Jen|| Si Te Atreves

2

LEVIATÁN

VICIOUS – SABRINA CARPENTER

⇄ Ⅰ< ⅠⅠ >Ⅰ 

Necesito una bebida.

Distraer la mente.

Esto tiene que ser una jodida broma.

No puede simplemente ordenar y esperar a que acate.

Por lo menos escuchó mis gritos y lo que tenía para decirle, aunque antes de que le colgase el teléfono me arrepentí por cómo le hablé.

¿Si me deja de lado por completo?

Ser su hija no es lo suficientemente valido para que permanezca en mi vida.

—Recuerda que no soy tu niñera —ruedo los ojos saliendo de mi negatividad, recordando que acabamos de llegar a la dichosa fiestecita a la que no me quería traer Diego.

El hermano mayor de dos de mis mejores cuatro amigos.

Esos que se fueron al otro lado del mundo sin importarles dejarme sola.

Te pidieron que fueras con ellos.

No quería.

Y lo peor del asunto es que se fueron los cuatro.

Ya tenían un plan para deshacerse de mí, no debieron de ser tan obvios.

Se fueron hace un año.

supéralo.

Saco el teléfono abriendo el chat del grupo que tengo con ellos.

Sin despegar la mirada de la pantalla, me aparto de Diego empujando un par de cuerpos para buscar una bebida.

—No necesito una Fran Fine —grito y antes de que pueda responderme, pese a que sabe que es igual de me vale verga todo que esa niñera de serie de los noventa, me pierdo entre el tumulto de gente bailando.

Arrugo a nariz ante el olor a sudor y a maría.

Que asco.

Es de esperar que en estos lugares solo se mueva droga y alcohol.

No estamos en una típica fiesta de universitarios, aunque en esas también se mueve como si fuese agua.

Pero en esta oportunidad no encontramos en uno de los tantos lugares clandestinos donde se llevan a cabo todo tipo de asuntos ilegales.

Donde el consumo de maría es el menor de los problemas.

Es una bodega abandonada con luces estrambóticas a las afueras de la ciudad.

No es la primera vez que me meto a un lugar de estos, pero no dejo de ponerme alerta con cada cuerpo que me topo mientras trato de alcanzar la esquina donde se ubica la gran barra.

No alzo la mirada del móvil hasta que algo fuerte se aplasta en mi cara, haciendo que mi teléfono se caiga y seguramente se haya dañado en el proceso.

Cierro los ojos tratando de que la paciencia no abandone del todo mi cuerpo, porque juro que hoy no estoy de humor para aguantarme a ningún cabrón engreído niño de papi con alma de macarra, y la foto que estoy estaba mirando hace unos segundos con atención tiene mucho que ver.

A decir verdad, no he parado de verla desde que fue publicada por Step, uno de los hermanos de Diego, y si no he explotado es porque no puedo.

No debo.

—¿Tienes los ojos en el culo, grandulón? —suelto lo más alto que puedo para que escuche mi hermosa pregunta, mientras me agacho empujando los cuerpos que se escapan de hacerme caer de cara encontrándome en el proceso con una mano que ya estaba tomando mi móvil, haciendo que nuestros dedos se rocen en el proceso, levanto la cabeza para observar de quien se trata, y si no me atraganto con la saliva es de milagro.

Me esos ojos azules son imposibles de pasar por alto.

Nada de él, a decir verdad.

Joder.

No me cruzó por la mente que estaría aquí, debí haberlo supuesto, pese a que nunca nos topamos, porque supongo que no disfruta la manera que utiliza para divertirse la gente del común.

Se relame el aro que tiene en su labio, mientras achica los ojos esperando mi próximo movimiento, levantando la ceja retándome para que aparte la mirada primero.

Cosa que hago cuando una voz chillona se me interna en los tímpanos consiguiendo que deje lo que estaba haciendo, mientras me enderezo para enfrentarla olvidando que Tristán Kelly, el mejor amigo de Diego Payne tiene lo que seguramente queda de mi móvil.

Me topo de frente con la imitación barata de Pink.

Flacucha, siendo más alta que yo por una cabeza, vestida toda de negro con apliques de cuero, el cabello super corto a los lado y más largo en el medio pintado de un fucsia fosforescente.

Los ojos maquillados de negro, haciendo resaltar el verde pálido de estos.

—¿Por lo menos te pusiste pañales antes de salir? —y para añadirle más dramatismo a la actuación se tapa la nariz operada con cara de asco, haciendo reír al grupito de idiotas que la acompañan.

Tres ineptos sin contar su noviecito.

—Me los prestó tu mamá —suelto de manera automática —. Me dijo que lo olvidaste en casa antes de ir a hacerle de mujer grande, nena —trata de abalanzárseme encima sin aguantar la tiradera que ella misma provoca, pero es retenida por uno de sus seguidores de la cintura mientras patalea como niña pequeña.

—Déjame darle su merecido a esta asquerosa —está llamando la atención, haciendo que ruede los ojos cansada.

Odio el drama, pese a que soy la reina.

Tolero el mío, no el del mundo entero.

» Suéltame, Eric —muevo la pierna con impaciencia.

Si seguimos por este camino no demorará en formarse un círculo humano con apuestas de por medio.

—Suéltala, Eric —le digo al chico de ojos picaros, que desde que recuerdo no me mira de buena manera, puesto que, lo he visto un par de veces con Diego, pero nada más que eso.

—No sabes lo que pides —habla el rubiales de ojos azules, Colton, que una vez intentó ligar conmigo, pero Chad, el otro hermano de Diego, lo apartó de mí, sin siquiera dejarlo hacer el intento.

—La única manera de averiguarlo es desatando el caos —me encojo de hombros desinteresada —, y es mejor que sea rápido, porque tengo cosas más interesantes que hacer que lidiar con los delirios de grandeza de la Pink anoréxica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.