Juego de corazónes

Capitulo 09

—Voy a decírselo —dijo a la mañana siguiente mientras Bella preparaba el desayuno—Quiero que sepa la verdad. 
Bella lo miró insegura y dijo: 
—Estoy de acuerdo... 
—¿Pero? 
—Pero acaba de perder a su padre. 
—Él no era su padre. 
—Ella cree que sí. 
—Por eso creo que debería saber la verdad. 
—¿No crees que son demasiados cambios en muy poco tiempo? ¿El cambio de casa, colegio y ahora vas a decirle que eres su padre? 
—No voy a decirle lo del colegio. 
—Me alegro. 
Se acercó a Bella, tanto, que ella sintió cómo su cintura se llenaba de calor y notó una sensación extraña en los pechos que nunca había sentido. 
—Tu sarcasmo no me está ayudando nada —dijo él. 
—No quiero darle otro disgusto. 
—Es normal que se disguste. Todo lo que le está pasando es demasiado. Pero lo más importante es que yo no voy a separarme de ella. Por fin la he encontrado, la tengo y siempre estará conmigo. 
A Bella le molestó que hablara con tanto sentido común. Ella era la que había estudiado para ser una cuidadora en la universidad Princess Christian de Manchester y había tenido que llevar un uniforme marrón durante dos años. Había sido entrenada para afrontar todo tipo de situaciones difíciles y a tratar con todo tipo de niños. 
En ese instante, empezó a silbar la tetera y la retiró del fuego. 
—¿Cuándo vas a decírselo? —preguntó.  
—Ahora —contestó él. 
—Oh, Leo,¿no podemos esperar un poco? 
Pero no le dejó terminar lo que pensaba. Salió de la cocina, entró en el salón y se agachó al lado de Gabby.  
—Gabby, si consiguen despejar las carreteras hoy, regresaremos a Mónaco. 
Gabby estaba dibujando. Dejó la cera en la mesa y miró a Leonardo. 
—¿Crees que despejaran las carreteras hoy?  
—Eso espero. 
—Yo también. Echo de menos el sol.

—Y yo. Pero cuando volvamos, no vas a ir a vivir en tu antigua casa. Vas a venirte a vivir conmigo... 
—¿Y Bella? —preguntó la niña, interrumpiéndole.  
—Yo también —contestó Bella suavemente. 
—¡Qué bien! ¿Y vais a casaros? —preguntó Gabby. Bella se puso blanca y empezó a menear la cabeza. —No. Leonardo y yo sólo somos amigos. 
—Pero algún día os casaréis, ¿verdad? —dijo la niña insistiendo. 
—No, Gabby. Vamos a volver a Mónaco para que tú puedas volver al colegio y nosotros vamos a ocuparnos de algunos asuntos. Pero no va a haber boda. 
Gabby frunció el ceño y dijo: 
—¿Por qué no? A mí me gusta Leo más que papá. Después de un silencio extraño, Bella continuó: —Tenemos que contarte una cosa. Es algo sobre tu padre. 
—Yo sé lo que es —contestó Gabby.  
—No, Gabriela. Me temo que no. 
La niña suspiró y se reclinó en la silla. 
—Papá no es mi papá de verdad. 
Bella estuvo a punto de perder el equilibrio y tuvo que apoyarse contra el marco de la puerta. 
—¿Lo sabías? 
Gabby sonrió con la boca, pero no con los ojos. Durante un instante pareció una niña pequeña y vulnerable. 
—Tenía un librito. Mi mamá me lo hizo, pero papá Eduardo me lo quitó. El libro decía que mi papá de verdad se llamaba Enzo Belluci. Era un conductor de coches de carreras como Leonardo. Pero yo nunca lo he visto. 
De haber sido cualquier otro niño, Bella habría dicho que se trataba de su imaginación. Los niños tan pequeños como Gabriela no podían tener una visión tan clara de la realidad, pero ella tenía una memoria y una mente incomparables. 
Entonces Leonardo se inclinó hacia adelante. 
—Yo lo conocía Gabby. 
Gabby levantó la cabeza. 
—¿En serio? 
El asintió, levantó a Gabby en brazos y le dio un beso. 
—Estoy seguro de que te hubiese gustado. Él también era mi padre. 
«Cuántos secretos», pensó Bella mientras viajaban a Manchester. Cuántos secretos podía haber enterrados en el alma de cada persona.

Leonardo no era el padre de Gabby. Era su hermanastro. Mercedes no había sido la novia de Leo, sino de su padre. Enzo nunca tuvo la oportunidad de reclamar a su hija porque murió pocos meses antes de nacer Gabriela. 
Bella cerró los ojos y abrazó a Gabriela. Se había quedado dormida en su regazo durante el vuelo de Manchester a Niza en el jet privado de Leonardo.
La vida había sido una serie de sucesos, de causa y efecto. Una cosa llevó a la otra y después a otra. Y por insoportable que parecía, tenía sentido. 
Embarazada, sola y triste, Mercedes había acabado con Eduardo. 
¿Sabía Enzo que iba a volver a ser padre antes de morir? ¿Supo siempre Eduardo quién era el verdadero padre de Gabby? ¿Recordaba Gabby a su madre? 
Bella abrió los ojos al oír pasos sobre la moqueta del avión. Leo se sentó enfrente de ella en uno de los sillones de cuero de color gris suave. 
—Estamos llegando —dijo él— Mi chófer me está esperando. Ahora sólo tenemos que decidir dónde queremos ir. A mi ático en Montecarlo, o a la villa en Cap Ferrat. Decide tú. 
—Yo tampoco puedo. 
—La primera opción es un piso en el centro de la ciudad y la otra es una casa en la península. 
—¿Dónde crees que le gustaría vivir a Gabby? —preguntó ella. 
—En la villa. Está cerca de la playa. 
Hubo una pausa en la conversación cuando apareció la azafata para comunicarles que iban a descender.  
—Leonardo—dijo Bella— Lo que ocurrió ayer... 
Bella necesitó respirar hondo para continuar lo que quería decirle. 
—¿Significó algo para ti? 
—¿El qué? 
—El beso. 
—¿Te molestó? 
—Sólo quería saber qué pretendes. Estoy segura que no significó nada para ti. 
Sólo fue un beso. 
Intentaba decirle que le había gustado pero por alguna razón se estaba equivocando con las palabras. Podía notar por su expresión que, en lugar de confortarle, sólo le estaba irritando más. Algo le había molestado y no había sido su intención. 
—Lo que quiero decirte es que... 
Empezó a quedarse sin voz, se mordió el labio y lo intentó de nuevo. 
—Siento... 
—¿Haberme devuelto el beso? 
Ella se sonrojó.



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En el texto hay: amor, ambicion, odio..

Editado: 11.08.2020

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