Juego de cartas

● Capítulo Uno ●

VENGANZA

 

Salimos del hotel Alcázar como todos los días, yo me tarde un poco más, no tenía ganas, menos después de todo lo que había sucedido con Fernando.

— Verena por favor cambia la cara —. Me dijo Samanta intentando levantarme el ánimo.

— Intento —. Dije sin ánimos.

Seguimos caminando por la horilla del agua, vimos un muelle a lo lejos, la arena estaba fría, cosa que muy pocas veces solía pasar, en especial con los casi cuarenta grados que hacían. La brisa estaba fría. Todo parecía propio de una película de terror.

Fue ahí donde lo vimos.

Estaba flotando a unos metros de la horilla, nadie iba a sacarlo, nadie lo ayudaba.

Gritos a mi alrededor.

Gritos vacíos.

Nadie más se encontraba junto a nosotras en la playa.

Nos metimos en el agua, nadamos lo más rápido que pudimos, una vez que logramos llegar a la arena pude ver su rostro, pálido, sin vida.

— Me mataste—. Dijo de golpe esa cara que conocía, abriendo los ojos. Haciéndome sobresaltar del miedo.

 

Despertó totalmente agitada.

Dio un pequeño sobre salto en su cama, estaba sudada, visualizo su cuarto, una vez que se percató de que todo estaba bien, y que sólo había sido una vaga pesadilla, se levantó de la cama.

— ¿Estas bien Veré?—. Le pregunto Celina su hermana. — te veo agitada—. Agregó desde su parte de la habitación.

— Son los nervios por volver al colegio, eso es todo—. Respondió la chica de ojos café. — Voy al baño—. Concluyó saliendo de la habitación todavía nerviosa.

Entro en el baño, se observó al espejo, estaba pálida, su cabello castaño con ondas era lo que más sobresalía. No pudo evitar ver a Fernando en el reflejo. Verlo reflejado en ella.

— Basta Verena—. Se susurro a si misma. — Sonreí. Tenes que ser la de siempre—. Siguió mentalizándose.

Se lavó el rostro con agua fría, al ver que ya había recuperado su color natural de piel, salió con su pijama, la musculosa gris que venía usando casi todos los días, y su short blanco, regalo de su Mamá antes de irse a México.

Entro en el comedor, vio que su padre estaba cocinando algo, su hermana ya estaba sentada en la mesa y ella fue directo a la heladera por la jarra de jugo.

— ¿Vas a desayunar?—. Pregunto Octavio.

Verena sólo negó con la cabeza.

— Ya es tarde—. Comenzó a decir de manera seca. — Y sabes que tengo que llevar la ropa al colegio —. Terminó de decir mientras tomaba el vaso de jugo.

— ¿Y si este año no vas?—. Pregunto nuevamente su padre.

Verena lo miro confundida, iba a ese colegio desde que había empezado el secundario, desde que su madre había decidido mudarse a México y dejarlas a su cargo.

— No. Es el último año—. Respondió fría. — ya me depositaste ahí cinco años, uno más soporta cualquiera —. Concluyó irónica.

Luego de eso volvió a su cuarto, todavía debía organizar un par de cosas para regresar al colegio, tenía dos valijas abiertas sobre la mesa de su cuarto, pero sólo se designó a sentarse en su cama, mirando por la ventana junto a ella. Fue ahí donde lo vio pasar, un chico en una bicicleta, con el cabello rizado, castaño, le llamo demasiado la atención verlo pasar. Pero supo que él no la vio, ni la ver la jamás, además de que prometió no volverse a enamorar.

Salió de su cama, terminó de armar las valijas, las subió al auto de su papá, agarró su bicicleta y salió de la casa. Una vez con todo acomodado emprendió viaje al Alcázar  School.

***

La alarma sono haciendo que Samanta decidiera apagarla con la mano, agarró su celular todavía dormida, tenía tres nuevos mensajes de Martina, su amiga, pero ninguno de Verena, cosa que le había resultado raro.

Se levantó, había tenido otra pesadilla, como las que venía teniendo a lo largo de ese mes. Todavía sin poder superar lo que había sucedido el 31 de enero, esa noche que les cambio la vida a las tres.

Fue al comedor de su casa, ahí estaba Juliana, su hermana mayor, desayunando con el celular en la mano, como solía hacer prácticamente siempre. Ella se había quedado a su cargo cuando sus padres fallecieron en un accidente. Pero su relación con Samanta no era de las mejores.

— Sobre la mesada está tu desayuno—. Dijo Juliana sin despegar la mirada de su celular.

La joven chica de cabellos negros y ojos azules se acercó a la mesada de la cocina, ahí vio media medialuna y un te frío.

— ¿Esto es de verdad Juliana?—. Protestó aturdida por el sueño que había tenido. — deja. Desayuno en el colegio, y espero no verte la cara hasta diciembre—.

Juliana simplemente la ignoro yéndose a su habitación, Samanta resignada a que no comería en esa casa, fue a su habitación para terminar de guardar cosas en su valija, no pretendía llevar muchas cosas. Fuera de la casa comenzó a caminar en dirección  al colegio Alcázar School. En donde si se vería con sus amigas.

***

El colegio Alcázar School había abierto sus puertas a las seis de la mañana para que los estudiantes puedan ir llegando. La institución había abierto sus puertas cuarenta años atrás, por sus habitaciones pasaron decenas de alumnos, año tras año.

Martina fue una de las primeras en llegar cuando el colegio recién había abierto, no quería seguir en su casa, aguantando a su Mamá con su nuevo novio de turno, la joven rubia se encontraba en la cafetería del colegio desayunando ya que no había tenido tiempo para eso al irse. Sus cosas ya se encontraban en su habitación.

Un chico alto, de pelo negro, se acercó a ella por atrás, abrazándola y dejándola pasmada al inicio.

— ¿Cómo está mi reinita?—. Pregunto Agustín el novio de Martina.

Ella sonrió al escuchar la voz de su novio, pero en ese momento del abrazo, las imágenes de esa noche simplemente volvieron a su mente.




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