Juana

Prólogo

¿Alguna vez han tenido la sensación de que nada es como debería?

Es decir, yo debería estar en una escuela, rodeada de un grupo de niñas bonitas y tontas quejándome de la cantidad de tarea que puso una profesora, preocupada por no saber si le gusto o no al chico que a mí me gusta y alerta de no perder mi popularidad, ganada después de dormir con alguno de los idiotas del equipo de cualquiera que sea el deporte de estos días.

Debería llegar a casa en compañía de mis hermanos en medio de una pelea porque Zedd quiere llevar a su novia de compras y Alison se niega a ser su conductora de turno; y allí encontrar a mamá en la cocina horneado galletas o alguna de esas cosas que preparan las mamás para sus hijos porque los aman.

Debería esperar a papá para la cena familiar obligatoria para así poder quejarme de que nunca está en casa, de que trabaja mucho y que mamá es injusta conmigo por no permitirme ir a esa estúpida fiesta en la que seguro mi única meta sería embriagarme hasta perder el sentido.

Yo debería tener una vida normal, mundana y llena del típico drama adolescente, no debería estar sosteniendo el cuerpo de mi novio mientras se desangra en medio de la sala de estar bajo la atenta mirada de mi... De Ezio, que está completamente vacía, carente de cualquier rastro de empatía, señalando en mi dirección con el cuchillo ensangrentado.

—¿Ves las cosas que me haces hacer? —Yo no debería estar petrificada por el miedo mientras él niega con la cabeza y el agarre de Neil en mi mano se hace más y más débil a cada segundo que pasa. —Él no tenía que morir, Juana, es tu culpa que ahora este muerto.

—No...no lo escu...ches —Me dice Neil poniendo su mano en mi mejilla para hacerme apartar la mirada de Ezio y así centrarme en él.

—Lo siento, —cierro los ojos y se me escapa un sollozo mientras me aferró a él. —Lo siento tanto. 

—Esta... Bien. —Toce y yo le miro alarmada y se que no está bien.

Neil debería tener una larga y hermosa vida, debería ganar una beca deportiva en alguna buena universidad Americana dónde de seguro conocería una bonita chica la cual le haría olvidarse de mi, le daría una relación estable y unos bonitos aunque desagradecidos hijos que lo harían tan feliz como nunca lo ha sido antes...

—Yo... Yo te amo, Juana.

Él debería vivir, no debería terminar de esta forma.

—Y yo te amo a ti. —Susurro pero él ya no puede escucharme, él nunca más va a escucharme de nuevo...




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