Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 15

El acogedor sonido, producido por el oleaje al romper en la orilla del mar, despertó a Jason que yacía tendido sobre las tibias arenas de alguna playa desconocida.

Desorientado, al tratar de ponerse de pie, se cubrió los ojos, pues, el resplandeciente sol que calentaba esa mañana sin nubes le provocó una ceguera parcial.

La mezcla entre agua salada y el calor le causaba un profundo ardor que le entorpecía la visión. Después de un tiempo, logró levantarse utilizando el otro brazo, el ardor había pasado y ya podía ver con claridad. Sus ojos rebuscaban en el paradisíaco paraje alguna señal de sobrevivientes a los sucesos en el bosque de Black Wood.

No muy lejos avistó con, media cabeza enterrada bajo la arena, unos cuernos que sobresalían, eran los retorcidos cuernos de Dragma.

Jason que no se encontraba muy lejos fue al rescate del tuncan y con mucho esfuerzo logró sacar la cabeza de su amigo, jalándolo por los cuernos, lo que hizo que el gigante despertara del profundo sueño.

—¡Por el rey Ragna! ¿Qué sucedió? —preguntó el tuncan, después de escupir casi un kilo de arena y limpiarse las trenzas.

—¿No recuerdas nada? —respondió el joven sorprendido.

—¡Solo vagos sucesos como si se tratara de un mal sueño, acompañados de una terrible jaqueca! —contestó el tuncan—… Pero ¿por qué estamos en una playa?

—Black Wood, el santuario de Gaia, la última creadora, era una gigantesca isla invisible que flotaba sobre nuestras cabezas. Siempre estuvo aquí, cuidándonos, ¡hasta que esas malditas bestizas acabaron con su luz!

Algo en el tono de voz de Jason cambió, después de estas palabras. Parecía un tono de voz suave y tranquilo, pero a la vez se percibía cómo el rencor acumulado en su corazón se manifestaba en su voz.

Las arenas negras, que cubrían el caluroso lugar, estaban repletas de cangrejos y aguamalas arrastradas por las olas que terminaban secas bajo el insoportable sol. Era como caminar sobre brasas, era el momento en el que el sol se postraba a la mitad del cielo, justo al mediodía.

—¡Maldición! —se quejaba Jason mientras levantaba sus pies uno tras el otro, saltando—. ¡La arena me está quemando la planta de los pies! ¡Debemos movernos!... Tengo hambre y estoy muy agotado.

A lo que Dragma respondió con firmeza en su voz:

—¡En algún pueblo de la costa podríamos pedir ayuda y conseguir comida!

Al paso de unas horas, ellos caminaban bajo el abrasador sol que les rostizaba la piel, mientras humedecían sus pies sobre la arena fría recién bañada por el mar y cubiertos por el reconfortante sonido de las olas que llegaban a sus pies como tiernas caricias de amor. El clima era el de un perfecto día de verano, teñido de un hermoso cielo azul sin nubes. El único problema que tenían por el momento era una lucha campal que llevaban durante varios minutos en contra de las testarudas gaviotas que se posaban sobre Dragma, pintándole los cuernos de blanco, hasta que una figura inesperada entró en la escena, un hombre desconocido les provocó desconcierto.

La figura masculina se encontraba arrodillado sobre el piso, de tez oscura, cabellera negra hasta la cintura y rizada como rollos de maíz, muy parecida a la de Ubaba. Además, de que aquel hombre estaba desnudo, lloraba desconsolado frente a un confuso paisaje de destrucción que decoraba las aguas. No muy lejos de la orilla, todavía se podía apreciar cómo las grandes montañas que cubrían los vastos bosques de Black Wood eran engullidas por el inmenso mar azul.

—¿Nos acercamos? —preguntó Jason.

Dragma volteaba su cabeza para sacarse la última gaviota. Pensativo por unos segundos devoró el ave de un solo bocado, para después gritar con la boca llena de plumas y carne masticada:

—Ubaba, dónde estás.

Ninguno de los dos se esperaba la sorpresa con la que se toparían.

El hombre al escuchar el llamado de los visitantes volteó afirmando que él era Ubaba. Moviendo sus brazos para señalar su cuerpo de arriba y abajo.

—¡Ahora soy mortal! —decía entre sollozos el pobre Ubaba quien alguna vez fue un semidiós capaz de cambiar de forma.

—¿Idren Ubaba? —preguntaba Jason, asombrado de ver al hijo de Gaia—… ¡pero ya no eres verde!

Lágrimas de frustración recorrían el rostro de Ubaba, mientras su voz se quebraba tras unas tristes palabras:

—¡He perdido todo!, ¡perdí a mi madre, mi hogar y mis poderes!

Jason, tratando de animar a su amigo, le respondió:

—Yo también perdí mi mundo por culpa de las malditas bestizas y peor aún es que…

Se quedó por unos segundos en silencio con la cabeza agachada e intentando contener las lágrimas.

—… lo peor es que no valoraba lo que tenía hasta que lo perdí todo.

Pero Ubaba se notaba indiferente ante las palabras del joven, no prestaba mucha atención a lo que decía Jason.

Interrumpiendo con algunos balbuceos, acompañados de una mirada perdida en el horizonte, dijo:

—¡Vaya, veo que no todo se perdió, quedo algo de mi hogar!

A la vez que contemplaba una hermosa isla que se levantaba sobre el mar con los restos de Black Wood, el triste y desanimado Ubaba continuó:



#1415 en Otros
#85 en Aventura
#871 en Fantasía
#554 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.