Jefe, quiero que sea mi novio

0 •Estás despedida.•

—Podemos ver en este pasaje, cómo Dios nos pide que actuemos con prudencia, además de ser conscientes en el amor a los hermanos en la fe y así también, a los que no la practican...

—¿Por qué tenemos que hacer esto?—Habla bajito, entre dientes, solo para mí.

—Cállese y compórtese, que estamos en la iglesia—farfullo—. A Dios no le agrada que hablen en el culto.

—¿Es en serio que te estoy escuchando?—Me ve de reojo—. No me faltes el respeto, Sarah, soy tu jefe aún.

—No, mi jefe está ahí arriba—apunto con el dedito al cielo—. Ahora quieto y escuche el sermón del Señor—palmeo su muslo, a lo que se remueve, mientras intento girar para arreglar su traje negro, viendo al frente.

—El sermón del Señor voy a dártelo a ti en la oficina—siento mis mejillas llenarse de sangre, evitando mirarlo en cuanto quito la mano de su pierna con premura—. Ahora disfruta y que tu jefe de arriba, te dé un empleo nuevo, Britmann—trago, mirando a todos lados antes de acercarme a su oído.

—Señor, no puede despedirme en la casa de Dios, eso es pecado—me observa por el rabillo del ojo, sin hacer una mueca.

—He leído la Biblia al derecho y al revés y eso no está en ningún lado—aprieto la mandíbula.

—Pero el obrero es digno de su salario—musito—, y ahora no estamos trabajando—refuto—. Además, sí está en mi Biblia y Jesús no escribió todos los mandamientos.

—Jesús no escribió mandamientos, Sarah, modificó algunos mientras evangelizaba—farfulla—. Y además, eso no tiene nada que ver—apunta—. Estás despedida.

—No puede hacerlo—espeto.

—Sí puedo—aprieta el puño sobre su regaño.

—Que no—prosiguo.

—¡Que sí—refunfuña—. ¡Sí puedo despedirte, maldición!—Todos se giran de inmediato, emitiendo sonidos de sorpresa al verlo de pie.

—Disculpen, mi novio tiene un demonio y necesita un exorcismo—su expresión se desencaja.

—Podemos orar por él, querida—una señora a mi lado me palma la pierna—. Llévalo con el pastor, ¿sí?—Asiento, puesta de pie al tirarlo del brazo, siendo arrastrada a su pecho, rodeada por él después de ese jalón.

—Voy a desquitarme lo que me estás haciendo—aprieta mi brazo—. Tenlo presente, Sarah—termina, yendo conmigo adelante.

—¿Cuál es el problema?—Bajo la cabeza, mirándolo un segundo.

—Dice malas palabras y piensa que es mi jefe y quiere despedirme—muerdo mi labio.

—Las malas palabras son un problema de conducta, Sarah—enuncia el Pastor, en tono bajo, bastante discreto, para no afectarnos—. Si es su primera vez en el camino, tomará tiempo la transformación. Recomiendo la lectura de la palabra diaria y oración—sigue—. Como congregación, oraremos por ustedes, es un gran paso el que están haciendo—sigue—. Todos de pie, vamos a orar por esta pareja, por favor—eleva, atenta a cómo se ponen de pie.

Nos pide que nos tomemos de la mano, quedando frente a frente en lo que todos oran, consecuentes con el Pastor, viendo que Dine no cierra los ojos.

Ni siquiera le importa.

La tarea de que sea un novio consagrado al Señor, va a ser un gran problema.

Sobre todo por la mirada asesina que me llena y de la que no puedo escapar de ninguna forma.

Creo que mañana dejaré la oficina y tendré que trabajar en otro lugar.

—Vas a pagarme esta—enuncia.

—Amenazar es pecado—giro el rostro.

No debí decir eso.

—Y hablar mentiras, también.

 

No lo olvides: vota, comparte, comenta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.