Jo

Acto #1.- Investigación

El timbre del celular resonó por todos los rincones de la oscu­ra habitación. Afuera era pleno día, pero las gruesas cortinas que colgaban en las ventanas, opacaban toda luz del sol. El dueño, recostado en el único sillón de la sala, emitió un ruido con su garganta, emulando el sonido de inconformidad.

        Se incorporó en el sillón mientras se masajeaba el rostro. Se levantó con pesadez y con paso pausado, buscó su celular, guiándose por sonido, el que lo condujo hasta la mesa del pe­queño comedor.

        —¿Ha sucedido algo, Un Cesar? —preguntó, somnolien­to, en cuanto descolgó.

        Tomó asiento al momento que observaba el montón de pa­peles y carpetas que llenaban la mesa. Tenía que arreglar aquel desorden.

        —¿Leíste las noticias, Jo? —preguntó la dura y aguda voz del dueño del otro lado de la línea.

        —Literalmente acabo de levantarme —respondió el aludi­do reprimiendo un bostezo.

        Sin demorar un minuto, destapó una mini laptop que era cubierta por papeleo.

        —Espero que se trate de una buena noticia —continuó, di­rigiéndose a la página web de las noticias locales—. No ven­dría nada mal una de esas de vez en cuando.

        Jo escuchó una risilla burlona de su compañero, a saber el significado de tal risa, después de todo su llamado ya signifi­caba todo lo contrario. Jo frunció el ceño ante el título del en­cabezado de la primera noticia que aparecía en la página: «Agresión en el campo militar aún sin resolver». Su vista se enfocó en el subtitulo y lo leyó en voz alta.

        —«Autoridades de Haverhill se rehúsan a hablar con la prensa sobre el delito cometido la semana pasada». ¿Qué sig­nifica esto? No parece ser un caso de los nuestros.

        —Lee el primer párrafo del encabezado —invitó Un Ce­sar.

        —«A pesar del intento de las investigaciones del departa­mento de la policía por encontrar al criminal y hacerlo pagar por su delito, no se ha podido dar con el agresor, por lo que, según en palabras de Sean Jones, el comandante de la policía de Haverhill: "el caso del Centro Militar quedará impune has­ta que se encuentren nuevas pistas"». —Ante la lectura, Jo se recargó en el respaldo de la silla, pensativo—. Así que... tene­mos un nuevo crimen sin resolver, ¿eh?

        —Continúa, después del primer subtitulo.

        —«Las autoridades de la ciudad de Haverhill, han recha­zado hablar con la prensa respecto a los avances de la investi­gación de la agresión en el Army Center, a pesar de que cinco personas fueron atacadas. Dos soldados fueron asesinados en dicho ataque: Isabel Vasco, quien fue una de las mejores ca­detes, ganando renombre y medallas; y el otro, Paul Austin, un hombre de mediana edad que estuvo trabajando desde sus 17 años. Las tres víctimas restantes, quienes afortunadamente no tuvieron el mismo destino que Austin y Vasco, fueron lle­vadas a emergencias ante sus graves heridas. Las víctimas fueron reconocidas como Anthony Ruiz, Keyla Hill y Álvaro Serrato».

        Jo observó la nota pensativo mientras encontraba una ex­plicación al llamado de Un Cesar. El caso era muy resiente, no llevaba ni seis días desde el incidente, pero admitía que le extrañaba que la policía no quisiera hablar con los periódicos ni entrevistadores. Pese a tratarse de un ataque a un centro militar, aún no tenían ningún sospechoso, era como si no qui­sieran que fuera mediático. A simple vista, el ataque fue he­cho por alguien del mismo campo.

        Ante ese pensamiento, llegó a la conclusión que la policía no quería involucrarse para no culpar a un veterano o a algún soldado, porque eran hombres respetados, buenas personas que luchaban por la libertad del país. Se trataba de un terreno en el que la comisaria municipal no estaba dispuesta a inmis­cuirse. Querían llevar el caso a lo privado.

        Le contó su hipótesis a Cesar, y concluyó, recordándole, que no estaba interesado en ese tipo de crímenes.

        —Lo sé, y sabía que me dirías eso. Pero te tengo una ex­clusiva.

        Esa última oración provocó que el interés de Jo desperta­ra, se incorporó en el asiento y esperó con alta expectativa lo que diría a continuación Un Cesar.

        —Las cámaras de vigilancia, curiosamente, no estaban funcionando ese día, ¿sabes quién era el encargado de éstas? Paul Austin. Actualmente, la policía no tiene ningún sospe­choso, y las únicas personas que estaban en el edificio esa no­che, eran solo las cinco víctimas, o por lo menos, es lo que se aparenta, porque sin grabaciones que prueben lo contrario, no lo podemos saber a ciencia cierta. Según los únicos dos testi­gos; la señora de la limpieza y el jardinero, solo estaban las cinco víctimas en esa zona, pero, ambos afirman eso antes de que terminaran su jornada. El ataque fue dos horas después de eso.

        —¿Estás insinuando que...?

        —Es muy probable que el atacante haya esperado a que no hubieran testigos —lo interrumpió, al leer su mente—. Te tengo dos preguntas: ¿Quién era el objetivo? ¿El agresor lo­gró su cometido?

        Jo se pellizcó la fuente de la nariz y dejó escapar aire len­tamente. Ese caso comenzaba a sonarle interesante, Un Cesar siempre terminaba haciendo que él aceptara cualquiera, pese a eso, confiaba en él, después de todo Un era quien le propor­cionaba mucha información, sin su ayuda, él no podría llegar muy lejos si deseaba llegar a esa persona.

        —De acuerdo, acepto el caso —soltó, más emocionado.

        —Perfecto. Las cosas que necesitarás no tardarán en lle­garte.

        Jo sonrió, Un Cesar lo conocía demasiado bien, sabía que terminaría aceptando. Los dos se despidieron, y ni siquiera habían pasado dos minutos cuando escuchó el timbre de su apartamento sonar. Al abrir la puerta, observó un paquete a un lado de ésta, su típica reacción fue la de ver por ambos la­dos, y como siempre que recibe un paquete de su misterioso compañero, no había nadie a la vista.




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