Juego de corazónes

Capitulo 10

Basta... 
Bella se tapó los oídos y cerró los ojos porque sabía que había sacado los argumentos y las armas que podría utilizar contra ella. 
Amaba a Gabriela y había descubierto durante su estancia en Chester que disfrutaba de la compañía de Leo.
Tenía demasiado de todo. Era demasiado rico y famoso. Tenía demasiado éxito y era demasiado poderoso. 
Bella miró el acuerdo prematrimonial que todavía estaba sobre el sillón. 
—Charles era reverendo —dijo ella sin retirar la vista del documento—Acababa de terminar de estudiar cuando nos casamos. Nunca pensaba en él. 
Siempre anteponía a los demás. 
—¿Por eso no puedes anteponerte a los otros? ¿No crees que te mereces ser feliz? 
—No es... 
—Te casaste con Eduardo von Tess.
—Sí, por Gabby... 
—Piénsalo bien, Bella. Siempre has antepuesto las necesidades de los demás a las tuyas. ¿Cuándo vas a creer que te mereces ser feliz? ¿Cuándo te tocará a ti? 
Ella vaciló un instante, pero él tenía algo de razón. 
—Puede que no te lo creas, pero soy feliz. Y durante esta última semana lo he sido más. He sido más feliz y libre... 
—¿Esta semana? —preguntó él y después se aclaró la garganta

—¿Te importa si repasamos lo que te ha pasado durante esta semana? Tu marido te abandonó, te dejó en la ruina, te obligó a huir a Inglaterra donde estuviste atrapada en una tormenta de nieve, después descubriste que Gabby no era la hija de Eduardo
y que tú ni siquiera fuiste nunca su esposa. ¿Puedes explicarme por qué has smás feliz? Cielo santo. Tu vida era mucho peor de lo que yo imaginaba. 
Parecía como si él intentara atraparla con sus palabras y ella meneó la cabeza, frustrada. 
—¿Qué es lo que ha hecho que te sintieras mejor? ¿Qué es lo que te ha hecho más feliz? 
Miró a Leonardo, que la estaba mirando con cara de pocos amigos, y de repente se dio cuenta. 
«Era por él», pensó ella. Él la había hecho sentirse mejor. 
—¿Por qué has sido más feliz? —insistió él una vez más. 
—Eso no importa. 
—A mí sí me importa. 
—¿Por qué?

—¿Por qué no? —espetó él—Tú te ocupaste de mi hermana. A lo mejor yo quiero ocuparme de ti ahora. 
—Pues no puedes. Sé cuidar de mí misma... 
—No estoy de acuerdo. Mientras tú te hacías responsable de una niña que ni siquiera era tuya, alguien te estaba humillando económica y emocionalmente. 
Él hizo una pausa y apretó la mandíbula con fuerza. 
—Si te marcharas hoy de aquí, ¿qué harías? ¿Buscarías otro trabajo como cuidadora? 
Sam se puso blanca y se obligó a asentir. Porque eso sería exactamente lo que tendría que hacer. No le quedaba otra opción. 
—Sí. 
—¿Y te parece bien a ti? 
—A lo mejor lo pasaría mal económicamente y tendría que sufrir la pérdida de Gabby, pero estaría haciendo lo que debo. Siempre lo he hecho. 
—¿Huir de la felicidad? 
—No. Me estaría alejando de la infelicidad. Porque ahora soy más feliz que hace una semana. Me siento aliviada de que Eduardo haya desaparecido. La villa en la que vivíamos era una ruina. Las tuberías siempre estaban perdiendo agua y había 
moho en algunas paredes. 
Ella apretó los puños. 
—Eduardo no me quería. Se casó conmigo para quedarse a Gabby, pero al casarse conmigo se ahorró un sueldo. Me alegro de que no estemos casados legalmente. Fue algo horrible. Yo adoro a Gabby, pero ahora tiene a una familia de verdad. Echo de menos tener un sueldo y ser económicamente independiente, y 
ahora que soy libre, no pienso caer en los mismos errores. 
Leonardo empezó a aplaudirla. 
—Bravo. Bien dicho. Estaba esperando que hicieras eso. 
—¿Hacer qué? 
—Defenderte un poco. Y Bella, tienes razón. Tú no tenías un hogar con Eduardo. 
Tenías un hogar con Gabby. Y sigue siendo así. Eso no ha cambiado. Y nunca cambiará. Necesita a una madre, Bella, y tú eres esa madre. Tú debes saber eso al menos en tu corazón. 
Dijo exactamente todas las palabras que ella necesitaba oír y sentía en ese instante. Bella amaba a Gabby como si fuera su propia hija. 
—El acuerdo prematrimonial tiene la intención de protegerte, Bella. Nada más. 
Yo no quiero comprarte ni poseerte... 
—Entonces rómpelo... 
—Bella. 
—Rómpelo —insistió ella. 
Él levantó el documento y lo rasgó por la mitad. Bella suspiró.

—Me casaré contigo —dijo en voz baja— pero con una sola condición. 
—¿Cuál? 
Ella respiró profundamente para reunir el valor de decir lo que sentía. 
—Que será un matrimonio de verdad. No otro matrimonio por conveniencia. No quiero ser una esposa por contrato. Quiero ser una esposa de verdad. Quiero ser una madre de verdad. Quiero sentir que importo de verdad. 
A pesar del gran esfuerzo por no derrumbarse, su voz empezó a temblar. 
—Lo mejor de casarme con Charles fue que sabía que tendría un hogar, un sitio al que pertenecer. Pero cuando él murió, me lo arrebataron todo. 
—No sé lo que te pasó con Charles, pero sé una cosa. Que tú tienes que estar aquí, Bella. Te necesitamos aquí, tanto Gabby como yo. 
Y ese instante Bella dejó de resistirse porque ella los necesitaba aún más. 
Volvieron a Montecarlo después de cenar para que Gabby pudiera regresar al colegio. Carlo notificó al colegio Ludwin para niñas que Gabriela no ingresaría durante aquel curso. Leonardo volvió a sus negocios y le dio carta libre a Bella para que 
organizara la boda. Podía tener la boda que quisiese, su única condición era que se celebrara pronto. 
El tiempo pasó y llegó el día de la boda, quedaban sólo dos horas para la ceremonia. Leonardo le había ofrecido a Bella contratar a una peluquera para la ocasión, pero a Bella le pareció demasiado caro y frívolo. En lugar de eso, Gabby y ella hicieron tiempo en el cuarto de Bella tomando el té hasta que llegara el momento de ponerse los vestidos. 
—¿Tienes miedo? —preguntó Gabby. 
—Estoy un poco nerviosa —admitió Bella—El matrimonio es algo muy serio. 
—Leonardo me dijo que no estabas casada de verdad con papá Eduardo.Que alguien se había equivocado y que sólo habíais sido amigos. 
A Bella le impresionó la explicación que Leonardo le había dado a Gabby. No era toda la verdad, pero lo suficiente para que una niña, particularmente sensible como Gabriela, pudiera entender. 
—Así es. Eduardo y yo éramos amigos. Nunca estuvimos casados. 
—¿Por eso nunca dormíais juntos en la misma cama?—Bella se sonrojó, pero no la sorprendió que Gabby se hubiera dado cuenta. 
—Sí. 
—¿Y vas a dormir con Leonardo en la misma cama? 
—Seguramente —contestó Bella sonrojándose aún más—pero Gabby, ¿te importaría que Leonardo y yo nos casemos primero?



#7015 en Joven Adulto
#29360 en Novela romántica

En el texto hay: amor, ambicion, odio..

Editado: 11.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.