Jefe, quiero que sea mi novio

15 •Resaca•

《 Dine

No he logrado conciliar el sueño desde que mi suegro se fue.

Realmente, no duermo, solo me echo en un mueble para cerrar los ojos hasta que es el día siguiente.

Aún no lo es, para mi mala suerte.

Lograr llegar a casa después de unos días metido en esa oficina, no es gratificante.

Nadie me espera en estas cuatro paredes.

El sitio se siente más solo que nunca y no hay nada con lo que pueda entretenerme.

Videl se quedó a ayudarme, pero no pude concentrarme en la limpieza después de su confesión.

Me dejó aturdido, sorprendido y avergonzado.

Lo admito porque es la primera vez que algo de esa índole, me remueve de esa manera.

He sido un soberbio, egoísta, manipulador y controlador, en todos los sentidos de la palabra, con alguien que ni siquiera me sacaba en cara las culpas.

Porque en realidad, tengo muchas.

No sé cómo lidiar con lo que estoy experimentando.

La verdad, no sé cómo sentirme con cada paso que doy.

¿Por qué no me lo dijo?

¿O acaso iba a guardarse el comentario sobre la ayuda que dio?

Por más que quise, no logré pegar la atención en lo restante del trabajo.

Dejé los archivos acomodados a un lado del escritorio.

Bueno, Videl lo hizo para que pudiera comer lo que ordenó.

Un restaurante acorde a lo mío, no se hallaba trabajando a esas horas, sin embargo, logró que pasara una comida decente y de buen parecer, que también pagó.

Mantengo la cabeza abajo, mirando el piso de la bañera.

Siento el cuerpo adormecido del cansancio y la vena donde tuve la vía, estuvo sangrando por un rato.

Por lo pronto, ya se ha detenido el brote de sangre, lo que me indica que hice un pésimo trabajo.

No sé nada de medicina, aunque prefiero morir por mis propias manos, que ir a pedir un suero si debo seguir laborando.

Echo el cabello hacia atrás al salir del cuarto, camino a la estancia de huéspedes donde tengo el armario.

Uso un pantalón que deja mis piernas libres y una franela oscura al ir a la cocina.

El sonido del móvil, me hace girar de inmediato, hasta que la pantalla se apaga a los pocos segundos.

No es su mensaje, ni es una llamada de su parte.

No va a comunicarse después de haberse ido.

Creo que si algo tiene Sarah y que yo noté, es que cuando se cansa de algo, no insiste otra vez, sin importar qué.

Lo noté desde el primer día.

Dejó de hacer cosas conmigo que desechaba en un dos por tres.

Le dolía moldear su carácter para ser alguien como yo, así que al año decidió ser ella misma y no se detuvo.

No importaba lo que le hiciera, ya no estaba controlando la mujer que era.

Tengo la sospecha de que su Dios tuvo algo que ver con eso.

Como siempre, jugando en mi contra para que la vida no me favorezca.

De todos modos, se quedó conmigo hasta hace poco y creo que en ese sentido, le gané una parte yo.

Abro la cerveza, dándole un trago al líquido de la marca Marela.

No enciendo la televisión, sino que pego la espalda en el mueble, viendo el cajón que devuelve mi reflejo en frente.

Quisiera ir a otro lugar.

En este punto, no me siento cómodo ocupando la estancia.

La sensación de soledad me aplasta y es peor que en la primera circunstancia.

Mi esposa no va a llegar por esa puerta y nuestro cachorro no revivirá.

Una murió por mi culpa y el otro, a causa de su ausencia, tuvo que dormitar.

El pecho se me cae al notar la respiración hacerse lenta.

Los ojos se me empañan al tragar con fuerza, a nada de llorar.

Derramo las lágrimas en el recuerdo de las palabras, pasando la amargura por el nudo que se forma en mi garganta.

Una melodía de hace años regresa a mi cabeza, consciente que era una de sus favoritas.

—Si tú lo llenas todo, ¿¡por qué no me llenaste a mí!?—Grito, rompiendo la botella contra el estante que aguarda la tele—. Me dejaste vacío—bramo—. Y sí me hace falta todo, porque no tengo nada—farfullo, enfurecido.

Tapo mis oídos, apretando mis sienes en lo que la canción se repite una y otra vez.

No puedo apagarla, ni alejarla de mí.

Lo único que hago es sentarme en la entrada de la casa, viendo la noche pasar.

Acabo la otra botella que escogí, mirando el teléfono al que nadie me habla.

Entro a su contacto, revisando su última vez en línea, que fue hace unas buenas horas.




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