Jefe, quiero que sea mi novio

10 •Dios te bendiga•

《 Dine

Siento el pulso rebotar en mis oídos.

Aprieto los puños al regreso, fijo en las miradas que recibo de los demás.

Ni siquiera pueden fingir que no ha pasado nada.

Son unos chismosos de pacotilla que no tienen otra cosa que hacer.

—¿Qué se supone que hacen?—Saltan al mismo tiempo, puestos a la obra al volver donde pertenecen.

Subo a la planta que me corresponde, corriendo el cabello al pisar los residuos de los vidrios al pasar al despacho.

—Limpien este desastre—ordeno, al pasar la mirada por el sitio—. Y consigan una nueva secretaria—concreto.

Los veo esperar, sorprendidos al tener los pies pegados al suelo.

—¿Qué acabo de decir?—bramo, siguiendo con la vista a los que corren con tal de hacerme caso.

—Jefe—Marina habla, elevando su dedo en el miedo al acercarme.

—¿Qué?—La ráfaga la hace estremecer, bajando la cabeza.

—Teníamos una reunión—recuerda—. ¿No la hará?

—Pero por supuesto que la haré, Mariana—murmuro—. ¡Cuando solucionen todo esta desgracia!—Emite un sonido de miedo al hacerse más pequeña, acomodando el saco al enderezarme—. A trabajar, que el día apenas empieza—zanjo.

—¿Señor?—Ruedo los ojos, abriendo la puerta de la oficina.

—¿Ahora qué?—Da un paso adelante, sin posar sus ojos en mí.

—Me llamo Marina—musita.

Sacudo la cabeza al soltar el aire, cerrándole la puerta en la cara.

Tiro el traje a la basura en lo que recojo los papeles del suelo.

Se me han caído otra vez y ahora debo organizarlos por la letra alfabética, aunque no sepa cuáles van primero y cuáles después.

Libero el aire en lo que trato de poner los recados donde se requiere, buscando un cajón para colocarlos.

Reviso sus fechas, poniendo las cercanas arriba y las lejanas, después.

Continúo el trabajo, frunciendo el ceño por algunas cosas que no comprendo.

Busco la agenda en su oficina, importándome poco que la estén limpiando.

Reviso cada parte, sin hallar lo necesario al revolverlo todo de nuevo.

—Necesito la agenda—la joven eleva la cabeza, extrañada—. ¿No vio un cuaderno por aquí?

—No, señor, lo siento—aprieto la mandíbula, buscando en el recibidor el objeto.

Pego el puño en la madera, apretando el puento de la nariz al respirar profundo.

No voy a llamarla.

Ni siquiera voy a tomar la decisión de volver a emplearla.

Todo esto, fue su culpa y no pienso ponerme a sus pies si alguien más puede hacer su trabajo.

Seguro que mucho mejor de lo que ya lo ha hecho en estos años.

—¿Dónde está?—Entro en su cubículo, atento a la mujer que termina la llamada.

—¿Quién?—Alzo la cejas, cruzado de brazos—. No soy la marioneta de empleados que tienes en este lugar, así que usa esa boca y habla o te largas y me dejas trabajar—concreta.

—La secretaria que pedí, ¿dónde está?—inquiero.

—Volando de Miami para acá y llega mañana—se levanta—. El sobre que liquida a tu empleada—entrega, sin dejar que lo tome de inmediato—. No siempre tienes la razón, Dine Hotter, aunque creas que sí—lo suelta—. Puedes irte antes de que te eche a patadas de este lugar.

Mantengo el rostro impasible, dando pasos lentos a la puerta al verla.

—Necesito la contraseña para ver los registros en la nube de Sarah—baja los lentes al observarme, escribiendo el enunciado.

—Piensa en lo que hiciste—abro la puerta, leyendo la nota.

—Dios te bendiga—repito, negando al cerrar.

Tiro las carpetas en el lado derecho con los respectivos nombres que lleva.

La organización de la agenda electrónica, al menos me ayudó con algo.

No sé si la contraseña me bendijo, aunque supongo que su Dios le hizo caso cuando lo leí.

Muevo el cajón al suelo, dirigido a la sala de juntas donde los demás se juntan, sentados, pensando si verme o no.

—Estamos trabajando con Grey—les coloco los folders en frente, inspirando el miedo que cada uno emana—. Como saben, habíamos declinado el trabajo con sus acciones, sin embargo, la última conversación que tuvimos, nos hizo replantear los objetivos y aceptaron un plan que van siguiendo al pie de la letra—sostengo, quedando en frente—. De ahora en adelante, nuestras energías deben estar puestas en impulsar esta empresa y la de aquellos que confían en nosotros—pregono—. Los necesito trabajando al cien por ciento, sin excusas ni alguna cosa que sabemos, se puede arreglar—me ven—. En las hojas, verán las estadísticas que proyectamos para el futuro y los planes con los que empezamos a trabajar.

—Jefe...

—¿Cuál es la necesidad de interrumpirme cuando estoy hablando?—demando.




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