Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 10

Mientras tanto, en las fétidas cuevas de los tuncans, el rey Ragna asignaba a Rasmus una importante tarea: custodiar un valioso paquete, encomendado por las bestizas, que exhibía una advertencia: «¡El futuro de tu pueblo depende de lo que está dentro del saco!».

Rasmus era un tuncan veinteañero que trataba de demostrar que era capaz de acometer actos de valor para su pueblo. El joven custodio se mantuvo en guardia durante toda la noche mirando el saco de lona, mientras se repetía a sí mismo, una y otra vez, sin descuidar la vigilancia: «¡Rasmus!, esto es fácil, amigo, ¡solo debes cuidar del saco!».

El joven, que no paraba de marchar de un lado a otro dentro de los aposentos del rey —cargando sobre el hombro con la skull hammer de su abuelo—, veía el pasar de las horas a la espera de su relevo, el gran Alicar Satar, un antiguo general tuncan, que padecía de albinismo; era un veterano de guerra, pero su gente le llamaba entre muros «perdedor de Valstar».

Su propio pueblo y sus exguerreros lo culpaban a él de la desgracia por la que estaban pasando.

Pero a pesar de que muchos tuncans lo odiaban, nadie se atrevía a decir algo tan cobarde cerca de Satar, por temor a que este lo matara, pues era el mejor estratega que quedaba con vida, uno de los tuncans más poderosos y mejor entrenado por el gran rey Ragna Segundo, quien murió después de las guerras de Valstar.

—¡Saludos, Rasmus!

—¡Saludos, Alicar! Todo está muy bien con el paquete en cuestión, lo he estado vigilado por horas.

—¿Dónde está el saco? —preguntó Satar.

—¡Esta justo ahí! —respondió Rasmus alzando la voz, lo que generó una mueca de repudio en el amable rostro de Satar. Rasmus sabía el porqué de la molestia:

—¡Perdone, general Satar! ¡El saco se encuentra sobre los aposentos del rey, donde lo dejó antes de ir a dormir!

Pero al voltear su mirada para señalar el lugar donde se encontraba, se quedó sorprendido al ver que el saco estaba vacío y arrojado en el piso.

—¡¡¡Qué!!! —exclamó Rasmus exaltado—, ¡pero si estaba aquí!... ¿Cómo se movió?... ¡Creo que estoy hiperventilando!

Se notaba la preocupación en la voz del joven, pero un gruñido a boca cerrada dejó ver la impotencia del joven. Alicar Satar intentó calmarlo al joven:

—¡Escucha, muchacho, estamos en una cueva que solo tiene una sola salida, sea quien sea el que haya robado el contenido del saco no puede ir muy lejos! Solo debemos evitar que no llame la atención de las fuerzas del Death Frost, porque allí sí estaríamos fritos, así que vamos a organizarnos... Tenemos la entrada principal de la cueva, tú te encargarás de que no salga el rehén, mientras yo revisaré dentro de las cavernas internas.

—¿Y la entrada de agua? —preguntó Rasmus.

La cueva tenía un pequeño agujero en la parte superior de la caverna principal por donde caían riachuelos de agua fresca durante el verano. Sin embargo, en el invierno utilizaban antorchas para derretir el hielo que lo tapaba, obteniendo menos cantidades de agua, pero suficiente para todos.

—La entrada de agua no debe ser problema —respondió Alicar—, estamos en invierno. Con calma, Rasmus, esto lo vamos a solucionar.

Dicho esto, Alicar se dispuso a buscar dentro de las cavernas.

La cueva de los tuncans era bastante grande, el techo se mantenía firme gracias a unas columnas producto de formaciones rocosas, el mismo estaba decorado con algunas estalactitas que dejaban filtrar la humedad. El camino dentro de la cueva era bastante simple. La caverna principal, que quedaba muy cerca de la entrada, era como el centro de reuniones y conectaba con las cavernas aledañas. Así, en la caverna número uno dormían todos los machos, era una cueva muy ruidosa debido a los ronquidos, y la peste y el calor eran sofocantes. La segunda caverna era muy fría, en esta dormían las hembras, y la tercera caverna era grande y profunda, estaba llena de agua hasta la mitad gracias a un río subterráneo, que pasaba agua fresca por grietas que rasgaban en el muro rocoso de la gruta.

Una vez Alicar terminó de buscar dentro de la caverna de los machos, decidió que debía entrar en la caverna donde las hembras descansaban, un lugar prohibido para los machos, inhóspito y peligroso.

Ya dentro de lugar, mientras atravesaba la caverna de puntillas tratando de no despertar a nadie, tragaba en seco enfocado en no tropezar. Un sonido peculiar sobresalía de entre los pedos y ronquidos, que eran características propias de la oscura caverna femenina.

El tuncan, algo nervioso, se acercó con su antorcha a media mecha para iluminar el interior de la caverna durante su paso, atravesando con mucho cuidado para no pisar a ninguna de estas tuncans, que dormían unas encima de las otras, dando vuelta y quitándose las sábanas entre sí.

Mientras trataba de ubicarse entre todo ese reguero de féminas, volvió ese sonidito que lo perturbaba, haciéndole mover las orejas puntiagudas de tuncans. Un movimiento sombrío, que apenas logró captar con el rabillo del ojo, lo distrajo de su objetivo, era una pequeña sombra que se movió muy cerca de él, pero al voltear su mirada, esta se escondió. Así que se movió muy lento hacia donde percibió que se ocultó aquella presencia, pero cuando esto hacía, algo le tomó con fuerza la pierna y lo jaló.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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