Juego De Traidores

Capítulo 34: Leo

El aire fresco de Santo Domingo se sentía como respirar gloria, por fin después de mucho tiempo era un poco libre. Veía a la gente circular por la calle, edificios coloridos que hacían que todo fuera más bello, estaba feliz de estar allí.

—¿Aquí nos vamos a hospedar? —Preguntó David poco convencido del lugar. Sin duda sería mi primera vez en un hotel tropical.

El autobús que nos traía se fue, nos quedamos en fila horizontal los seis, con los equipajes a nuestros pies y con la mirada clavada en el excepcional hotel.

—Podríamos habernos hospedado en un lugar peor, así que podría decirse que me siento un poco valorado por los superiores. —Comentó Alexis frotándose las manos a punto de coger su equipaje.

—¿A qué estamos esperando? ¡Entremos! —Dijo Jay cogiendo a Alexis eufórico por la nuca con una mano para dirigirle hacia la entrada mientras cogía su equipaje sobre su hombro.

Miré a Juan, estaba confirmando a los superiores que habíamos llegado al hotel mientras los demás seguían a Alexis y a Jay que fueron los primeros en entrar. Al estar dentro se sentía la corriente que había por dejar todas las ventanas y puertas del hotel abiertas. El azulejo del suelo blanco con algunos diseños negros en él le dio más vida a las paredes amarillas mostaza con algunas plantas que colgaban del techo, los marcos con fotografías de cantantes importantes del país y con varias lámparas de techo que colgaban de él. Al llegar a la recepción había un hombre que estaba acostado relajado en dos sillas mientras bebía una cerveza y escuchaba la radio en la que sonaba lo que parecía ser salsa.

Antes de ir a hablar con el hombre nos detuvimos en mitad de la recepción, al parecer Juan no encontraba el registro de las habitaciones. El ambiente no tardó en tensarse cuando cuatro hombres más salieron del hotel, parecían conocer al señor que estaba en la recepción porque no tardaron en echarnos un ojo para después quedarse fuera en la puerta, observándonos.

—¿Estás esperando a que nos echen de aquí? —Comentó Leo impaciente. Juan levantó la cabeza de la tablet exasperado al no encontrar el nombre con el que estábamos registrados en el hotel.

—¿Quieres buscarlo tú en esta complicada tablet?

—No quiero romperla. —Le contestó Leo cruzándose de brazos.

Parecíamos unas liebres observadas por tigres, odiaba esa sensación.

—Bueno, la buena noticia es que como se les ocurra echarnos, podemos matarles. —La idea de David me hizo gracia mientras los chicos mantenían una mueca irónica.

—¿Ese es tu mejor plan memo? —Le preguntó Juan pulsando con su dedo índice sin parar sobre la pantalla enervado.

—¡Claro! Matemos a todo el personal de un hotel, en fin, qué más dará, solo quedaremos expuestos. —Le replicó irónicamente Leo.

—No le hagas caso Leo, él solo tiene pájaros en esa cabeza. —Dijo Alexis guiñándole el ojo. Jay le observó detenidamente ante su gesto y le apartó a un lado.

—Anda dame eso. —Jay cogió en un rápido movimiento la tablet que sujetaba Juan. Mientras tanto se nos acercaron los hombres de la entrada, me tensé aún más.

—¿Necesitan algo? —El hombre se llevó una mano a su cadera, parecía llevar un arma dentro del pantalón, mientras David miraba a Alexis con la idea de matarlo.

—Sí. Necesito que le diga a todos sus hombres que están aquí husmeando que aparten la mirada de nosotros y si no es capaz de hacerlo que se mantenga al margen hasta que encontremos nuestras habitaciones. Gracias. —Dijo alto y claro Jay mientras buscaba con rapidez en la tablet, Juan sonrió en modo de disculpa mostrándose tenso.

El hombre miró a su compañero desconcertado ante la respuesta de Jay, frunciendo ligeramente el ceño.

—Creo que estos extranjeros están buscando problemas. —Escuchar eso hizo que entrase en pánico, lo último que necesitaba era un tiroteo masivo.

Los chicos no tardaron en fulminar a los cuatro hombres que no dudaron en enfrentarlos, cada uno llevada un arma escondida pero eso no les intimidó para nada, los chicos no abandonaron su posición en ningún momento, parecían estar muy seguros de que aunque no tenían armas ganarían la batalla igualmente.

—¡Eh! ¡Deja a esos chicos en paz! ¡ya me encargo yo de ellos! —La sorprendente intervención del recepcionista me hizo calmar todas las alarmas.

Juan miró brevemente con desconfianza al señor que se incorporaba de los asientos en el que había estado acostado todo este tiempo. Los cuatro hombres no tardaron en mirarnos mal antes de irse, dejándonos solos con el recepcionista.

—Soy Luis. —Se presentó. —Hacía tiempo que no venían por aquí gente como vosotros. —Fruncí el ceño, algo extrañada ¿es que sabía a que nos dedicábamos?

—¿Qué sabes exactamente sobre nosotros? —Preguntó Juan, manteniendo la guardia.

—Sé que con solo un tío de este grupo hubiese matado sin problema a esos cuatro que intentaban aparentar algo. Además, que tres habitaciones son muy pocas para seis mercenarios. —Aquello me pilló por sorpresa, el hombre no tardó en sonreír mientras sacaba tres llaves que serían nuestras habitaciones.

Juan no tardó en sonreír aceptando las llaves.

—Luis, eres el hombre más decente con el que he hablado hasta ahora, no te causaremos muchos problemas. —Le aseguró Juan.

—Bienvenidos a Santo Domingo. —Dijo finalmente subiendo la música mientras tomaba otro trago de su cerveza.

Todos cogimos nuestros equipajes, nuestras habitaciones se distribuían en dos plantas, una en la segunda planta y dos en la primera.

—Bien, es hora de decidir un par de cosas. —Dijo Juan parándose en un amplio pasillo formando todos un círculo. —La primera es con quién vamos a dormir estos días. —Noté un pequeño nudo en el estómago, tres habitaciones son muy pocas para seis criminales, tendríamos que dormir dos personas por habitación y eso de cierto modo me ponía nerviosa. —Beth es la única mujer de aquí, así que decidirá con quién va a querer dormir.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 25.04.2025

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