Hola mis amores.
Para los que me leen en este genero, gracias por darme la oportunidad.
Esta se puede decir de alguna manera, que es la primera historia que me aventuré a escribir y publicar en otro perfil que ya no existe, pero con el tiempo desapareció y ha sido editada un par de veces, y la primera versión guardada en un borrador de mi pc, porque no es la mejor, pero a la que mas le tengo aprecio porque me motivó a escribir, por eso, la estoy mejorando, aunque tenga poco tiempo al estar enfocada en las otras historias que tengo en mi perfil.
Me encantaría saber sus opiniones.
¿Que les está pareciendo?
Es una historia que apenas está iniciando, y Jen tiene mucho por contar.
Sin mas que decir.
Espero sus reacciones.
Les ama.
Jen <3
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TENEMOS QUE HABLAR
LOVELY - BILLIE EILISH & KHALID
⇄ Ⅰ< ⅠⅠ >Ⅰ ↻
No, no, no.
Mil veces no.
No tengo que pasar por esto.
De verdad este bucle no me deja salir de una zona de confort ajena.
Enserio necesito algo que golpear, o a alguien, porque esta abstinencia de vida real me va a matar.
Dando la última patada al balón, siendo casi las nueve de la noche resoplo, porque a Peter Warner se le ocurrió la grandiosa idea de cobrarme la detención con entrenamiento personalizado después de salir de mi semana aparentemente libre de deporte.
Lo peor del asunto, es que ni siquiera Ramos fue el que me dio la noticia, si no el mismísimo entrenador.
Otro lame suelas para su colección.
Zapateo sin importar que me duela el tobillo lastimado, el cual me punza adormecido por el exceso de ejercicio.
Llevo cuatro horas aquí, y aunque no es mi lugar favorito prefiero amanecer aquí, que regresar a casa y ver como mi madre está ausente porque su viaje se demorará más de lo previsto.
¿Cuándo fue la última vez que nos vimos una semana seguida?
Me dejo caer sin importar afectar mi trasero.
Jadeo entrecortadamente.
Estoy exhausta.
Mierda.
¿Cómo carajos voy a moverme para poner mi trasero a salvo?
De verdad necesito que alguien se las de príncipe azul.
No es que tenga mucha suerte al respecto, pero soñar no cuesta nada.
Podria decirle al entrenador que coopere con la causa perdida, pero hace una hora se fue dejándome las llaves para que me encargase de cerrar.
—¡Me quiero morir! —gimo cuando escucho de lo lejos como suena el celular.
¿Por qué no lo dejé en la taquilla?
Espero que deje de sonar para seguir revolcándome en mi dolor, pero al parecer el que me necesita tiene un gusano en las puertas del ano, cosa que me hace arrastrarme prendiéndome del césped hasta llegar a una de las sillas, pegando la cara en la grama cuando tanteo con la mano el lugar donde sigue vibrando esa invención del diablo.
Con los ojos cerrados y media cara aplastada contesto sin siquiera tomarme el trabajo de ver el identificador.
» Si no es para auxiliar a esta damisela en apuros, será mejor que se replantee la idea de llamarme y cuelgue antes de que sea demasiado tarde —por un momento no escucho nada del otro lado de la línea, solo una respiración tétrica que entrecorta la respiración haciéndome fruncir el ceño, consiguiendo que ponga mi agotamiento en segundo plano para a duras penas despegar la cara del césped, y abrir los ojos mientras pongo el móvil lo bastante visible para ver el número.
Es una línea privada.
Contengo el aliento, mientras un estremecimiento recorre mi espina dorsal.
» Espero no se esté masturbando con el sonido de mi orgásmica voz, porque ese servicio se cobra sin derecho a muestras gratis, pedazo de cerdo —bromear es la mejor opción.
—Luz… Luzbel —cierro los parpados frustrada con mi maldita suerte.
—¿A que cura habré sonsacado para que me desvirgue en alguna otra vida, que en esta me la están cobrando por partida doble? —escucho un intento de contención de carcajada del otro lado de la línea que me hace rodar los ojos —. No te atrevas a pensar que puedes venir a reírte en mi cara como si fuésemos amigos, porque esos tiempos quedaron en el olvido, hijo de puta —mi voz suena cansada, pero con una contundencia que helaría cualquier alma.
—Tenemos que hablar —me rio con amargura girándome para quedar boca arriba, con el cielo estrellado siendo mi nuevo enfoque.
Ya no me parece tan bonito como se me hizo cuando comenzó a anochecer.
—Llegas como dos años tarde, capullo —no entiendo cómo es que no he colgado el teléfono.
Solo aprieto el móvil con fuerza como si fuese mi único sostén ante los recuerdos.
—No fue mi intención…—no pensé que me fuese a salir con esa mierda.
—Tus excusas absurdas métetelas por el trasero, porque no quería un lo siento vacío, si no a un amigo. Ese hijo de puta que me dio la espalda como la rata cobarde que es, porque era más fácil olvidar a la niña que encontraste en un puto callejón, y te llenó los bolsillos de dinero en vez de por una vez en la vida amarrarte los pantalones para empezar a convertirte en un hombre —sé que tiene el mentón apretado, marcando su cuadrada mandíbula, que sus ojos verdes se han oscurecido por la insinuación de duda de su hombría, y se muerde la lengua porque si llama es porque necesita de mí, y por eso su gramo de dignidad lo está dejando de lado para permitirme joderlo como se me de la real gana —¿Qué quieres, Hans Lennox? —bajo las armas, y me permito ser afable solo porque quiero que la conversación termine cuanto antes.
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Editado: 16.05.2024