Juego de corazónes

Capitulo 12

Bella contrató a un organizador de fiestas con el que el chef Sacchi había trabajado cuando era jefe de pastelería en La Palme d'Or en Cannes, y después de que el organizador visitara la villa y viera el espacio destinado a la fiesta, prometió que podría crear algo que asombrara a niños y adultos por igual. 
—Haremos nuestro propio festival de circo, ¿verdad? —comentó el joven—Una carpa, un tendido, una alfombra roja y, por supuesto, los números del circo. 
—Mi marido tiene sólo dos condiciones —dijo Bella—Nada de elefantes, porque estropearían los jardines, y nada de tigres. Si uno se escapara, sabe que los vecinos se quejarían. 
—Oh, sí, un marido sabio —dijo el joven, pensativo—Quizá pueda conseguirle un eléfante pequeño, para que no estropee las flores. 
—Lo siento —dijo Bella—Leo lo dejó muy claro. Nada de elefantes, aunque creo que a los niños les encantaría que hubiera ponis. 
Dos días después, comenzaron a llegar los camiones y los diversos trabajadores se pusieron a trabajar en la carpa del circo y los asientos. Colocaron luces dentro y fuera de la carpa, donde colgaron un cartel de color azul con letras doradas escritas a mano. Festival du Cirque Gabriela, rezaba el cartel, y en el centro un enorme cinco de color dorado. 
El organizador de fiestas no se olvidó de nada. Hizo colocar puestos de comida para poder ofrecer a los invitados todo tipo de viandas, desde algodón dulce hasta sándwiches de queso. Contrató también a seis de los mejores payasos de Europa e 
incluso alquiló un pequeño tiovivo en el que los niños podrían montarse. 
La fiesta fue un completo éxito. 
Hubo acróbatas, trapecistas, caballos austriacos blancos y bailarinas españolas. Los payasos se perseguían los unos a los otros, iban de un lado para otro con sus coches en miniatura, se tiraban agua a la cara y trataban de hacer que los cerdos bailaran y los perros hablaran. Para cuando el maestro de ceremonias reapareció al final del espectáculo para dar las gracias a los niños por asistir y para Invitarlos a ir al centro de la carpa a comer pastel, Gabby se quedó sin palabras de la emoción. 
Media hora después de que se hubiera acabado la tarta, apenas quedaba nadie y los empleados de la limpieza comenzaron a desmontar la tienda. 
—Me ha encantado mi circo —dijo Gabby. 
—Ha sido una fiesta estupenda —convino Bella. 
Gabby bostezó mientras asentía y se apoyó contra la pierna de Bella.Leonardo también vio el bostezo, así que se acercó, tomó a la niña en brazos y se dirigió hacia la casa, pero no antes de que Bella lo viera poner cara de dolor otra vez. 
—Puedo llevarla yo —dijo Bella. 
—Ya la llevo yo —dijo Leo dirigiéndole una fría mirada. 
Se dirigieron hacia la villa. Gabby tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de Leo y los ojos medio cerrados. Leo no parecía caminar más despacio que de costumbre, aunque se veía que cargaba más el peso sobre la pierna izquierda. Pero Bella no le dijo nada al respecto, pues sabía que le molestaría. Gabby se quedó dormida pronto aquella noche y Bella y Leo cenaron en su habitación. Después vieron las noticias desde la cama. 
Cuando comenzaron las noticias locales y pasaron de la economía a los deportes, el presentador anunció una trágica pérdida para el mundo del deporte. Nils Hiukka, el dos veces ganador del Indianápolis 500 había muerto en Phoenix, 
Arizona, aquella mañana, después de que se le reventara un neumático en una carrera de entrenamiento, haciendo que se estrellara contra un muro de cemento. 
Leo agarró el mando a distancia y apagó la televisión a toda velocidad. 
—¿Lo conocías? —pregunto Bella.  
Bella esperó a que dijera más, pero no lo hizo. Simplemente se levantó, se dirigió al baño, donde se quitó la ropa, y se metió en la ducha. 
Bella ya estaba metida en la cama con las luces apagadas cuando él regresó. 
Sintió cómo se metía en la cama tras ella y cómo la acercaba a su cuerpo inmediatamente. 
—Estás disgustado —murmuró ella. 
—Fue un compañero de mi equipo. 
—Leonardo—dijo ella dándose la vuelta entre sus brazos—. ¿Cuándo estuvisteis en el mismo equipo? 
—Hace diez años. Antes de que yo me fuera a Italia Motors. 
Leonardo se quedó callado y Bella deseó que volviera a hablar para seguir contándole más cosas, pero no lo hizo. Permaneció en silencio, tenso, completamente distinto al Leo que ella había llegado a conocer. 
Tras varios minutos, Bella se incorporó y le tocó los labios con los dedos. Era tan guapo... Adoraba aquella cara y jamás se cansaría de mirarla. 
—¿En qué estás pensando? —preguntó ella suavemente. 
—En mi padre —dijo Leo girando la cabeza para mirarla—A él le caía bien Nils, pero solía decir que su entusiasmo mandaba por encima de su buen juicio. 
—¿Nils era un temerario? 
—Sus tácticas bordeaban la temeridad, sí. 
—¿Qué tipo de piloto era tu padre? 
—Brillante —dijo Leonardo sin dudar— Sé que no sabes nada sobre carreras, pero mi padre era uno de los mejores pilotos de todos los tiempos. Hace menos de diez años ganó trece Grand Prix en un año. Australia, Malasia, San Marino, España, 
Estados Unidos, Mónaco... Antes de morir ganó cuatro campeonatos internacionales. Sólo Juan Manuel Fangio, de Argentina, ganó más, y eso fue en los años cincuenta. 
—Tu padre parece haber sido un gran hombre —dijo ella. 
—La gente siempre quiso saber su secreto, pero no había secreto para su éxito. Era simplemente él. Su personalidad. Tras el volante siempre era frío,calmado. Pero era increíblemente fuerte. Ganaba porque no se cansaba ni física ni mentalmente. 
Bella se deslizó sobre el torso de Leo le dio un beso en la barbilla y luego en los labios. 
—¿Él te enseñó a conducir? 
—Sí —contestó él con una leve sonrisa—Es curioso. Como conductor era frío y calmado, pero como padre tenía poca paciencia. Se indignaba ante cualquier cosa que lo apartara de la pista. 
—Debió de viajar mucho. 
—Vivía para correr. Tampoco le importaba lo que conducía. Conducía cualquier coche; Corvettes, Ferraris... 
—¿Alguna vez fuiste con él en sus viajes? 
—No. Mis padres se divorciaron cuando yo era joven, de modo que me enviaron a un internado. Lo odiaba. Lo único que quería hacer era conducir. Mi sueño era poder correr algún día con mi padre, formar parte de su equipo. Entonces, cuando cumplí los veintiséis, gané el GP de Francia e Italia Motors, el equipo de mi 
padre, me fichó. 
—Debió de ser muy emocionante. 
—Fue increíble. Pero, claro, no pude correr con él al principio. Yo era el tercero del equipo, lo que significaba que tendría que esperar mucho a que llegara mi turno. 
Odiaba quedarme sentado sin hacer nada. Pero un año después, aquí, en Mónaco para el Grand Prix, el segundo conductor sufrió una lesión y eso me abrió las puertas a mí. Yo quedé segundo aquel día, mi padre primero, y ya nunca más tuve que sentarme como sustituto. 
—¿Así que os ayudasteis a ganar el uno al otro? 
—Los compañeros de equipo se preocupan los unos de los otros. Siento mucho que Gabby no lo haya conocido —añadió—. Debería haberlo conocido. A mi padre le habría encantado. 
—Dijiste que murió meses antes de que ella naciera. 
—Cuatro meses antes. En octubre. En el Grand Prix de Brasil. 
Bella oyó el dolor en sus palabras y recordó la pena que había visto en sus ojos en Cheshire. Y no sólo pena, sino remordimiento. 
—Cuéntamelo —dijo ella suavemente. —¿Contarte el qué? 
—Cuéntame lo que te duele. 
—Ya sabes que me duelen la piernas. 
—No estoy hablando de tus piernas. Hablo de otras cosas, del dolor que sientes dentro de ti. 
Leo levantó una mano y le acarició el pelo, jugueteando con sus rizos entre los dedos. 
—Lo siento, bella. Los hombres no hablan de eso. 
—¿Por qué no?



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En el texto hay: amor, ambicion, odio..

Editado: 11.08.2020

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