Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 17

Al día siguiente, el frío de un extraño piso poroso penetraba en el cuerpo de Jason, causándole un intenso dolor en las costillas, esto lo hizo quejarse durante el sueño haciendo que despertara.

—¿Dónde estoy?

El lugar estaba tan oscuro que le era imposible reconocer si tenía los ojos abiertos o cerrados. «La única forma que tengo de ver, será palpando» —pensó Jason algo mareado, mientras comenzaba a arrastrarse alrededor del fúnebre lugar.

Unas pisadas, que sonaban como azotes de cuero contra el piso, eran lo único que se escuchaba con eco detrás de las paredes de la cárcel que lo confinaba en oscuridad.

Jason frotaba una de sus manos con rapidez sobre el costado de su cuerpo, buscando aliviarse un poco del frío del suelo, que le había penetrado la piel.

—Siento cómo el frío del piso sobre el que desperté me llegó a las costillas, es como si me las hubiera congelado —dijo Jason, pero a pesar del intenso dolor el joven siguió arrastrándose, palpando con los callos de las manos la humedad del piso poroso entre la oscuridad. «¿Qué es esto que humedece mi ropa?... Se siente como agua, pero un poco más espesa, además se me pega en las manos, espero no sea lo que estoy pensando. Debo buscar resguardo, pero no aguanto el dolor de cabeza, todo me da vuelta y quiero vomitar» —pensó el joven, pero al meter sus manos entre los bolsillos, se percató que ya no tenía su roca aguamarina con él.

Cada vez que Jason trataba de moverse, luchaba con el intenso dolor que el frío del piso le había provocado en varias partes del cuerpo. De forma misteriosa, los pasos, que resonaban detrás de las sombrías paredes que le rodeaban, volvieron haciéndose más intensos hasta que se detuvieron por unos segundos, tapando parte de la fina línea de luz que se colaba por debajo de lo que parecía ser la puerta que aseguraba la salida, pero después de un rato de estar de pie frente a la puerta, quien sea que haya sido, se retiró.

«¿Qué me pasa que no puedo pararme?, la cabeza no para de darme vueltas». Así que, arrastrándose por el piso del oscuro cuarto, Jason logró llegar a lo que parecía ser la puerta del tétrico lugar y la tocó con la palma de su mano.

«También está congelada» —pensó Jason, solo que después de buscar por un rato, entendió que la puerta metálica no tenía cerrojo. Jason, desilusionado solo se dejó caer al frío suelo con la mejilla en el piso y, por un breve momento, sintió alivio cuando una cálida brisa, que venía de afuera, le acarició el rostro iluminado por la delgada línea de luz que se filtraba por debajo la puerta, recordándole el aroma de la libertad.

—¡Afuera huele a caca!… ¡Ubaba!... ¡Auxilio! —trató de gritar Jason afónico, sumido en la frustración—… ¡Auxilio! —lo intentó una vez más, pero la voz no le daba.

El frío de este húmedo lugar, repleto de charcos en el suelo, no solo le provocó dolor en su cuerpo, sino que lo hizo enfermar, haciéndole perder la voz, así que por más que por más esfuerzo que hiciera, solo un débil sonido grave escapaba de su boca, mientras las venas de su garganta se inflaban por el esfuerzo al emitir algún sonido .

Pero una vez más los pies inquietos que caminaban tras las paredes se acercaron, solo que esta vez la persona tocó a la puerta, y al escuchar esto, el corazón de Jason se aceleró.

—Si salgo de aquí, juro que le voy a pegar a Ubaba.

Pero afuera frente a la puerta, una voz se escuchó discutir en soledad.

—Abre la puerta tú —dijo la persona, al mismo tiempo que Jason escuchaba pegado de mejilla en el suelo—. No lo voy a abrir, mejor dale tú, no quiero que Bolo me regañe.

—¿Cuántos son?, solo veo la silueta de dos pies —dijo en voz baja Jason consternado.

Pero otra voz entró en la escena, una voz masculina y llena de autoridad.

—¡Oye Ratamuerta! —dice Bolo—, que abras ese congelador y saques al nuevo. Lo compró ayer y debes entrenarlo.

—¿Ratamuerta y Bolo? —dijo Jason como susurrando—… en qué me habré metido.

—Entiendo capataz —respondió la voz detrás de la puerta.

Justo en ese momento, el sonido de las piezas metálicas, que conformaban el cerrojo desde afuera, golpearon de manera brusca entre sí, resonando dentro del cuarto donde se encontraba Jason, al tiempo que este buscaba dónde esconderse, arrastrándose sobre el piso resbaloso. Pero la puerta se abrió poco a poco permitiendo pasar un poco de luz, removiendo las sombras y dejando ver, que el suelo estaba cubierto de sangre, sangre que goteaba de partes de animales mutilados, que colgaban de una barra de metal que cruzaba el techo, sostenido de gruesos ganchos de acero.

La resplandeciente luz que de repente iluminó la oscuridad en la que se encontraba Jason, causó una leve ceguera en el joven. A pesar de que trató de cubrir sus ojos con el antebrazo, un suave quejido revelaba el dolor que le causaba cómo la luz lastimaba la pupila de sus ojos.

Justo sobre Jason, quien permanecía tirado en el suelo, se dibujó una silueta sombría frente a la puerta, era la sombra de una persona que se abría camino dentro de lugar, pero la persona estaba a contraluz, para Jason resultaba imposible ver el rostro de quien se le acercaba.

—Hola, amigo —dijo la persona, quien tomó a Jason del brazo con suavidad—. Yo te ayudaré a levantarte.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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