Jefe, quiero que sea mi novio

7 •Castigo•

Me inclino en el mueble, atento a la hora.

Voy tarde a la jornada el primer día de la semana.

Su intervención llega al minuto correspondiente, dejándola en visto.

Seguro que está sorprendida de notar que tengo su chat abierto.

Lo que no sabe es que no me interesa lo que me acaba de enviar.

—Buenos días—sigue mis pasos al captar su pila de papeles, entrando en la estancia, cuando llego.

Guardo silencio en lo que ordena los documentos como ya sabe que debe hacerlo.

—Ya convoqué para la reunión y pedí el almuerzo que todos eligieron, después de hacer la ronda a cada encargado de Departamento—informa.

Tomo la primera carpeta, prestándole más atención que a ella.

—Me falta pedir lo que quiere y de dónde lo quiere—indica—. Se lo iba a pedir el fin de semana, pero estaba ocupada—presiono la tinta en el papel, lo que salta en segundos, echando el líquido por todos lados—. ¡Ay Dios!—La paro cuando intenta quitar el desastre que llevo encima.

Le doy una mirada de advertencia, puesto de pie al caminar hacia el baño.

Siento la rigidez en los músculos al notar que roza mi brazo, girando.

—No te atrevas—espeto.

Da un salto en el centro, impresionada por la furia con la que le hablo.

—No tienes derecho a tocarme, así que quita o aleja tus manos de mí—amplía los ojos, pálida, dando pasos atrás—. ¿Qué eran esos papeles?

—Los primeros originales, pero puedo imprimirlos de nuevo—balbucea—. Iré por ellos—masculla por el nudo que se le hace al tirar la puerta cuando ya no está.

Reviso el desastre en el baño, sacando el saco y la camisa.

A mala hora elegí los tonos claros.

Esto es un desastre.

Hago un puño de la tela lisa, pasándola en círculos por mi rostro y parte del pecho.

Trato de quitarla lo más que puedo con el alcohol, siguiendo también a mis palmas.

Salgo al haber terminado, pidiendo por la línea un nuevo traje.

Escucho su entrada al cerrar, quieto en su presencia.

—Ah, ahm, yo...—la encuentro por el rabillo del ojo, sonrojada, al punto de girar y no girar por lo que ve—. No quería invadir su privacidad.

—No tengo privacidad—tomo los folders al darle el frente.

Hace una fina línea de sus labios, bajando los ojos al suelo, aunque los mueve a la izquierda para no ver lo indebido.

Niego tan pronto pongo lo que trajo donde iba, manchando de nuevo mis dedos.

—¡Con un demonio!—Pego la palma en mi frente, de regreso al cuarto bajo su espera.

Vuelvo, quitando los restos con la camisa, hastiado.

—Está sucio—la enfoco al instante.

—¿Qué?—Duda, no obstante, llega al posar la palma en mi brazo, quedando derecho.

—Está sucio, señor Hotter—habla, usando el pañuelo que estaba en el saco para limpiar mi frente y el cabello que sin duda, terminó afectado.

Aguardo hasta que termine, oyendo su respiración algo lenta.

Intenta no expulsar el aire por la cercanía entre ambos, viendo lo que hace con sus pies al acabar rompiendo los tacos.

La sostengo del brazo para que ninguno de los dos acabe en el suelo, indicando con mi dedo que se quite los zapatos.

La vergüenza se adhiere a su rostro mientras se agacha, quitando los objetos puntiagudos, antes de volver a ponérselos porque no tiene otra cosa.

Tampoco voy a pedirle unos tacones hechos a mano por Jimmy Choo.

No tengo la culpa de que esté nerviosa por hacer algo que le compete a su trabajo.

Tiene que asistir mis problemas e incluso a mí, no puede dejarse llevar por cualquier cosa que piensa.

Porque eso, no está en el contrato.

—No se quita—se pone de puntillas al verse más pequeña en lo que hace—. Baja más la cabeza—lo hago, por mucho que me duela el cuello.

Atiendo el movimiento que hace al untar una esquina del paño con la saliva de su lengua.

Aprieto su muñeca al mirarla, sin que continúe en su labor tan extraña.

—¿Cómo se te ocurre? Tienes bacterias—zanjo.

—¿Y usted no, que me quiere romper la muñeca?—La suelto.

—Eso es diferente—resalto.

—¿Se va a morir o algo así?—La observo, impasible—. Bien, traiga el alcohol—pide.

Paseo la vista por el área, exhalando.

—Lo gasté—murmuro—. Gasté lo que quedaba.

—Pediré otro—detengo su palma, quedando inclinado, cerca.

—Hazlo—eleva la ceja—. Que sea rápido, porque no lo voy a decir de nuevo—traga con fuerza al pegar el trasero en el lado limpio.

Quedo a su disposición en la estatura que tomo, teniendo que quedar entre mis piernas.




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