Jason Y Las Bestizas, La Gema Oscura

Capítulo 18

Mientras tanto, lejos del mercado de Bantuk, Ubaba despertaba después de dormir todo el día.

—Pero qué morenazo tan lindo —escuchó Ubaba.

Ubaba que estaba despierto mantenía los ojos cerrados. «Me duele la cabeza y tengo mucha sed».

—Claro lindura yo te buscaré agua —respondió una persona que estaba cerca de su cama.

«¡No estoy solo!» —pensó Ubaba—, hasta que abrió los ojos para descubrir que se encontraba en una cama grande, dentro de un cuarto decorado con cuadros de hombre semidesnudos y un gavetero frente a sus pies, repleto de prendas que brillaban bajo la luz de una lámpara, que alumbraba el cuarto con más de diez esferas de luz. A su izquierda, una puerta que parecía llevarlo al baño, ya que desde donde estaba se podía apreciar parte de lo que parecía ser una tina blanca.

—¿Qué es este lugar tan raro? —exclamó Ubaba, pero al volver su mirada hacia el frente, se topó con sus pies descalzos y su cuerpo desnudo, hasta que de repente una señora mayor vestida con un camisón trasparente entró en el cuarto.

—¡Hola, moreno!, ¡qué bueno que ya despiertas! Aquí te traigo tu agua, corazón —dijo la mujer, quien se alegró al verlo desnudo y sonrojada comentó—. Cúbrete, moreno, que se te ve esa cosota grandota. Soy casada, no me pongas en tentación que puedo caer con facilidad —expresó la mujer entre sonrisas, mientras cubrió la desnudez de Ubaba con la sábana blanca, pero acariciándole parte del pene con la punta de los dedos sobre la sábana, a la vez que le giñó el ojo al despedirse.

«¿Qué acaba de pasar? —pensó Ubaba—. ¿Dónde estoy y dónde está Jason?».

Al cabo de un rato, se escucharon más voces cerca del cuarto hasta que una voz masculina opacó a las demás.

—Levántate, amigo mío —exclamó un hombre mayor, que entró sin siquiera pedir permiso, junto a la misma mujer que tan solo minutos antes había manoseado su cuerpo, pero ahora venía cabizbaja como si estuviera apenada, vestía un traje blanco y sobre sus manos cargaba con una ropa doblada que, cortésmente, dejó sobre la cama, pero esta vez ella enfocaba su mirada en dirección al suelo, ya que Ubaba aún permanecía desnudo entre sábanas.

—Amigo mío, tenemos mucho de qué hablar y trabajo por hacer —dijo el hombre, quien vestía una fina bata de dormir.

Aunque Ubaba no conocía nada sobre los lujos de los humanos, en sus ojos se reflejaban el brillo que resplandecía de las telas que este hombre acaudalado vestía; su ropa era agradable a la vista de Ubaba, debido a los colores tornasol de la bata, que se mezclaban con la luz de las esferas que colgaban del techo y le hacían cuestionarse levantando una ceja: ¿Cuál sería el verdadero color de esas telas?

—Arréglate, toma un baño y vístete. Aquí sobre la cama mi mujer te está dejando ropa limpia, te esperamos en la sala para que vengas a comer.

Confundido al recibir tantas atenciones, Ubaba aceptó, se bañó y una vez que salió de la tina, sin cuidado alguno dejó todo el piso mojado, lleno de charcos de agua sobre los cuales él mismo resbaló varias veces. Se alistó con un pantalón negro largo y camisa blanca que le habían dejado en la cama, cruzó la puerta del cuarto que lo llevó a un vestíbulo donde todo el piso estaba hecho de madera que brillaba, los finos acabados en barniz, que caracterizaban la decoración de la casa, eran cosas desconocidas para Ubaba, quien asombrado tocaba todo lo que brillaba.

«Qué hermoso lugar» —pensó Ubaba—. Pero al dar unos pasos, se topó con algo nuevo para él. Resulta que se encontraba varios pisos arriba de una gran casa y para llegar adonde lo esperaban tenía que bajar por unas escaleras curvas, en forma de espiral.

«Hermoso, pero peligroso» —pensó Ubaba.

Ya cerca de llegar a la planta baja, el hombre y su esposa, que trabajaban juntos en la cocina al escuchar que él venía, callaron y ambos se quedaron viendo entre risas cómo Ubaba bajaba la escalera descalzo, tropezando en cada escalón como un niño asustado, que baja con cuidado, dando un paso a la vez, mientras se agarra con fuerza del barandal para no caerse.

—Amigo mío, yo te ayudaré —dijo el señor, quien subió a buscarlo, le extendió una mano y lo ayudó a bajar, como si Ubaba fuera parte importante de su familia.

—¡Gracias! —exclamó Ubaba.

Sin embargo, Ubaba no paraba de mirar dónde pisar, además de que su cabello de dreadlocks largos le cubría el rostro en su totalidad. El anfitrión de la casa lo ayudó tomándole los dreadlocks y colocándoselos hacia atrás de la cabeza, para entonces darle un abrazo de bienvenida.

—Permíteme presentarme —dijo el señor, quien con mucha educación se quitó el sombrero y se lo colocó sobre el pecho—. Soy Leonard Altamount, bienvenido a mi familia. Ella es mi esposa Escarlet Altamount.

—¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde estoy? —preguntó Ubaba ignorando al señor Leonard.

—No tiene la más mínima educación —susurró Escarlet al oído de su esposo, quien nervioso respondió:

—Te salvamos la vida.

—¡Sí, es verdad! —exclamó la señora Escarlet, reafirmando lo que su marido decía, pero también interrumpiéndolo, algo que su esposo con tan solo una mirada hizo que su mujer se apenara y se disculpara, para entonces dejarlo hablar.

—Como dije antes, te salvé la vida.



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En el texto hay: aventura, suspenso

Editado: 06.08.2024

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