Juegos de Sangre

Capítulo 2

— ¡No! ¡Ey! ¿¡Pero qué te pasa!? — grité enojada hacia el televisor, la frustración de perder contra Leo, quien hace trampa cada que juega, era de otro planeta.

— Eres muy predecible y lo sabes — se burló.

— Ey, mentira, soy una muy buena estratega, pero eres un tramposo — le tiré con el cojín que estaba a mi lado.

— Eres muy mala perdedora, eso es lo que eres — hablo alguien en mí oído.

— ¡Deja de aparecer de la nada! Por amor de Dios, juro que te pondré un cascabel — le amenacé mientras trataba de recomponerme del susto. Maldito James.

Al girar, observé que estaba mi hermano con James y otros chicos más.

— ¿Hace mucho que estás aquí? — preguntó Lucas, mientras tomaba lugar a mi izquierda.

— Si — hice una pausa — Desde el mediodía y fuimos a comer en Tony's

— ¿Quedó? — me interrumpió James.

— Nop

— Lena...

— ¿Sí, James? — lo corté mientras lo miraba de reojo, ya que puso uno de sus brazos alrededor de mi cuello. Sus ojos estaban fijos en los míos, resultaba más intimidante de cerca. Con esos ojos podía ver hasta mis pecados.

— Sé que tienes para comer, pero no me vas a dar — dijo haciendo cara de perro mojado.

— A ti te doy y no pizza— le contesté coqueta, a lo que él solo rodó los ojos. Miré mi caja de pizza que aún contenía una porción. Exacto. Mí caja de pizza. No le iba a dar, la comida no se comparte. Bueno, no es que mi abuela me haya enseñado eso, pero ella no está aquí, o ¿sí?

— Bien tendré que buscar... ¡Ey! — dijo mirando mi preciado tesoro.

Oh no James, acabas de fijarte en algo imposible.

— Ni te atrevas Denver — achine los ojos.

— Claro que lo haré — dijo yendo hacia mi hermosa caja de pizzas. No esperé a que se aproximara a su objetivo y desde el sillón salté sobre su espalda, lo que provocó una pérdida de equilibrio de él. No puedo hacer mucho contra alguien de metro ochenta y puro músculos. Sentí como su espalda se puso rígida ante mi contacto e hizo fuerza para evitar que cayera, no podía impedir que la tomara, pero podía intentar frenarlo.

— Claro que no — traté de tirarlo al suelo.

— ¡Lena! Bájate — expuso riendo, hice fuerza para caernos, pero sentí sus manos intentando agarrar mi cintura y tratar de sostenerme, pero en eso siento como pierde el equilibrio y terminamos cayendo hacia atrás. Mi espalda comienza a doler por el impacto que me deja un poco sin aire. Era doloroso tener como ochenta kilos arriba tuyo.

— Veo que disfrutas de tu colchón — solté con poco aliento.

— Dije que abajo — me susurró sobre mí rostro de manera agitada. Notaba su pecho agitado subir y bajar al igual que el mío. Se encontraba sobre mí. Con sus piernas a mi costado y sus manos sobre mí cabeza, mientras que las mías estaban sobre su pecho.

— Ya te gustaría tenerme abajo — le sonreí y me miró confundido, pero al segundo sonrió mientras humedece y se mordía el labio inferior, cosa que se me hizo muy sexy. Uf maldito James.

— ¡Ey tú! Bájate de mi hermana, depravado sexual — lo oí gritar a mi hermano — Acabo de pedir más, así no están como animales peleando por comida — bufó.

Estuvimos un rato bromeando, llegaron las pizzas, luego de tomar una porción me dirigí al garaje, seguida de James que también estaba por salir a quién sabe dónde. En todo el camino le recrimine mi dolor de espalda y este no podía parar de reírse, haciéndome responsable de mi dolor. Lo cual era cierto, pero me gustaba discutir sin tener razón alguna.

Observé mi cross azul, tomé mi casco y me lo coloqué. La llevé en marcha hasta la salida. Mientras esperaba que terminarán de pasar los autos.

— Sigo sin entender cómo te gustan estas cosas — comentó a mi lado en dirección a su auto.

— Supongo que todos le tenemos amor a algo que nos puede matar.

— Es probable, o simplemente tenemos tendencias suicidas — comentó riendo — Así que, ¿vas a la casa de Nat? — me miró sin mucha emoción.

— ¿Te gusta? — dije con picardía, me gustaba molestar en mi tiempo libre, sobre todo porque sé que hablan de vez en cuando.

— En lo absoluto, es irritante — hizo cara de asco fingida, mientras afirmaba sobre el manubrio de mi moto — Te estas quedando sin nafta — me avisó.

— ¿Qué? — miré el tablero y me di cuenta de que era cierto — Maldición, no me va a alcanzar para llegar — pensé alguna opción que no implique, caminar con la moto a cuestas.

— Hay una gasolinera cerca de aquí — me informó — Te llevó si quieres — dijo amable poniendo su mejor sonrisa.

— Claro, andando — me moví un poco hacia atrás y para que así pudiera subir —¿Quieres el casco? Porque hay uno en el garaje...

— No, está bien así — interrumpió y se subió sobre la moto.

— ¿Sabes cómo conducir? — pregunté. Era una de mis grandes preguntas estúpidas. Hasta donde sé, solía tener una.

— No lo hago desde mi accidente — dijo, a lo que me quedé sorprendida. Sentí su cuerpo tensarse al momento que se puso frente a mí. El calor que emanaba desde su cuerpo atravesaba su camiseta azul y llegaba a mi cuerpo. Me sentía muy pequeña a su lado, tener un metro sesenta no ayudaba mucho.

— ¿Has tenido un accidente? — cuestioné curiosa, si bien hacía varios años que nos conocíamos, no lo sabía todo de él.

— Sí, sucedió hace mucho, pero es algo de lo que no me gusta hablar — mantuve el silencio, dando por terminada esa conversación. Aunque, me quedé con la intriga de saber qué pasó.

Llegamos a la gasolinera y mientras James cargaba, yo iba a comprar algo.

— Creo que tú vives comiendo — comentó riendo mientras observaba mi paquete de papas fritas.

— Es uno de mis pasatiempos favoritos — agité mi cabello en signo de diva. Pagué la nafta y salimos de la gasolinera.

El camino de regreso fue tranquilo, sin mucha conversación como es de esperarse de James. Al dejarlo emprendí viaje a la gran casa de Nat.




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