Juego de corazónes

Capitulo 08

Después del beso, Bella estaba segura de que ocurriría algo más, pero cuando llegaron a la chimenea, Leonardo se distrajo con algo que había comprado y ella se sentó en una silla, nerviosa, como una chica en su primera cita. 
Pero no ocurrió nada más. Fue como si el beso jamás hubiese tenido lugar. 
Pensó que él se había arrepentido de haberla besado, o que estaba tan acostumbrado a besar a mujeres que no le había dado importancia. 
Finalmente llegó la hora de irse a la cama. Leonardo durmió en una de las habitaciones y Bella improvisó una cama en el sofá del salón. 
Tardó horas en quedarse dormida y, cuando se despertó tensa y fría a la mañana siguiente, no se le había pasado el mal humor. 
Hizo todo lo que pudo para olvidar lo que había pasado, pero no podía. Le costaba olvidar. Especialmente después de haber pasado la noche en vela deseando que él satisficiera su deseo. 
Después del desayuno, empezó a fregar los platos. Leonardo se acercó por detrás para dejar su taza y ella se sobresaltó como si alguien la hubiese tocado con algo caliente. 
Sólo pensar que estaba cerca, detrás de ella, la hacía sentirse extremadamente sensible. Y cuando se inclinó para recoger el trapo de cocina para secar los platos que ella había fregado, sintió una tensión en su estómago, que llegó incluso a dolerle. 
Si lo que sentía era deseo, era horrible. 
La estaba sacando de quicio. Deseaba algo, pero no sabía lo que era. 
Debió de suspirar porque Leonardo la miró de reojo.  
—¿Te pasa algo hoy? 
—Sí. 
Los ojos de él la recorrieron desde la cara hasta los pechos. 
—Dime lo que te pasa. A lo mejor puedo ayudarte.  
—No puedes porque tú eres el culpable.  
—¿Yo? 
Exasperada, meneó la cabeza.

 ¿Por qué le había dicho eso? Era una estupidez. Él no era el culpable de nada. El problema lo tenía ella. La atracción que 
sentía por él era el problema. La había besado y, aunque para él no había significado nada, ella deseaba más. 
—Todavía no me has dicho de qué soy culpable —dijo él. 
—No me hagas caso. Estoy siendo irracional. 
—Eres la mujer menos irracional que he conocido. Dime. ¿En qué puedo ayudarte? 
—Por favor, no trates de engatusarme. No después de lo de anoche.

—¿Qué pasó anoche? 
El ni siquiera se acordaba. Aquel beso no había significado nada para él. 
De repente dio un paso hacia ella. Podía sentir el calor de su cuerpo cerca. La temperatura de Bella subió inmediatamente, tanto que le costaba respirar. 
En un abrir y cerrar de ojos, la envolvió con sus brazos y la apretó contra sus poderosos pectorales. Empezó a sentir todo su cuerpo contra el suyo. Era un macho fuerte y aquella sensación la sobrecogía. 
Pensó que llegado aquel momento tendría miedo. 
Siempre había creído que sentiría pánico en el momento en que un hombre expresara su deseo por ella. 
Pero en lugar de sentir miedo quería deslizar sus manos debajo de su camisa y sentir el calor de su piel contra sus palmas. Él estaba acariciando todo su cuerpo y le pareció la cosa más natural del mundo. 
Pensó que podría llegar a amar a un hombre así y, aunque se estaba dejando llevar por la pasión, por fin se sentía bien por primera vez en muchos años. 
Finalmente se entregó al deseo. Por fin podía admitir que deseaba ardientemente sentir placer. Y mientras Leonardo dejaba que una de sus manos se deslizara por todo su costado hasta el interior de su muslo ella se dio cuenta de que había sido creado para ella. 
Era el hombre adecuado para robarle su virginidad. 
Era el hombre acertado para enseñarle los placeres de hacer el amor. 
De repente sonó un claxon fuerte, no era el claxon de un coche, sino un estruendo que hizo que Leonardo y Bella se separaran de golpe. Ambos miraron por la ventana a la vez y vieron a Gabriela saltar de un tractor a la nieve. 
Gabby había vuelto y por primera vez, Bella deseó que la niña hubiese aparecido una hora más tarde. 
Gabby irrumpió de golpe por la puerta de la cabaña riéndose y sin aliento mientras un granjero con el pelo canoso se bajaba del tractor. 
Bella y Leonardo se encontraron con el granjero en la puerta. 
—Aquí tienen a su chica. Intentaremos despejarles el camino esta tarde. 
—Cuando tenga tiempo —contestó Leonardo extendiendo la mano con un billete de veinte libras. 
El granjero asintió y se metió el billete en el bolsillo de su abrigo. 
—Gabriela me ha dicho que usted es Leo Belluci. 
Me preguntaba si sería el hijo de Belluci. Se parece mucho a él. Es italiano ¿no? 
—Así es. 
—Caramba. Usted es un tipo grande. Siempre me cayó bien. 
El granjero saludó a Bella con un gesto, dio una palmadita en la cabeza a Gabriela y se dirigió a su tractor.

Antes de que Bella pudiera organizar sus pensamientos, antes de poder preguntarle a Leonardo lo que había querido decir el granjero, Gabriela empezó a bailar alrededor de los dos. 
—Hace un día como en los cuentos de hadas. Ven a verlo, Bella. Es como en el ballet del Cascanueces. ¡Es un día mágico! 
Sam estaba de acuerdo con la niña. Los grandes robles estaban totalmente cubiertos de nieve. Los carámbanos colgaban del tejado del porche. 
—¡Vamos a dar un paseo! —gritó Gabby. 
En realidad, un paseo era exactamente lo que Bella necesitaba y entró en la cabaña para ir a por su abrigo.  
—¿Vas a venir con nosotras? —preguntó Gabby a Leonardo. 

—¿A dar un paseo? 
—Sí. 
Él meneó la cabeza. 
—No. No me apetece hacer ejercicio. 
—El ejercicio es bueno —contestó Bella mientras metía los brazos en las mangas de su abrigo. 
—También lo es una buena hoguera —dijo él secamente. 
Bella le puso mala cara y después le ofreció su mano a Gabriela. 
—Allá tú. Enseguida volvemos. 
Hacía un viento frío. Dieron la vuelta al orfanato hasta el jardín de la cocina. 
—Qué frío hace —dijo Gabriela casi sin aliento.  
—Mira —dijo Bella señalando un carámbano gigante que se había formado en el tejado del edificio—. Parece una cascada. 
—Como los que vimos en Suiza —contestó Gabriela. 
—¿Te acuerdas de ese viaje? 
Gabby apretó la mano de Bella. 
—Fuimos a pasear en un carruaje y cenamos pan con queso fundido. 
Gabby ni siquiera había cumplido los tres años cuando hicieron ese viaje. 
—Eso fue hace dos años. 
Gabby cerró ligeramente los ojos. 
—Fue divertido. 
Jadeaban un poco cuando llegaron hasta el jardín, donde los rosales parecían esculturas de hielo. 
Bella limpió la nieve de uno de los bancos y Gabby y ella se sentaron. Casi inmediatamente Bella pudo sentir el frío del banco traspasar los pantalones. 
—¿Ha venido a llevarme con él? —preguntó Gabby tirando de la manga de Bella



#7004 en Joven Adulto
#29321 en Novela romántica

En el texto hay: amor, ambicion, odio..

Editado: 11.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.