La vibración de mi teléfono sonó repetidamente despertándome antes de lo previsto. Abrí los ojos con la intención de ver algo en la oscuridad que inundaba mi habitación, miré el techo blanco por unos segundos y luego sentí lo seca que estaba mi boca, no me quedaba saliva para humedecerla, así que giré sobre mi cuerpo para alcanzar el vaso de agua que tenía encima de mi mesilla blanca. Al girarme lo primero que vi es mi reloj de mesa marcando en números rojos las tres y media de la mañana. Después alcancé el vaso de agua que estaba junto a la lámpara cutre y di un breve trago para satisfacer mi sedienta garganta. Dejé el vaso en su sitio y decidí mirar mi móvil para revisar si tenía algún mensaje y nada más encenderlo quedé cegada por el brillo de la pantalla, entrecerré los ojos hasta bajar el brillo y me encontré con varios mensajes de mi padre. Fruncí el ceño, se habían enviado hace apenas cinco minutos. «Su mensaje es lo que me habrá despertado». Pensé. Entré en su chat y me encontré con varios mensajes que no tardaron en ponerme los pelos de punta.
Papá: Despierta.
Papá: Elisabeth, creo que alguien ha entrado en casa, escóndete.
Impulsé mi cuerpo para levantarme y miré por la ventana que estaba encima del cabezal de mi cama, me asomé asustada mirando la oscura y desolada calle para ver si había algún coche, una furgoneta negra estaba aparcada en frente de nuestra casa. Me volví con rapidez asustada y entonces sentí como algo se paró en mi interior, era mi corazón, había dejado de latir por unos segundos al notar una presencia, al ver una sombra negra al lado de mi puerta parada frente a mí, observándome. Abrí los ojos con fuerza, realmente no sabía si seguía soñando, mi cuerpo estaba completamente tieso, como si cualquier movimiento que pudiera hacer podría causar una reacción violenta, mis ojos se mantenían en los suyos de manera insistente rezando con despertarme de una maldita pesadilla, pero eso jamás ocurriría. Mis manos temblaban bajo las sábanas intentando alcanzar la lámpara que tenía encima de la mesilla, mientras el silencio seguía siendo sombrío sin dejar de observarme desde la oscuridad. Fruncí el ceño al ver cómo su cuerpo se empezó a distinguir entre toda la oscuridad, su tamaño era consideradamente grande, alto, su vestimenta estaba de pies a cabeza de color negro y tenía algo en su mano, parecía ser una jeringuilla. El miedo estaba atacando de forma incontrolable cada parte de mi cuerpo mientras el tiempo se iba agotando. Sentía que se estaba agotando. Mi corazón palpitaba con rapidez apunto de cometer una locura, dirigí una rápida mirada a la lámpara. «Tengo que coger esa maldita lámpara». Pensé. Extendí mi brazo derecho para poder alcanzarla, cogí el cable en mi mano para poder desenchufarla y atacar, antes de poder arrancarla oí como cogía aliento como si aquello fuese un error, como si hubiera previsto mi ataque. Así que no esperé, me abalancé sobre la lámpara, causando una reacción violenta en él, sus largos pies dieron varias zancadas para alcanzarme, agarré la lámpara e intenté darle pero fallé, estaba tan asustada que verle dirigirse con tanta rapidez hacia mí bloqueó cada músculo e impidió que le diera con la fuerza necesaria, apartando la lámpara a un lado con su brazo sin problemas. Sus grandes manos apartaron el edredón a un lado y luego me cogió por los pies de manera brusca y tiró de ellos con fuerza deslizándome por la cama como si de una pluma se tratara, solté un gritó angustiada con la esperanza de que mi padre pudiera oírme, pero no lo hizo, haciendo que temiera por su vida y a la vez por la mía. Me soltó los pies para agarrar mis dos manos que le golpeaban aleatoriamente su duro y fuerte cuerpo. Al agarrarme las muñecas intenté detenerle con mis pies intentando echarle hacia atrás, pero no lo logré.
—¡Papá! —Chillé sintiendo que me dejaba la voz en aquella palabra.
Me agarró del cuello haciendo que sofocara un grito y me levantó de la cama tirándome directamente al suelo. Mi cuerpo chocó contra la alfombra de pelo blanco, seguía asustada y con la mente en blanco, debía defenderme si no quería morir. Solo tenía un par de segundos de escapatoria. Me levanté del suelo apoyando mis dos palmas de las manos sobre el parqué en dirección hacia la puerta como si me estuviera preparando para una carrera de vida o muerte, y por un momento me lo había tomado de aquella manera. Salí disparada.
Cuando estaba a punto de tocar el pomo, sentí sus manos agarrándome por el abdomen y tiró de mí hacia atrás impactando nuevamente con el suelo. No podía ver nada, solo a un hombre que iba a hacerme algo muy malo. Quería salir de allí.
—No me hagas daño.—Supliqué.
Su cuerpo pesado se colocó encima del mío bloqueándome e intentando inmovilizarme. Antes de que pudiera agarrarme por las muñecas, agarré las suyas pillándolo de imprevisto, las puse contra el suelo, pasé mi mano por el espacio que había entre su muñeca y mi cara y apreté con fuerza hacia abajo en la parte inferior del codo llevando su brazo al suelo, impulsé la parte izquierda de mi cadera hacia el lado derecho aferrándome a él como un koala y rodamos por el suelo, estando esta vez yo estaba encima suya y como defensa le di un puñetazo. Le dejé en el suelo por unos segundos y me dio tiempo a volver a levantarme, antes de que él lo hiciera le rematé con una patada en la cara volviéndole a tumbar.
Me dirigí hacia la puerta y la abrí dispuesta a buscar a mi padre, mis pies se frenaron cuando choqué con otro hombre vestido completamente de negro ocultando su rostro, su masa muscular y su altura duplicaban la mía siendo exactamente un mismo clon que el hombre con el que acababa de luchar. Su mano agarró mi camiseta blanca haciéndome recorrer a su favor el pasillo hasta estrellarme contra el tapiz pistacho desgastado.
Aparté su mano con mi antebrazo, iba a volver a contraatacar con un puñetazo pero me lo detuvo en vano y me dirigió hacia él dándome el golpe en el estómago, su mano se aferró en mi cuero cabelludo y echó mi cabeza hacia atrás para que pudiera ver su rostro negro. Le clavé varias veces el codo en el estómago hasta conseguir soltarme, al tenerlo inclinado hacia mi le di otra vez con el codo en la cara y para acabar con él llevé mi pie hasta su entrepierna con un golpe duro y luego le rematé de una patada en la cara dejando caer su cuerpo de espaldas por la barandilla del primer piso.