Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 12

Los rayos de sol resplandecían sobre el agua de un riachuelo en el que se reflejaba el rostro de Dragma, recogiendo un poco de agua para beber.

—Ya llevamos toda la noche buscándolo —reclamó Dragma—. ¡Estoy muy cansado!

Pero sus compañeros estaban frescos como lechuga, como si las horas caminadas no les hubieran afectado en lo más mínimo, hasta que algo dentro de Rubra falló, cayó sobre una rodilla, colocando una mano en el piso como un apoyo, mientras que con la otra se tocaba el pecho.

—Algo me pasa, chicos, siento que mi corazón no está bien.

De frente a la agotada mirada de Dragma, quien permanecía sentado bebiendo agua, los otros dos tuncans, Viggo y Einar, también cayeron, quejándose de una dolencia similar.

—¿El mismo dolor? —exclamó Dragma, frunciendo el ceño.

Pero esto no era lo peor que les podía pasar. De repente, el cielo azul, del que flotaban hermosas nubes, se tiñó de colores y combinaciones sin sentido, bandadas de aves volaban desesperadas en grandes grupos; era evidente que huían de algo.

—Pero ¿qué está pasando? —se preguntó el poderoso tuncan, mientras que, producto de la presión, se escuchaba el chillido del cuero que cubría la empuñadura de su hacha doble, lo que evidenciaba el estrés por el que estaba pasando el tuncan.

Entretanto, manadas de animales cruzaron frente a los ojos de los tuncans, corrían despavoridos hacia la misma dirección de las aves.

—¡Todos van hacia el centro del bosque! —dijo Rubra, mientras trataba de levantarse—. ¡Ayúdame, Dragma! Debemos ir al centro del bosque, no sé por qué, pero escucho voces que me lo ordenan.

El cielo que los cubría se empezó a rasgar, dejando ver una noche oscura llena de estrellas justo detrás de la grita.

Black Wood estaba cubierto por el espíritu de Gaia, era la que mantenía la protección con un impenetrable campo de fuerza, pero ahora se había rasgado en diferentes puntos, revelando el verdadero cielo en una noche en Land Castle; pero para desventura de todos, esto dejaba vulnerable y daba libre acceso a diferentes puntos del mágico santuario de Gaia.

Mientras tanto, en un lugar oscuro y lleno de maldad, entre un grupo de nubes negras, se abrió el vórtice de agua, arrojando cosas que giraban con gran velocidad. Con la misma fuerza con la que fue succionado Jason, fue arrojado por el vórtice, atravesando el oscuro vacío desde las alturas de un tétrico cielo, donde moriría aplastado al estrellarse contra el suelo.

—¡¡¡Nooooo!!! —gritó Gaia, quien había logrado cruzar el portal después que Jason, pero segundos antes de cerrarse.

Gaia tiene la habilidad de volar. Trataba con desesperación de llegar hasta el cuerpo inconsciente del joven, quien seguía cayendo de manera veloz.

—¡No llegaré a tiempo! —pensó Gaia.

Pero en ese momento, sus ojos se tornaron de un color marrón al igual que los ojos de una semiac, mostrándonos otro poder.

Con un ligero movimiento de manos, edificó de la tierra una enorme rampa en forma de U, logrando que el joven, que permanecía inconsciente, en vez de caer en seco sobre el suelo, se fuera deslizando sobre la suave rampa, cubierta de numerosas flores tupidas, que mitigaban los efectos de la velocidad de su caída sin lastimar su piel y su cuerpo, dejándolo dormido sobre la grama. Como semiac, Gaia no podía volar, así que aterrizó de la misma manera que el joven sobre el camastro de flores. A solo unos segundos de haber formado la cama de flores, Gaia notó cómo esta comenzaba a descomponerse con rapidez.

Para la diosa, esta era una señal que le indicaba dónde estaban metidos.

—¡Gaia, no vuelvas hacer eso! —exclamó Jason, justo al despertar.

No obstante, el muchacho, mientras terminaba de despertar y salía del estado de estupor que le había ocasionado la situación, fue notando algo extraño en Gaia, hasta que se detuvo en el marrón de sus ojos.

—¿Por qué tus ojos están de ese color? —¿No me digas que eres una maldita Bestiza, Gaia?

Pero los ojos de Gaia se volvieron verdes como en realidad eran. Sin embargo, su rostro dejaba ver lo preocupada que estaba con respecto al lugar en el que se encontraban.

—¡Jason! —exclamó Gaia—, no es el momento ni mucho menos el lugar para hablar de eso.

—¡No me voy a mover hasta que no me…!

A Jason no le dio tiempo de completar la idea porque, cuando se percató del lugar donde se encontraba, el asombro lo invadió, sus ojos se llenaron de luz, y olvidando el discurso anterior solo pudo exclamar:

—… ¡Gaia, estamos en Blúmag, este es mi pueblo! Me has traído a casa… ¿Por qué me traes a este lugar tan horrible y destruido?

—¡Los siento, Jason, este lugar no es tu pueblo! —replicó Gaia—. Me temo que estamos en el limbo de Valstar, ¡tenemos que salir lo más rápido posible! ¡Estamos atrapados en una dimensión que tiene la forma de Blúmag, con los mismos edificios que formaban tu pequeño pueblo!

Aquel lugar era tétrico, frío y oscuro. El cielo era negro, las casas estaban todas destruidas como zona de guerra. No existía vida animal ni vegetal que diera algo de color a este lúgubre paisaje. Por el contrario, todo el piso estaba cubierto por una gruesa capa de ceniza que no paraba de caer, quién sabe de dónde, y que dificultaba el caminar. El pueblo estaba congelado en el tiempo, en ese momento en que se ahogaba en las llamas mientras estas apagaban las vidas de todo Blúmag.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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