Juegos de Sangre

Capitulo 10

— No me digas que recién te estás bañando — rondó los ojos mi hermano entrando a la habitación.

— Está bien, no te lo digo.

— ¿Encontraste algún vestido ayer? — preguntó mientras se tiraba a la cama y jugaba con mi almohada.

— Si, conseguí uno en color rojo — me puse desodorante y buscaba mis zapatillas debajo de la cama.

— Atrás de la puerta — señaló. Las tomé y me las coloqué — Tenemos que ir a arreglar el salón — soltó de repente.

— ¿Tengo otra opción? — él solo negó, tomé mis lentes de sol y emprendimos viaje al lugar para hacer lo solicitado.

Eran las diez de la mañana y realmente estaba muy cansada, en la noche casi no pude dejar de pensar en que hoy James pelearía. Su cabeza y la mía estaban en la mira de gente peligrosa. No podía tomarlo como un chiste, así como Matt me lo quiso hacer creer. La ansiedad no me estaba dejando tranquila y mis uñas estaban pagando el precio de aquella ansiedad. Emily va a matarme cuando me vea.

Al llegar al lugar, había varias personas bajando las mesas y los chicos ordenando las sillas, mientras que Emi y Nat estaban poniendo manteles en las mesas. Me acerqué a las chicas y me saludaron muy enérgicamente.

— Lena, ¿Qué les hiciste a tus uñas? — me retó Emi. Yo solo sonreí apenada y me dispuse a hacer el trabajo asignado.

Pude ver como James, Felipe y Leo estaban entre risas por algún motivo que desconocía. No entendía cómo James podía estar tranquilo y relajado cuando en las próximas horas su cabeza y la mía estarían en bandeja de plata sobre la mesa. Trate de hacer caso omiso a eso y hacer bien mi trabajo.

— Asumo que esos anteojos son para cubrir una horrible noche de pasión, que claramente no fue conmigo — dijo divertido James a mis espaldas mientras se sentaba en una de las sillas.

— Si hubiera sido horrible no estaría desvelada — le seguí el juego. 

— Sigues rompiéndote las uñas cuando estás ansiosa — indicó.

— ¿Qué te puedo decir? A veces no sé como controlar mi ansiedad.

— Dame tus anteojos — James se acercó a mi espacio tan rápido que me dejó sin reaccionar.

Su imponente altura me obligó a mirar hacia arriba y su perfume me dejó paralizada. A través de los lentes pude apreciar el hermoso color de sus ojos celestes. Era como tener un pedazo de cielo en ellos. Él pareció darse cuenta que me quedé atraída por su rostro y aprovechó aquello para sacarme los lentes.

— Ey, tienes los ojos rojos — comentó preocupado — ¿Estuviste llorando?

— Me estaba drogando — bromeé y le di la espalda. Realmente, estaba llorando por la rabia y la ansiedad que toda la situación al lado de James me estaba provocando.

— Dime, algo te sucede — antes de poner una excusa me cortó — Y no digas que no, ayer estabas igual, incluso te escribí porque estaba preocupado por ti y no respondiste, al igual que el otro día que te pedí que me avisaras — dijo indignado — ¿Es por lo que pasó en la biblioteca? — cuestionó en un susurro, sentí mis mejillas arder ante aquel recuerdo que me había hecho fantasear con él recorriendo mi cuerpo.

Realmente no tenía una excusa para esa acusación y como si el universo me estuviera escuchando, apareció Felipe para interrumpir nuestra conversación.

— Hola reina — pasó sus brazos sobre mis hombros y se dirigió a James — Te la robo un segundo — no esperó a que contestara y me sacó de allí — Me debes una hamburguesa — susurró cerca de mi oído.

— Gracias — le sonreí. Estaba siendo una cobarde en no decirle, pero no sabía cómo enfrentar esta situación. ¿Qué le diría? “Ey James, ¿Por qué no me dijiste que estabas en algo con Nat? O ¿Acaso no piensas en que esta noche nuestras cabezas van a tener un tiro al blanco? O ¿Estando en algo con Nat, dejaste marcas en mi piel que me están haciendo fantasear contigo?”

— ¿Qué “gracias”? Me debes una hamburguesa — me soltó riendo y nos dispusimos a seguir ordenando las mesas.

En lo que fue de la mañana, me mantuve alejada de James, quien estaba interesado en sobrevolar alrededor mío y Nat a su alrededor. Estaba siendo una situación al punto de que se estaba volviendo molesta e incómoda tanto para mí, como para los implicados.

— Muy bien chicos, el salón está quedando muy hermoso — habló Alba, la madre de Emi quien estaba a cargo de todo.

— Estoy trabajando yo. Todo lo que hago siempre sale perfecto — comentó egocéntrico Leo.

— Ay niño, sigue así y te vas a quedar horas extras — advirtió divertida — Bien chicos pueden ir a almorzar ya terminaremos nosotros — informó.

— ¿Vamos al McDonald? — preguntó Emi, emocionada agarrada del brazo de Nat.

— Ese plan me sirve — comentó Lucas que estaba sobre la espalda de James. A veces no entendía que pasaba por la cabeza de estos chicos.

— Claro, sigue agregando peso al burro — se quejó este.

— Tú te ofreciste — sentenció mi hermano.

Mientras volvíamos noté que había dejado mis anteojos dentro, volví sobre mis pasos y lo encontré sobre la barra. Los tomé y al voltear James está frente a mí.




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