Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 7

Mientras tanto, las bestizas estaban destrozando otro pueblo en Órigo.

Rayos caían del cielo sobre personas y casas. Los rayos eran canalizados por una bestiza que se ubicaba a las alturas, cerca del cielo. Una mensajera que se acercó a ella confirmó que era la misma bestiza que entró en la casa de Jason y secuestró a Emma.

—Hermana Eltra —dijo la mensajera, pero la poderosa bestiza estaba poseída por su poder, encantada de ver la destrucción que causaba. La mensajera, asustada de ver tanto odio en los ojos de Eltra, la llamó de nuevo, pero bajando su tono, demostrando respeto y miedo—. Reina Eltra, diosa, tengo un mensaje para usted.

—Solo te daré unos segundos —respondió Eltra.

—Mi señora, hemos localizado la última gema oscura.

—Excelente noticia, hermana —dijo Eltra

Los rostros de las bestizas se iluminaron de tal manera, que la oscuridad no pudo cubrirlos más, debido a que los rayos de Eltra aumentaron su poder bajo los gritos de sus víctimas, a la vez que una sonrisa de satisfacción decoró el rostro de Eltra, pero asustando a la mensajera, quien al ver tanto poder retrocedió con cautela, buscando protección.

De vuelta en el bosque, horas más tarde, Jason abría los ojos al darse cuenta de que lo estaban cargando. Lo primero que vio al despertar fueron unas nalgas grandotas rebotando, pero muy bien protegidas por un traje militar. Subió un poco la cara y al ver la fila de tuncans, que venían detrás, se volvió a desmayar.

Al pasar un rato, abrió los ojos, esta vez se sintió un poco mareado. El bamboleo sobre el hombro de Dragma se estaba volviendo tedioso para el joven.

Así que levantó la cabeza, y se acomodó un poco sobre la espalda del tuncan, apoyándose con los brazos para observar el paisaje.

—¡Hola, soy la capitana Rubra!, ¿y tú?

Ahora, más calmado, el joven se presentó.

—Soy Jason, Jason Thomas.

El grupo de tuncans y Jason subían una montaña a través de un angosto camino que cercaba el borde del valle, lugar donde horas antes se habían encontrado.

Desde el punto en que estaban, se apreciaban extraordinarios animales, todos desconocidos para Jason. Dragones surcaban el cielo entre las nubes, otros se lanzaban en picada hacia el vacío, balanceándose sobre manadas de quagga que pastaban en el valle, cerca de unos macrauchenias que bebían del río, todos ellos animales extintos.

—¡El campamento está muy lejos! —comentó Rubra—. ¡Debemos parar a descansar! ¡Dragma, baja al muchacho, dale algo de agua y revisa sus heridas! —ordenó Rubra.

—¡Sí, señora! —respondió Dragma.

El tuncan arrojó al joven con brusquedad al suelo. Acto seguido, limpió las heridas de Jason con un poco de agua y un paño sucio que guardaba en un bolso de cuero. Del mismo bolso, extrajo una pasta azulada que envolvía en cuero, la abrió, se untó un poco en el dedo, para después de olerla, hacer caras de asco y gestos de desagrado, como si tuviera ganas de vomitar.

Dragma estiró su mano para colocar un poco de crema sobre la herida más amarillenta de Jason, pero se detuvo.

—¡Rubra —dijo Dragma—, solo tengo la baba de dragón que me hizo Einar! Eso quema como bapta, le va a arder muchísimo.

—¡Cúralo, lo quiero vivo!

Cinco segundos después, se escuchó el grito de Jason haciendo un eco que logró espantar algunas aves que volaban cerca.

—¡Quema, quema! —gritaba Jason—. ¡Huele a culo!...

—¡Tranquilo, muchacho! —dijo Dragma con un tono de voz suave—. ¡Sé que quema y que apesta a trasero de búfalo viejo, pero te va a curar!

—¿Trasero de búfalo viejo? —preguntó Rubra en voz baja, mirando al tuncan que tenía a su lado, quien solo movió los hombros hacia arriba, expresando no comprender lo que Dragma había dicho.

—¡No me gusta el trasero de búfalo viejo! —comentó Jason.

—Pero te va a curar —repetía Dragma la misma frase, con un poco de gentileza, logrando de esta manera que Jason aceptara ser tratado.

La herida de Jason se mantenía abierta, ya no sangraba, pero se veía muy mal. Mientras soportaba el dolor del medicamento, recordó el momento en el que Ubaba destrozaba el tronco que le ocultaba, causándole esta herida.

—¡Hay que coserla! —aseguró Dragma—, se podría infectar.

—Con calma, ese es trabajo de Einar —contestó Rubra.

Jason sentado, mientras esperaba que el ardor bajara, notó cómo Rubra tomaba algo de comida del bolso de Dragma y se lo entregaba.

—Muchacho, come algo.

Jason ensimismado pensaba: «¿Qué hago? Ellos no saben que afuera ya no hay tuncans».

—¡Gracias, señora! —dijo Jason una vez que probó el primer bocado, devorado con afán.

Pero la palabra señora le hizo fruncir el ceño a Rubra:

—¡Mira, muchacho, deja de llamarme señora! —dijo Rubra y continuó—: te presento a mi equipo, ¡apréndete los nombres porque no acostumbro a repetir lo que digo! El grandulón que cura tus heridas, con la crema de culo de búfalo viejo, se llama Dragma.



#1415 en Otros
#85 en Aventura
#871 en Fantasía
#554 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.