Jo

Acto #4.- Se cierra el telón

Se levantó del asiento y comenzó a caminar de un lado a otro en la pequeña sala, pensativo, preocupado. No podía dejar de pensar en el tema. Le incomodaba la idea de que algo se le hubiera escapado. Volvió sus pasos al escritorio para tomar y releer las notas que había estado haciendo.

        No había nada que pudiera hacer por ahora, más que espe­rar a hablar con los especialistas que atendían a Joe como a Iván, quizá hablando con ellos podía encontrar algo. Era consciente que comportándose de forma ansiosa no haría que el tiempo avanzara más rápido, así que decidió relajarse un poco viendo la televisión, hasta que llegó el día en que Un Cesar le dijo que hizo cita para hablar con ambos médicos de cabecera.

        Primero fue a ver a la doctora Bachchan, no tardó en ha­cerle preguntas respecto a su actual paciente. Ella le contó todo cuanto pudo sobre lo que podía; la visita de Joe al psi­quiatra había sido por una fuerte tensión laboral que tuvo a fi­nales del años pasado; los brutales y espontáneos episodios de estrés y depresión, casi provocaron que perdiera su trabajo.

        Sin embargo, fuera de ese hecho, Joe era una persona completamente sana.

        —Completamente —repitió Jo como si aquella palabra desentonara en la oración.

        Bachchan asintió antes de continuar:

        —Le receté medicamentos para ayudarlo a superar el es­trés. En todo el proceso, estuve comunicándome con su psi­quiatra y él me contaba como lo veía. En un par de meses tuvo una excelente mejoría.

        —Y por eso dejó de ir.

        —Eso parece —respondió la mujer, evidenciando su poco agrado de esa decisión—. Me dijo que ya no era necesario se­guir tomando las terapias. Yo le aconsejé que mínimo termi­nara la sección aunque se sintiera mejor. Al final tomó la de­cisión que tomó.

        Ante el récord medico de Joe Lawrence, no parecía que estuviera mentalmente grave al punto de desear atacar a sus compañeros; eso significaba que Lawrence no pudo ser el agresor. Al finalizar, se encaminó a ver al doctor Lee, el me­dico de cabecera de Vila.

        —Entonces, Iván estuvo tomando terapias con un especia­lista, si no me equivoco, ¿verdad?

        Había ido directo al grano después de tomar asiento en el despacho del médico Lee, este último no dijo nada relaciona­do a lo mencionado, primero le ofreció una taza de café, la que Jo aceptó por cortesía. Una vez la habitación se hubo lle­nado de la peculiar esencia del café mientras una taza recién hecha del liquido reposaba en manos de Jo, Lee tomó asiento para responder al final:

        —Sí, estuvo visitando a uno. Debería seguir tomando las terapias, pero se rehusó a ir con el especialista a pesar de in­sistirle que no lo dejara. Bueno, mientras no deje de tomar sus medicamentos, todo irá bien.

        «¿Todo ira bien?» pensó al momento que daba un sorbo al café para luego preguntar:

        —¿Qué es exactamente lo que tiene?

        —Una lesión cerebral traumática; consecuencia de un ac­cidente automovilístico que tuvo a principios del año. Se trata de una pequeña contusión en el cráneo.

        —¿Qué tan perjudicial es una herida de esas?

        —Depende del paciente y por supuesto de la fuerza de la contusión. Iván, ante los primeros resultados de las pruebas y análisis, no parecía que el trauma fuera tan grave, sin embar­go, cuando comencé a mandarle a hacerse más estudios, me di cuenta de que la contusión había sido más grave de lo que se creía.

        Jo sorbía del amago liquido mientras prestaba toda la aten­ción a la explicación del médico.

        —Algunos de los síntomas que comenzó a padecer fue­ron; sentirse ansioso, molesto y excesivamente irritable, por eso la recomendación de asistir con un psicólogo que final­mente le recomendó un psiquiatra. Llegó a contarme lo depri­mido que se sentía, su estado se vio peor por su descenso en el trabajo, llegando al punto en que lo descansaron.

        —¿Lo descansaron? —preguntó sorprendido.

        No tenía idea de que lo hubieron descansado, o dicho de una forma más dura; despedido, aunque era algo lógico si su carácter fue a peor, vagamente recordó aquella visita que le hizo. Seguro que Vila está viviendo del desempleo.

        Escuchar esas palabras de alguien que lo conocía lo sufi­ciente a modo físico y mental, hacía verlo todavía más sospe­choso de ser el atacante. Probablemente, el ataque fue por motivos de un arrebato de cólera y pensar en aquella posibili­dad, terminó preguntando:

        —¿Esa clase de contusiones pueden provocar en los pa­cientes algún problema emocional o ser inestables?

        —Lamentablemente sí —El médico lo miró a los ojos, a saber lo que sucedió en el Centro Militar—. La mayoría de personas que sufren de eso, si no siguen a pie de la letra un medicamento preciso, suelen tener problemas para controlar sus impulsos.

        —Ya veo —Jo asintió, entendiendo todo—. ¿Alguna otra anomalía que sufría Iván?

        —Comenzó a sentirse cansado. No podía conciliar el sue­ño porque alucinaba, tenía constantes pesadillas, que son sín­tomas muy comunes, pero le receté medicamento especial para evitar que la hinchazón se inflame y se agrave.

        —E hipotéticamente hablando, ¿qué pasaría si dejara de tomar los medicamento? —preguntó, teniendo una idea de la respuesta.

        —Su estado cambiaría drásticamente, sus sentidos se alte­rarían; la contusión empeoraría...

        «Y eso fue lo que hizo». Pensó al recordar lo que había di­cho la vecina sobre él, que era una buena persona, contrario a lo que pudo notar él cuando fue a verlo. El actual Iván Vila era una personas más agresiva, «Quizá se le olvidó seguir con el tratamiento después de que lo despidieron».

        —... la última vez que lo vi fue para recetarle pastillas para conciliar el sueño, unas más fuertes porque las que se to­maba...




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