Jo

Epílogo

—¿No te siente reconfortante haber concluido con un caso de asesinato? —preguntó Un Cesar a Jo desde el otro lado del teléfono mientras Jo echaba un rápido vistazo a la primera plana del periódico virtual.

        «La policía arrestó a Iván Vila al ser el sospechoso núme­ro uno del incidente de la milicia». Se leía en él, «La policía procedió a interrogarlo. Dos días después, el sospechoso con­fesó ser el asesino de Isabel Vasco y Paul Autin, y herir de gravedad a tres compañeros más [...]»

        —La verdad es que no del todo —respondió Jo a la pre­gunta de Cesar—. Al final el caso resultó ser un ataque de venganza y no me dio ninguna pista de que Kay estuviera in­volucrado.

        «El detective Jo de nuevo ayudó a la policía a arrestar a un malhechor. "No sabríamos lo que hubiéramos hecho sin la ex­terna ayuda del detective Jo", fueron las últimas palabras del joven inspector Leonel Jenkins en nuestra entrevista"», termi­naba con esa oración el párrafo.

        Bajó la tapa de la laptop. Era la primera vez que nombra­ban a Jo en sus declaraciones, desde que empezó con ayudar a resolver casos «muertos», nunca le habían dado créditos, aunque lo que él hacia no era para ser reconocido, pero le pa­reció curioso que ahora lo hicieran. La palabra «detective» le quedaba muy grande, no lo era.

        El primer caso al que ayudó, había firmado con el nombre de Jo, y así hubo firmado siempre, ¿de dónde habían sacado el detective? Él se limitaba solo a hacer que las investigacio­nes estancadas avanzaran.

        Es cierto, ayudo a que al final arrestaran a Iván Vila, a pe­sar de eso, no estaba conforme con el resultado, pensó que quizás investigando ese caso podía dar con el asesino de un caso que ocurrió hace cinco años; y la razón por la que co­menzó a resolver todo esos casos era para llegar a Kay.

        —Pero ve el lado positivo —continuó Cesar—, ahora una persona peligrosa está bajo rejas. En fin, nos estamos comu­nicando.

        Había algo que todavía le incomodaba sobre ese caso.

        Era cierto que todas las pistas apuntaban que Iván fue el que atacó aquella noche, y ya no había ninguna duda de que él lo fue una vez confesó que lo hizo. No obstante, una pre­gunta asechaba su mente, de la que no tenía una respuesta sa­tisfactoria... La policía contactó con alguien para testificar que el señor Vila estaba en Texas cuando ocurrió el incidente, el testificante afirmó que sí lo estaba.

        ¿Quién fue la persona que afirmó?

        ¿Contrató a alguien para hacerse pasar por un familiar?

        ¿Aquella persona manipuló la linea telefónica para que pareciera que hablaba desde Texas?

        Jo volvió a encender la laptop para releer la noticia. Si era verdad lo que afirmaba el periódico y que Iván padecía de se­rios problemas mentales, no pudo planear a la perfección el ataque en la milicia, o mejor dicho, el dejar somnoliento a sus compañeros... a menos que alguien lo ayudara a planear todo, o... solo lo estaba utilizando.

        Jo abrió la boca sorprendido al pensar que alguien más ha­bía utilizado a Iván, para incriminarlo a él si los investigado­res indagaban más a fondo; las pistas llegarían hasta Vila, para desviar al verdadero planeador. Y así fue, las pistas lle­varon a Jo hasta el apartamento de Iván.

        ¿Quien era el cómplice? ¿Con qué objetivo?

        Continuó leyendo el artículo para darse cuanta de algo que lo impactó de tal manera, que sin pensárselo, tomó el celular y marcó a Un Cesar y mientras la llamada entraba, no dejaba de leer las evidentes palabras que definitivamente delataban que "esa" persona estuvo involucrada.

        «... en las propias palabras de Vila, lo que lo orilló a hacer tal cosa, fue la corrupción que existe dentro de la misma base. Además, Vila agregó que había recibido una carta misteriosa de alguien que firmó con las iniciales de K y L, afirmando que fue quien le dio los detalles de lo que debía hacer. Sin embargo, no se encontró evidencia alguna de eso. El acusado afirmó que como la carta lo indicaba, después de leer las ins­trucciones, se deshizo de la misma [...] Los informes médicos afirman que Iván Vila tiene un trastorno, por lo que se cree que eso lo imaginó él mismo. Antes de llevarlo a la sentencia, primero se le hará un juicio para determinar si tiene una en­fermedad mental y decretar si será condenado a ir a la cárcel o debe tener una rehabilitación psiquiátrica adecuada».

        —Caí en su trampa —soltó cuando Cesar tomó la llama­da, haciendo puño su mano, impotente ante el descubrimiento—. Vila no operó solo...

        Jo se llevó la mano al rostro, decepcionado de sí mismo por no haberse dado cuenta de un pequeño, pero sin duda, crucial detalle. Iván no trabajó solo, eso era evidente. Tuvo una coartada, seguro... alguien mintió por él al decir que esta­ba en Texas.

        —¿Y tienes alguna idea de quien pudo ser su cómplice? —indagó Cesar.

        El recuerdo de unos sorprendidos ojos azules le llegó a la mente.

        —Sí, lo sé —susurró—. Cesar, este caso es más profundo de lo que se aparenta. No fue un ataque al azar. El verdadero objetivo era uno de los asesinados, o uno de los heridos. Caí en la trampa de Keyla Hill.

        Ella fue el cómplice de Iván. Aunque el propio Iván no lo sabía.

        Su aparente shock ante el atentado. Su aparente estado cri­tico. Todo eso había sido una simple mascara para evitar ser entrevistada por los agentes.

        Debió notarlo cuando la secretaria le informó que ella no podía ver a nadie a sugerencia de su doctor, pero después su médico le dio permiso y cuando fue a verla, los ojos llenos de sorpresa de ella, por esos breves segundos, delataron que no tenía idea que iba a ser interrogada en ese momento.

     Ella recordó a la perfección quienes estaban en la sala (a pesar de su supuesto shock). Sus cortas, o mejor dicho, nulas respuestas indicaban que no quería decir algo que no debía decir. La forma en que describió a Iván, como un desprecia­ble monstruo, evidenció que deseaba que se pensara de él como lo peor, y posteriormente, al fulminar con que lo vio apuñalar una y otra vez y, no correr, a pesar de estar bajo las drogas de las pastillas (si es que las ingirió) hubiera huido a pedir ayuda.




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