Juego de corazónes

Capitulo 04

Encerrada dentro de la cabaña, Bella escuchaba mientras él llamaba a la puerta una y otra vez. 
Hasta tres veces. 
Y cada vez que llamaba, lo hacía con más contundencia. 
Miró en el salón donde Gabriela dormía, pues si Leonardo continuaba llamando así a la puerta, acabaría despertándola. 
—Abra la puerta, baronesa —dijo Leonardo con voz profunda. 
Parecía estar enfadado. En Montecarlo, se había comportado cínicamente, pero jamás enfadado. 
—Voy a contar hasta tres y después echaré la puerta abajo. 
Ella no dijo nada. Seguro que se trataba de un farol. Aquella puerta era muy fuerte y sería imposible echarla abajo. 
—Baronesa, yo no hago promesas que no pueda cumplir. Considérelo mientras cuento hasta tres. 
Ella sintió un escalofrío subirle por la columna vertebral. 
—Uno. 
Bella aguantó el aliento. 
—Dos. 
—¡Espere! No puede derribar la puerta. Tiene cientos de años. 
—Entonces ábrala antes de que cuente hasta tres. 
Las manos de Bella temblaban mientras se apresuraba a abrir el cierre de la puerta antigua. Una corriente fría la sorprendió. No se había dado cuenta de lo mucho que había bajado la temperatura. 
—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó ella. 
—Qué pregunta tan estúpida. 
—Márchese antes de que llame a la policía. 
—No tiene teléfono, baronesa. Y por lo que veo, tampoco tiene electricidad ni gas. 
Bella estaba temblando y se abrazó para proteger su pecho del frío. 
—Usted tiene un teléfono, y con él llamaré a la policía. 
—Genial. Después puede explicarle a la policía de Cheshire lo del tráfico de niños. 
—¡Tráfico de niños! Tengo su pasaporte y su partida de nacimiento. 
—Eso no le da derecho a sacarla del país. Todavía no es su tutora legal. No ha seguido los procedimientos legales. El hecho es que ha quebrantado tantas leyes internacionales que pasará mucho tiempo entre rejas. Ahora en marcha Él era alto, tan alto, que ella tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para verle la 
cara. 
—No. 
—Entonces pasaré sin su permiso. ¿Dónde está? 
—¿Quién? 
En la oscuridad ella pudo ver la expresión de su cara y no era nada agradable. 
—A pesar de ser una mujer inteligente, usted es muy inocente. He viajado por la misma ruta que usted y he hablado con muchas personas en el aeropuerto. ¿Dónde está la niña? 
—Está durmiendo en el sofá. Se quedó dormida mientras yo intentaba hacer fuego. 
—Que por lo visto no ha conseguido. 
—No pude encontrar las cerillas en la oscuridad. 
—¿Y cuál era su plan? ¿Quedarse aquí y morirse de frío? 
—Tenía la esperanza de encontrar las cerillas por la mañana. 
—¿Y qué pensaban comer? Estoy seguro de que no tienen comida. 
—No. 
Él meneó la cabeza. 
—¿Ha encontrado algo que quemar por lo menos?  
—Sí. Rastrojos y algo de leña. 
Él se agachó junto a la chimenea y sacó un mechero de su bolsillo. 
—Hacía mucho frío —confesó ella— Y estaba empezando a preocuparme. 
—Podría haber pedido ayuda —contestó él. 
—¿A usted? ¿Al hombre que pretendía devolver a Gabby a Eduardo? 
—Jamás dije que la devolvería. Dije que haría lo que era correcto. 
—Pero sabía que él no era un padre adecuado.  
—Sí. 
—Entonces ahórrele sufrimientos. No tiene por qué preocuparse por mí, ni mis sentimientos, sólo preocúpese por los sentimientos de Gabby. Por favor, no le haga daño. 
—No lo haré. 
—¿No cree que es traumático alejar a una niña de su hogar? 
—Pero usted acaba de hacerlo. ¿No la ha sacado de Mónaco, el único hogar que había conocido, y la ha traído hasta un lugar remoto y asolado? ¿Hasta Chester o como se llame donde estemos ahora? Desde su perspectiva, este lugar oscuro y 
frío debe parecerle Tombuctú. 
—Esto es Inglaterra, no Egipto. 
—Una niña italiana no notaría la diferencia. Bella se puso de pie.

—Su madre era española, no italiana.  
—Lo sé. 
Leonardo dejó caer sus los párpados para ocultar sus ojos oscuros. 
—Conocía bastante bien a su madre, así que dejemos la competición de quién conocía mejor a quien. 
Los dos estaban sentados junto al fuego hablando en voz baja, pero aquel último comentario captó la atención de Bella y se quedó mirando perpleja y con la boca abierta a Leonardo. 
—¿Usted conocía a su madre?  
—Sí. 
—¿Antes de Eduardo?  
—Sí. 
Bella no podía dejar de mirar las facciones duras de Leonardo. 
—¿Qué sucedió? 
—La vida es así. La madre de Gabriela siguió su camino. Pero ésa no es la cuestión ahora. La cuestión es usted y su huida con Gabriela... 
—Me la llevé de viaje. Soy su madrastra, puedo hacerlo. 
—Así es, baronesa Von Tess —dijo él y después sonrió, fue una sonrisa dura e implacable que hizo temblar a Bella interiormente. 
A pesar del miedo que sentía dijo: 
—Me gustaría que dejara de llamarme «baronesa».  
—¿Y cómo le gustaría que me dirigiese a usted?  
—Puede llamarme «Bella». 
—Eres una mujer muy contradictoria, Isabella. Por un lado pareces muy correcta y remilgada, pero por otro pareces tener un carácter apasionado. 
—¿Podría hablarme más de la madre de Gabriela? 
Gabby solía preguntarnos por ella. Yo nunca supe qué contarle. 
—Era actriz. 
—Eso no. Aspectos de su personalidad. ¿Cómo era?  
—¿Mercedes? —dijo él y después hizo una pausa—Era muy bella. Estaba llena de vida y era muy divertida.  
—¿Crees que Gabby es así? 
—Creo que Gabby es una mezcla de su madre y su padre. 
Bella se giró y miró a Gabriela, que dormía encima del sofá envuelta en mantas. 
—Siempre quise una vida diferente para Gabriela. Más estable y predecible. 
Una cosa es que un adulto tenga que salir adelante en la vida, pero otra cosa muy distinta es que lo tenga que hacer una niña. 
—¿Ha sufrido mucho Gabriela?

—Estoy segura de sí. Las dos hemos sufrido. Nunca había suficiente dinero. 
Eduardo nunca estaba en casa. Puede que sea el padre de Gabby, pero nunca le ha prestado atención ni le ha dado cariño. 
—¿Era un hombre diferente antes de casaros?  
—No. 
—¿Pero decidiste casarte con él de todos modos? ¿Por las comodidades? 
—Mi vida nunca ha sido cómoda. Siempre he trabajado duramente. 
—Y seguro que odiabas ser baronesa.  
—Así es. Todo era una farsa. 
—¿Una farsa? 
—Eduardo no me quería, ni yo a él. Fue un matrimonio de conveniencia, sólo eso. 
—¿Nada más? 
—Nada más —dijo Bella temblando de frío y acercando las palmas de las manos al fuego— Me casé con él por conveniencia. 
Ella se inclinó más hacia el fuego sintiendo el peso de tantos años de secretos y silencio. 
—Verá, señor Belluci. Antes de ser baronesa, era la niñera de los Von Tess. 
—¿La niñera? —preguntó sorprendido. 
—Nunca se lo había dicho a nadie hasta ahora. Eduardo me prohibió que lo hiciera. No quería que nadie supiera que yo había trabajado, pero en privado nunca dejaba de recordármelo. Era una de las formas que tenía de humillarme. Para él yo sólo era una trabajadora, y no una aristócrata. 
—Debiste abandonarlo —dijo Leonardo. 
—¿Y dejar sola a Gabby? 
Bella respiró profundamente y se miró los Eduardo le había comprado un anillo, pero le pidió que se lo devolviera cuando empezó a escasear el dinero. 
—No podía hacerlo. 
—¿Por qué siente tanta devoción por ella? 
—No lo sé. Supongo que Gabby necesitaba alguien que la quisiera y yo... 
Se detuvo un instante al darse cuenta de lo cerca que había estado de decir que ella también necesitaba a alguien a quien amar. 
—A mí me gusta sentirme útil —terminó. 
—¿Y Eduardo te encontró útil? 
—Simplemente hacía lo que él necesitaba que hiciera. 
—Incluyendo mantener alejada a la familia de Mercedes. 
Bella pestañeó.



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En el texto hay: amor, ambicion, odio..

Editado: 11.08.2020

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