Juego De Traidores

Capítulo 8: Elisabeth

Abrí los ojos.

Eran las tres y media de la mañana, el techo blanco de mi habitación hizo que diese un brinco de la cama, estaba en mi cuarto. Tenía la frente sudada y el miedo seguía en mi cuerpo como la primera vez, entonces dirigí la mirada a lo profundo de mi cuarto, había alguien allí, esperándome, esperando a que suelte mi último aliento y cuando lo hago, la madera vieja rechina bajo sus botas y entonces sus pasos comienzan a acelerarse hacia mí, apunto de correr para atraparme.

La alarma hizo que el aliento que salía por mi boca fuese eterno y cuando abrí los ojos aún más. Observé las vigas de la cama de mi litera y entonces supe que había tenido una pesadilla dentro de un infierno. Las luces aún no se habían encendido hasta ver el corpulento cuerpo del líder dirigiéndose hacia al interruptor y que sin querer cruzamos miradas.

—Buenos días Novata ¿Qué tal has dormido?. —Sus ojos me miraron con cierto anhelo y al encender la luz quedé completamente cegada por unos segundos. —Te escuché en la noche, parecías tener una pesadilla. —Me quedé de piedra observándole mientras sus ojos buscaban algún tipo de respuesta en mí. Esos segundos se me hicieron eternos hasta que apartó la mirada. —¡Venga, ya es hora de levantarse, moved el culo! —Dijo pegándole una almohada en la litera de arriba donde él dormía. —Venga Jay, sabes que sin ti no puedo levantar a Alexis.

—¿Y sin mí sí? —Escuché a alguien encima de mi litera.

—Buenos días, Jack. —Le dijo serio sin detenerse a mirarle.

Entonces de un salto Jack se bajó de su cama, haciendo que me aferrase a la manta con toda mi fuerza mientras mi cuerpo se encogía.

—¿Vaya, pero a quién tenemos aquí? —Dijo observándome directamente.

—¡David, chicos a despertarse! —Escuché a Juan de fondo mientras se preparaba para tirarle una almohada a un rubio de la litera de arriba.

—Aún no me puedo creer que este sea nuestro último día aquí. —Escuché a alguien con la voz aun ronca.

—No me lo recuerdes Alexis. —Dijo Jay dirigiéndose hacia él.

—¡Leo, arriba! —Entonces fue inevitable al escuchar ese nombre, mi corazón se aceleró más de lo que estaba, su espalda se tensó ligeramente mientras la camiseta se quedaba levemente arriba enseñando una cicatriz que tenía a un costado de su espalda, su mirada no tardó en observar por encima el panorama hasta que sus ojos oscuros se quedaron viendo los míos, entonces note como algo se había activado en él y entonces de un salto bajó de su cama observándome por última vez antes de adentrarse al baño.

—Novata, a prepararse. —Una camiseta golpeó mi cara y entonces vi a Jack que se disponía a ir a los armarios.

—¡No querrás perderte tu primer día! —Dijo alguien desde el baño con cierto tono burlón.

—Venga Alexis, metete a la ducha de una vez. —Vi a Juan salir del baño con la mirada clavada en mí.

—¿Tienes ropa? —Observé la camiseta que me tiraron y después dirigí mi mirada hacia el suelo observando la bolsa.

—Sí.

—Bien, supongo que no tendrás mucha ropa de cambio en esa bolsa, solo lo prescindible. Después de desayunar te enseñaré donde puedes llevar tu ropa a lavar y también coger ropa nueva en caso de que la necesites. —Asentí.

—Gracias.

Observé por un segundo mis manos que seguían teniendo rastro de sangre.

—¡Diez minutos es lo que os queda para salir del baño! —Escuché a Juan gritar. —No te preocupes. —Dijo girando el cuerpo torpemente hacia mí. —Quedan aún treinta minutos para ir a desayunar, puedes tomar el tiempo que necesites en el baño.

¿Me daba treinta minutos solo para mí? ¿Por qué alguien como él sería tan atento conmigo?

—¿Por qué me ayudas? —Pregunté con cierta curiosidad al no entenderlo.

—Supongo que de cierto modo, todos hemos pasado por lo mismo que tú ¿no? —Antes de poder volver a agradecerle se marchó comenzando a pasarles camisetas y pantalones a los chicos para que se pudieran vestir.

Esperé tiesa en la cama viendo como uno por uno acababa de alistarse y sentarse en una única litera que eran las dos camas en la que el Demonio y Alexis dormían. Cuando al fin estuvieron todos listos, los únicos que quedaron de pie en las dos esquinas salientes de la litera fue Juan y Jack que me observaban. Parecían ser los guardias de unos perros que podían llegar a morder si no los detenían.

—Ya puedes entrar. —Me dijo el líder haciéndome una seña con la mano en señal de invitación.

Miré la puerta que quedaba al fondo, todas las miradas estaban puestas en mí, mi corazón latía con fuerza y mis manos temblaban, mi cuerpo no quería salir de la cama, algo me decía que no fuese hacia la puerta, que me quedase inmóvil en la cama mientras que la sonrisa de Juan me incitaba a ir, diciéndome sin palabras que no pasaría nada. ¿Pero por qué debería confiar en ellos?

Aparté la manta a un lado y sentí el frío inundar el resto de mi cuerpo congelándolo en cuestión de segundos, mis pies descalzos tocaron el hormigón y entonces sentí el desequilibrio, sentía el peso de mi cuerpo, el dolor en mi cuello y el escozor de mis pies al andar descalzos. Me aferré a la bolsa que llevo arrastrando conmigo desde que llegué aquí mientras sentía las miradas de los chicos que estaban puestas en mí, en mi cuerpo, cada paso que daba era analizado, miradas curiosas y burlonas, algunas serias y una última llena de rabia, esa mirada le pertenecía a aquel Demonio.

Me adentré al baño dirigiéndoles una mirada por ultima vez, era eterno, fue eterno lo que duró, tiré de la puerta corredera viendo aun sus ojos puestos en mí y cuando puse el cerrojo exhalé cerrando los ojos por un momento.

<Ya estás fuera de peligro>

Miré el baño, no era tan horrible como me lo imaginaba. Dejé la bolsa encima de los lavabos y me detuve a mirarme en el espejo, parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que me había visto en uno, aún seguía conservando algunas heridas sin curar, la sangre seca parecía estar sellada en todo mi cuerpo, mientras que a medida que me quitaba la ropa dejaba ver los múltiples moretones morados y amarillentos. Me miré en ropa interior por unos segundos, estaba hecha mierda y entonces no dudé ni un segundo mas, miré las duchas y me dirigí a ellas. Dejé caer por mi cuerpo el agua templada a pesar de llevar la manilla hasta el final donde indicaba el calor. Cuando sentí el agua caer sobre mi cuerpo sentí el escozor en cada parte de mí, contuve un grito de dolor mientras el agua limpiaba la sangre al fin. Me lavé con el único jabón y champú que me habían dado, no podía disfrutar aquel momento después de todo lo que había sucedido, mi cuerpo seguía tenso, con ganas de salir de allí, miré varias veces el seguro de la puerta de la ducha, mientras no escuchaba nada más que el agua caer.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 10.11.2024

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