El sonido de las sirenas me despertó del trance en el que me encontraba. La gente empezó a moverse alrededor de su cuerpo, sin importarle que estuviera en el suelo. Huyendo del lugar. Todo pareció ir en cámara lenta. No fui capaz de acercarme a ver si aún respiraba. Pero tampoco me importaba. Se lo merecía por lo que me había hecho. La masa de personas a mi lado me comenzó a empujar para huir de la escena con la llegada de la policía. Pasé por su lado a toda velocidad, pero logré observar el cuerpo frío, sin vida. Sobre su cabeza un gran charco de sangre la rodeaba.
Un estruendo de una pistola me obligó a volver a la realidad, frente a mí, otra chica cayó muerta con sus ojos abiertos, suspirando su último aliento, con una mancha roja en su abdomen. Aquello me sorprendió, la conocía. Era mi mejor amiga. Me quise detener para volver a verla, pero los sacos de hueso y carne, no me habían dado chance, me obligaron a huir.
Voy buscando poco a poco mi ropa por el departamento tratando de no hacer ruido. Mis pies tocan el frío suelo a medida que voy recorriendo el lugar. No fue una de esas noches para memorar, al contrario, esta es una de esas que prefieres olvidar y de las cuales tus amigos te molestaran toda la vida por haberte acostado con cierta persona. Mientras me estoy poniendo los pantalones el chico en la cama se mueve buscándome.
— Mmmm... — escucho un quejido ronco. Tomó el primer móvil que encuentro y veo que ya es muy tarde.
— ¡Ay no! — solté al ver la hora.
— No me digas que ya te vas cariño — susurró mi acompañante que por desgracia no recuerdo su nombre y no es que me interese, no pretendía repetirlo.
— Sí, algunos tienen que trabajar para vivir Mike — me subí rápidamente los pantalones y busqué mis zapatillas.
— Soy Jonathan — suspiró y al momento agregó — Haz el desayuno — gruñó debajo de las sábanas el rubio.
— No corazón, no soy tu sirvienta, si lo quieres, hazlo tú — terminé de colocar mi camiseta y agregué — No estoy interesada — sentencié y de fondo lo escuché decir: "Si quieres repetirlo en tu celular está mi número". Claro que no, no pensaba repetirlo.
Salí de aquel departamento a toda prisa en dirección al que compartía con mi hermano. No era la joya del lugar, pero es suficiente para ambos. Traté de tomar un taxi, pero parecía que ninguno estaba disponible. Opté por correr ya que se me hacía tarde para ir a mi primera clase de la universidad.
— Hola soy Lucas, deja tu mensaje — me respondió el contestador de llamadas.
— ¡Todo el día con el bendito celular y no contesta! — corté, así que mientras trataba de conseguir un taxi, se me ocurrió llamar a Emily.
— Lena, divina, ¿A qué se debe tu llamada? — contestó del otro lado.
— Emi, ¿me podrías prestar tu apartamento para bañarme?
— ¿De dónde vienes y qué hiciste? No, espera, no quiero saber lo segundo — podría imaginarme su cara de asco en estos momentos, lo que me hizo sonreír.
— Lo siento, me fui del departamento con alguien y olvidé por completo que hoy temprano tenía clases.
— Bien, tranquila, yo aquí te presto ropa — me comentó.
— Gracias bebé, te veo en un momento.
Asumo que mi hermano no debe ni de acordarse de que ayer fue su cumpleaños, y que quizás al darse cuenta de que yo no estaba, seguro también aprovechó el momento para hacer de las suyas. El estrés de la universidad se puede sacar con cualquier cosa y si te dejas llevar, se pierde la noción del tiempo.
— Odio los lunes — me quejé saliendo del baño.
— Que le eches la culpa a los lunes, no hará que lleguemos temprano — dijo riendo Emi. Sus ojos negros estaban rodeado por unas ojeras, no tan notorias debido al maquillaje, que me observaban con gracia.
— Lo sé. Pero necesito quejarme de algo. — comente riendo. Entré a la habitación y me dispuse a cambiarme, me coloqué la ropa y me sequé unos segundos el cabello, coloqué mis zapatillas y salí con chaqueta y mochila en mano.
— Luego te regreso tu mochila — comenté mientras arreglaba un par de cosas dentro — Y tu ropa.
— Descuida, yo tengo tu ropa — comentó mientras se ataba su largo cabello negro azabache en una coleta alta.
— A este paso usaremos la ropa de la otra — negué divertida.
Observé su atuendo y traía consigo mi camiseta negra que acompañaba con una hermosa falda rosa y una campera de jean que combinaban perfectamente.
— Quién diría que ya te falta poco para ser doctora.
— Aún me falta mucho — excusó algo tímida.
— Ey, siempre serás mi doctora favorita — la abracé.
Mientras íbamos saliendo, ya en el auto, los recuerdos de la noche anterior vuelven a mí. Aquello había sido muy nefasto. Ahora sé que quien presume mucho es porque quiere agrandar algo que no tiene.
— Lena. Ya llegamos — me sacó de mis pensamientos — Creo que la ducha no te hizo efecto, sigues dormida — apago el motor del auto, a lo que yo solo negué.
— Si lo siento, anoche no dormí mucho que digamos — comenté.
— Diu que asco, no quiero saber, espero que hayas usado preservativo, baja ya.
Salí de prisa y en el lugar no había mucha gente, la mayoría seguro estaba en sus clases y esperando a la siguiente. Entré despacio en la clase y me acomodé en un lugar donde un par de ojos avellanas llamaron mi atención, un amigo de mi hermano y mío también, me observaba desde el fondo, Leonel Díaz.
— Hey, hola — habló Leo que se vino a sentar a mi lado. Sus rizos castaños, un poco revueltos eran indicio que estaba desvelado. Vaya a saber Goku el porqué.
— Hola, ¿has visto a Lucas? No me contesta las llamadas — susurré.
— Ah, sí, bueno, digamos que anoche no es como que haya dormido mucho — rió, a lo que yo solo negué y me dispuse a tomar algunos apuntes, que por razones lógicas no entendía absolutamente nada.
Al salir de la clase, busqué entre mis cosas mi agenda para verificar mis horarios y me tocó clase dentro de una hora, lo que me daba tiempo para ir a la cafetería y pedir algo para desayunar.
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Editado: 15.11.2024