en la que estaba envuelto, hasta que escuchó el retumbar de una voz en su cabeza, como si sus pesadillas hubieran tomado el completo control de su cuerpo y nadie pudiera rescatarlo: «Aunque trates de luchar con todas tus fuerzas, joven rey, debes saber que no podrás moverte», advertía la voz en la cabeza de Ragna.

De pronto, una sombra con forma femenina hizo acto de presencia en el lugar, había atravesado el piso rocoso de la cueva. Esta se posó justo sobre el inmenso rey Ragna, un tuncan de más de dos metros de alto. Con suavidad la entidad se acercó a un lado de la cabeza del aún paralizado rey mientras las largas fibras del cabello negro que la cubría se expandían a lo largo de la caverna, obstruyendo la luz de las antorchas y cubriendo gran parte del enorme tuncan, exponiendo la delicada y fina desnudez de la fémina.

—Saludos, rey de los desterrados, abre tus ojos —dijo la entidad con un tono de voz cálido, provocando sobre el gran rey una sensación de confort, pero al abrir los ojos la sorpresa invadió su rostro. Sus piernas estaban en posición recta y sus brazos muy pegados al cuerpo, trataba de hablar, pero sus labios seguían sellados.

Una vez más el rey alterado luchaba tratando de moverse o por lo menos lograr generar algo de bulla, pero un suave sonido: «¡Shhh!», se escapaba de entre los pálidos labios de la entidad, mientras colocaba lo que parecía ser su dedo índice sobre los labios del rey.

—Noto el asombro en tus ojos, ¿te preocupa que no tenga rostro? —preguntó la entidad—. Una mensajera jamás muestra su rostro. Solo vengo a hacer lo que se me encomendó… Tu padre lo sabía y ahora lo sabes tú. No vengo a escucharte rey de los desterrados —susurraba la entidad con un eco que resonaba sobre varios tonos de voces femeninas dentro de la mente de Ragna.

Un tono infantil, como el de una pequeña niña tímida; seguido de la suave voz de una mujer adulta, llena de sarcasmo y odio por la vida que lleva, pero el último tono era el peor, era el clamor de una anciana, que gritaba con rabia, sufriendo por un dolor de años. La desorganizada manera como se mezclaban las tres voces en pena era algo escalofriante y perturbador:

—¡Hemos vuelto más fuertes!, ¡más fuerte!, ¡más fuertes! ¡Esta es tu misión!, ¡misión!, ¡tu misión!

De esta escalofriante manera, la bestiza entregaba su mensaje:

—¡Debes cuidar con tu vida este paquete!, ¡paquete!, ¡paquete!... ¡con tu vida!

Mientras la sombra se alejaba del rey, quien permanecía paralizado, se reabrió el agujero en el suelo a través de la roca, y dos pares de manos delicadas se asomaron hasta los codos, con uñas largas sucias y cubiertas de tierra; estas manos colocaron un saco fibra de lona sobre el suelo del lugar. Una vez entregado el paquete, los cuatros brazos femeninos regresaron al agujero en la roca, mientras las voces repetían:

—Si llegas a perder el paquete, tú y todo tu pueblo serán destruidos, destruidos —repetían los ecos macabros de la mensajera—… Todos sufrirán el castigo de Valstar. Solo tienes una oportunidad, no falles rey Ragna.

Estas fueron las últimas palabras que el rey escuchó a lo lejos, al tiempo que se cerraba el agujero del suelo. De repente, la voz de la mensajera se comenzó a escuchar más cerca, repitiendo lo mismo una y otra vez, hasta que el cuerpo del rey se liberó.

—¡Guardias! —gritó el rey con su característico tono de voz grave. A la vez que tomaba su poderosa skull hammer.

Los guardias no demoraron mucho tiempo en iluminar la caverna de Ragna con la luz de varias antorchas mientras preguntaban:

—¿Mi señor, pero que es eso sobre el piso?

A lo que el rey respondió, mientras abre el saco para ver su contenido.

—¡Es nuestro boleto a la libertad! ¡Tráiganme a Satar! —ordenó el rey con firmeza.

Mientras volvía su mirada hacia el contenido del saco y lo cubría, a la vez que se dibujaba una pequeña sonrisa en sus labios morados; cambiando la mirada y frunciendo el ceño, acotó:

—¡Necesito que venga justo en este momento!... ¿Dónde está Satar?... —repitió el rey varias veces.

Minutos después, dos guerreros tuncans se acercaron a los aposentos del rey.

El primero en llegar fue Alicar Satar, un tuncan albino de cabellera blanca y ojos púrpura, quien luchó en las guerras de Valstar, lo llamaban en secreto: un derrotado de Valstar, quien, por desgracia, perdió su ojo izquierdo y parte del cuerno derecho en medio del calor de la batalla.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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