Eché mi último aliento mientras la puerta de acero escondía lo que verdaderamente era la base, clavé mis uñas en las palmas de mis manos apretándolas en un puño. No estaba preparada para salir y jamás lo estaría.
—¿Listos? —Preguntó Juan estando en formación.
El líder estaba situado al frente y el Demonio estaba a su lado, Jack estaba a mi derecha y Jay a mi izquierda mientras que David y Alexis estaban detrás, cubriendo las espaldas. Estaba completamente rodeada por unos criminales despiadados que habían prometido protegerme.
La puerta se abrió, mi cuerpo se había encogido y por un segundo me costó dar el paso hacia adelante, el pasillo estaba repleto de criminales, todos vestidos con su uniforme. No tardé en colocarme la capucha de mi chaqueta para camuflarme y salir. Entonces esa masa de gente que iba sin frenos a su destino se detuvieron, nadie se interpondría en nuestro camino, mientras que el líder y el Demonio caminaban rectos con las cabezas bien altas, nadie les miraba, simplemente pararon, agachaban la cabeza evitando verles mientras bajaban la voz, de repente todo ese rebaño de gente se había dividido con tal de dejarnos pasar. ¿Qué significaba esto? ¿Por qué nadie se les atrevía mirar?
—Sigue caminando Novata o se darán cuenta que estás entre nosotros. —Dijo Jack empujándome un poco mas adelante.
—¿Qué es lo que ocurre? —Pregunté confundida. —¿Por qué todos nos dejan pasar?
—Se llaman privilegios Novata y tienes la suerte de tenerlos tu también. —Escuché a Alexis, cómodo en su posición.
—¿Privilegios?
—Camina y deja de preguntar. —Advirtió Jack.
Bajamos las escaleras del gran edificio, todos los pasillos estaban repletos de criminales, guardias armados y... superiores. Entonces lo vi apoyado en la puerta, con la mirada puesta en mí, el superior Eric me estaba observando, esperando. Mis pies frenaron al verle, sentía los latidos de mi corazón palpitar con fuerza, la fatiga estaba dominando mi cuerpo y entonces sentí el impulso de ir hacia él, sabía que me estaba esperando, aquella sonrisa vacilona hacia que las preguntas de mi cabeza y el miedo volvieran a recorrer mi cuerpo sin cesar. Lo único que podía pensar en ese instante era en mi padre.
—¿Novata, qué coño haces? —Cerré los ojos, todos se habían detenido para observarme. Iba a ir a por él.
—Tengo... tengo que ir. —Dije apartando a Jay a un lado para poder pasar.
—¿Adónde quieres ir? —Sentí unos dedos cálidos tocándome, deteniéndome. Me volví rápidamente viendo a Juan tocarme suavemente el brazo. —Allí no hay nadie. —Dijo con un tono suave, fruncí el ceño y giré la cabeza hacia la puerta buscando al superior Eric, no había nadie. —Debemos continuar o se percatarán de que estás aquí. —Asentí.
Llegamos a la planta baja, habían dos puertas y con un cartel encima de ellas que decía comedor. Juan y el Demonio abrieron las puertas de par en par y entonces pasamos a una sala enorme con decenas de mesas, todo lo que nos rodeaba era blanco, incluso el cielo gris que dejaban ver las enormes cristaleras, un montón de arbustos y pinos no me permitían ver más allá, pero por un momento se sintió reconfortante ver el exterior por unos minutos, aunque solo fuese aquello.
Me dispuse a coger una de las bandejas y a seguir a uno de los chicos, fui pasando la bandeja por cada cocinera que servía comida, miré por un segundo hacia atrás al sentir las miradas frías puestas en mi, vi a dos chicas mirarme fíjate que parecían odiarme solo por respirar.
Cuando recogí la bandeja miré que contenía dos huevos fritos con salchichas, un par de tostadas y un yogur de fresa. No podía pedir más, esto era mucho más de lo que imaginaba que nos darían.
Me senté junto a Juan dando la espalda a toda la gente que entraba al comedor y por un momento sentí el escalofrío recorrer mi cuerpo, sentía las miradas curiosas y desconcertadas a la vez.
—Creo que nuestro plan de mantenerla entre nosotros discretamente ha fallado. —Dijo Jay observando el panorama.
—¿Qué esperabais? Sentarla con nosotros fue un error. —Dijo David en un arrebato de cabreo contra mí. —¿Crees que poniéndose una capucha no se darán cuenta? Por favor Juan. —Su mano señaló mi cara como si fuese el intento más absurdo que nadie jamás había hecho.
—Esa capucha no la salva de nada, puedo oler su miedo desde aquí, huele a carne fresca y a todo el mundo le gusta las novedades. —Las palabras del Demonio hicieron que me ardiese la sangre.
—Que se siente con nosotros o no, seguiría siendo carne fresca. —Respondió Juan comenzando a cortar la salchicha.
—Ya pero nunca habíamos tenido a alguien nuevo en nuestra mesa y menos una mujer. —Intervino David con obviedad. Arqueé por un momento las cejas y entonces tomé aire para intervenir.
—¿Qué, acaso sois un clan o un secto privado o algo así? ¿Por qué todo el mundo os mira de esa manera? —Pregunté algo confundida.
Juan tomó aire y resopló al escuchar esa pregunta como si estuviese más que cansado de contar la misma historia.
—Elisabeth nosot...
—Mira Novata. —Interrumpió David sin dejar a Juan explicarse, cogiéndome por sorpresa. —Una vez, toda esta mierda que te rodea hoy, fue creada un día Dios sabe cuando, nosotros fuimos de los pocos supervivientes cuando entraron los primeros niños de prueba, éramos ciento cincuenta y los demás fueron reclutados de otras bases, hoy en día son Superiores o muertos. Nosotros somos los primeros niños que soportaron y no murieron en el intento cuando todos los días decenas de ellos morían o se suicidaban por no aguantar esta mierda. —Explicó frenético apenas sin entenderle, dejándome confundida y con algo más de intriga en su pasado.
—¿La gente de la base reclutaba niños? —Pregunté.
—Sí. —Respondió Jay.
—¿Y que pasaba con la familia de esos niños? —Fruncí el ceño horrorizada al imaginarme dicha escena.
—¿Qué pasó con la tuya? —Entonces esa voz llena de odio arrastrada del infierno me hizo una pregunta. Leo me miraba fijamente, notaba la oscuridad de sus ojos que no dudaron en dañarme con esa pregunta.