Inhalé el intenso olor a flores que llevaba la chica nueva, era como si hubiera estado entre millones de flores de distinto tipo y que todo aquel olor se hubiese impregnado en su piel, parecía ser caro, niña pija rebelde. Lo que siempre había soñado tener en mi cuarto.
Salí de la habitación sin entender qué es lo que querían de mí esta vez, aunque debo de admitir que las caras de confusión de los demás chicos me hicieron sentir más importante de lo que realmente era, me hacía sentir como el misterio del año después de lo de Ryan, claro. Me mantuve callado detrás del guardia hasta llegar a nuestro destino, exactamente a la sala de Eric, era raro que yo estuviese delante de aquella puerta, pocas veces había pisado ese sitio. A lo largo de estos años fui dos veces contadas y ninguna de ellas para algo serio.
Nada más entrar me topé con el superior que estaba sentado delante de su mesa. Me hice paso y me adentré en la gigantesca sala con grandes ventanales que dejaban ver la luz de media mañana, había una gran mesa de trabajo, hecha de madera con diseños insignificantes en sus patillas, seguramente esa horrenda mesa costaba más que mi propia vida. Junto a los grandes ventanales había un sillón negro y luego cuatro sillas más de la misma calidad que rodeaban una discreta mesilla de cristal, no pude dejar de mirar el gran logo de la base Odón hecha de metal haciendo juego con las paredes de mármol gris que cubría toda la sala que me recordaba a las típicas casas de ricachones. Cuando uno de los guardias me ofreció asiento en una silla de color negro me percaté de la inmensa biblioteca empotrada en la pared que tenía el superior Eric detrás suya, que estaba llena de archivos, libros y carpetas que jamás descubriría qué es lo que contienen dentro.
—Vernos las caras tan a menudo no nos hace bien. —Bromeó.
Por un momento nos quedamos callados, ambos sabíamos que teníamos cosas más importantes que hacer que reunirnos en una mesa de trescientos dólares sin hacer nada más que observarnos, pero como aparentar era lo primero que nos enseñaban aquí, pues fingíamos ser dos despreocupados sin ningún problema.
—¿Hay algún problema señor superior? —Pregunté sonando a la reencarnación de Juan en carne y hueso.
—¿Por qué crees que te he llamado Leo? —Respondió en un tono cortante, no entendía por qué me llamaba ¿es que acaso quería que le cuente un chiste? Porque creo que nos hemos equivocado de circo.
—No se señor superior. —Dije intentando mantener mis modales a raya.
—Te he citado aquí para decirte que el consejo y yo hemos tomado la decisión de que te conviertas en el próximo líder. —Si hubiera tenido agua en la boca seguramente la hubiese escupido ¿yo líder? se había equivocado de persona.
—Perdone superior, pero creo que no he oído bien. —Me dirigí al superior Eric que me miraba firme y con total transparencia, cogió aire por la nariz y luego colocó sus manos entrelazadas encina de la mesa, señal de que estaba a punto de decirme algo más.
—Como sabrás han habido cambios en las últimas veinticuatro horas, aquí todo se efectúa con rapidez, seguramente te habrán comunicado los últimos cambios, de hecho, cuento con que habrás conocido a la nueva aprendiz, Elisabeth Stuart. —¿Cómo que nueva aprendiz? Los aprendices siempre eran de la edad de un niño no la de un adulto. —El consejo ha decidido que deberías ser líder, comenzando con encargarte de ser su entrenador personal, haciendo parte de tu desarrollo como tal ya que con tu carisma y tu dureza has llevado a tu equipo a ser el más temido y el más respetado de la base como te habrás dado cuenta . —Me quedé en silencio, sí, yo fui uno de los que más intentó hacerse un hueco en esta base, pero eso no implicaba que debía ser líder por proteger a mi equipo.
—Superior ignore mi prepotencia pero ¿tengo cara de niñera? —Le pregunté al imaginarme de niñero. Eso no iba a pasar.
—Es una orden Leo.—Me dijo de forma que me negué.
—Llevo toda mi vida siendo independiente, no he cuidado de nadie, no tengo madera de ser líder, soy la defensa de mi equipo, ellos me dan órdenes y yo las acato. —Intenté explicar lo más calmado posible.
—Y es lo que debes hacer, pero también debes pasar al siguiente nivel, debes saber liderar a tu equipo, debes llegar a ser como Juan, su capacidad de liderazgo no se formó de un día a otro, le asignamos un equipo, el que ha dirigido más de una década y ahora a uno de sus miembros también queremos formarlo para que sea un líder, por su capacidad de enfrentar las cosas y por su carácter firme. Y una de esas pruebas es empezar a entrenar a un miembro más que formará parte de vosotros. —Casi aplaudo su pequeño discurso motivador, pero no podía comparar a Juan conmigo, Juan nació para ser líder, yo nací para simplemente acatar órdenes.
—Señor superior tengo un carácter muy temperamental, ejercer como líder es la decisión más errónea que podéis tomar, esa chica debe ser instruida correctamente y Juan es el mejor candidato para que llegue a ser un buen criminal. —Dije intentando excusarme de una vez.
—Créeme, esa chica debe aprender por las malas, aunque parezca una niña indefensa sabe mucho sobre nuestro mundo, necesita alguien firme y grotesco para que consigamos sacar su lado más criminal y por tu parte te aconsejo a que le pidas unos consejos a tu líder seguro que te ayudará a enfrentar esa parte tan temperamental si quieres ser un gran líder.
—Mi deseo no es ser un líder. —Reafirmé con seguridad. —He sido entrenado para destruir y matar, no para tener paciencia con conejillos de india.
—Si te entregas al cien por cien a esta base este compromiso también hace parte de ese cien por cien. —¿Compromiso? En mi vida me vieron capaz de un compromiso y ¿ahora sí? mis ganas de levantarme de aquel asiento hicieron presencia. El no poder elegir me hacía ponerme de los nervios.
—Entiendo señor, pero Juan nació para serlo, yo no. —Contesté con la esperanza de que me dejara salir de allí sin ningún compromiso.