Jefe, quiero que sea mi novio

16 •Odio sincero•

Quedo estáticoo al seguir mirando el escrito.

No lo leo de nuevo, porque no es necesario.

Lo único que tengo en la cabeza es esa afirmación de Jornia y se vuelve más fuerte al partir.

Miro por el retrovisor el rostro inquisitivo de Gísa, viendo el papel que he dejado en el asiento.

Conduzco al edificio y trago al cambiar la ruta. 

Me dirijo a su casa, viendo de soslayo la nota.

Estoy contrariado.

No pensé que iba a ceder tan rápido, es solo que no puedo controlarlo.

La hora se atasca al llegar, tocando mi rostro al salir del auto.

Camino a la puerta mientras los pasos me aturden, bajando el saco hasta que me molesta.

Los nervios se pegan a mis manos al moverlas en el toque, viendo que tiene abierta la cochera. 

Hay ropas por doquier.

—Buenos días, ¿está su hija en casa?—Explayo, de forma rápida al ver a la rubia canosa, acercarse.

—Salió a hacer unas compras—responde, quitando el candado.

Miro a todos lados, pensando si irme o no.

—Entiendo—hundo las palmas en los bolsillos al ir de un lado a otro.

Toco el teléfono al sacarlo en lo que veo la hora.

—La llamaré, mejor—murmuro, solo que no abro su contacto y tampoco voy a buscarlo.

Respiro, nervioso, girando al ir al coche, de regreso a los segundos.

No encuentro sitio, no sé qué estoy haciendo.

En todo caso, no debería estar aquí.

No tengo idea de por qué vine, por qué desvié el camino y sinceramente, no puedo explicarlo.

Rasco mi frente al verla de soslayo, exhalando al guardar las manos.

—¿Se queda a esperarla?—indaga, de frente—. Le brindo un café.

—Lo siento, señora, no tomo café—trago, apretando los labios.

—Queda un poco de leche—ofrece.

—Un té, podría ser—negocio, bajando la cabeza.

—Le haré un chocolate caliente—mira afuera—. Ayudará con el clima—frunzo el ceño.

Reviso la temperatura que parece ser amistosa.

El sol deslumba como siempre, aunque no es extraño que haga un poco de frío.

La veo un segundo, pasando dentro, al llevar la saliva al fondo de mi garganta.

—Está bien—cedo, porque tampoco quiero té.

No soy amante de esas cosas. 

El chocolate me caerá bien.

Tomo asiento en la silla, al posar los brazos en la madera.

Sigo mirando el día, sin comprender su frase.

¿Por qué un aperitivo caliente, si todo se ve bien para la hora que es?

Libero el aire, inspirando el olor de lo que hace, atento al peluche que hay en el mueble.

Quedo de pie al ir por él, tocando el objeto que tiene bolitas por dentro.

—¿Quiere pan?—Lo dejo donde estaba, sentándome otra vez.

—No, pero gracias—expreso, tomando los sorbos.

—Señor, está... ardiendo—indica.

—Para el clima, está frío—comprendo, consciente a quién se estaba refiriendo.

—Bueno—veo de soslayo el juego con sus manos—. Voy a...

—¡Mami!—El canturreo resuena al oír el motor de un coche que se aleja.

Noto la rigidez en mis hombros al sentir los golpes de mis sienes, sin ver afuera.

—Ya llegueeé—enuncia, emocionada.

—Siempre es así—me susurra—. Ten cuidado al entrar—habla, a lo que cruza, viniendo despacio con un par de fundas.

—¿Como por qué o qué?—indaga, colocando parte de las compras en la mesa—. Con razón—el timbre de voz le cambia a uno desganado, fijos sus ojos en mí.

Intenta no darme tregua, buscando lo que falta al llenar el reposo.

—¿Qué hace aquí?—pregunta, posando la bolsa en el último lugar, que me tapa.

Muevo la silla hacia atrás, a nada de quedar de pie.

—Eh, eh—detiene—, no necesito su ayuda—habla, en el sube y baja.

—Puedo esperar—propongo.

—Sí y ojalá pudiera hacerlo afuera—invita, extendida a la puerta.

No la culpo por lo que hace, sin embargo, sentir que alguien como ella, me bota de su casa, no es la emoción más gloriosa que pueda experimentar.

Muerdo mi lengua al avanzar donde requiere mi presencia, seguido de sus pasos al continuar su labor.

—Ya, deja eso, vete a hablar con él—escucho los susurros de su madre.

—No puedes hacer fuerzas, puedo hacerlo—reniega—. Si quieres, ve organizando las cosas—insta—. Mami...

—Como quieras—sopesa, empezando a organizar los productos.

—¿A qué vino?—Doy un salto en el lado que ocupo, recibido en su repaso—. ¿Solo quiere pendenciar?




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