Jeanne enredó pasta en el tenedor y la contempló antes de comerla. No había parado de observar su comida desde que se sentó en ese lugar con Matt.
Estaba en la típica mesa de instituto, esa que se encontraba más llena que el resto, y sonaban carcajadas cada dos segundos. Se sentía fuera de lugar porque apenas consiguió recordar un par de nombres —solo porque formaban parte del club de teatro—, pero ahora que estaba saliendo con Matt, todo el mundo sabía el suyo.
Dio un sorbo a su bebida y suspiró, esperando ver a sus amigas en la entrada de la cafetería. Había accedido a sentarse en esa mesa solo hasta que ellas llegaran, pero se habían retrasado, faltaban poco más de diez minutos para que terminara el receso.
—Oye, Jeanne —la llamó Hugo, uno de sus compañeros de teatro que estaba sentado frente a ella. El chico era bastante popular dentro del club, pues siempre obtenía los papeles principales, pero no se imaginó que sería cercano a Matt—. Ya van varios días que no vas al club. La profesora se ha preocupado por tus ausencias.
—Hablaré con ella más tarde —comentó, sonriendo con la boca cerrada, ya que temía tener salsa de tomate entre los dientes—. Gracias por avisarme.
—De nada, dile a Matt que deje de acapararte. —Le guiñó un ojo y ella volteó a su derecha para ver a Matt.
Él levantó la vista, al parecer también había estado ensimismado en su plato hasta que mencionaron su nombre. Lanzó una mirada de confusión alrededor de la mesa y regresó a ella, encogiéndose de hombros para pasar un brazo a su alrededor y atraerla a él.
—Déjame ser feliz, torpe —comentó y eso de alguna forma pareció ser algo divertido, porque todos empezaron a reír.
—¡Jeanne! —la llamó Micah agitando una de sus manos para saludarla. Estaba junto a Mónica, a unas cuatro mesas de distancia de ella y Matt.
Sus amigas vieron que la mesa estaba llena y se acercaron con lentitud, buscando otro lugar con la mirada, pero cuando un par de chicos distinguieron a Micah, se pusieron de pie, haciéndole señas para que ocupara sus lugares. Aunque, la verdad, ella esperaba irse de esa mesa con sus amigas y no quedarse con compañeros de los cuales ni recordaba sus nombres. Se sentía como una grosera, aunque esa no fuese su intención.
—¡Micah! Aquí, te puedes sentar aquí —comentó uno de los chicos que estaba babeando en dirección a su amiga rubia.
En una de sus conversaciones anteriores con Matt, él había dicho que ella daba la apariencia de no tener ni una amiga, pero se le olvidó el pequeño detalle de que una de sus mejores amigas era Micah, esa hermosa chica rubia, de ojos verdes, alta, de cuerpo atlético y muy inteligente, aunque un poco floja con los estudios, que llamaba la atención por donde fuese que pasaba. Todos los chicos querían salir con ella, sin embargo, su amiga estaba más centrada en correr detrás de una pelota que en voltear a ver quiénes corrían detrás de ella.
Mónica también era su amiga, una pequeña morena, de tez aceitunada y ojos oscuros, con una sonrisa encantadora y una expresión sexy cuando su rostro se tornaba serio mientras estudiaba o participaba en alguna conferencia estudiantil. Tenía más tiempo de conocerla y su amiga pudo tener a medio instituto detrás de ella de no ser porque ya estaba en una relación y su novio era... bastante conocido y respetado porque era universitario.
En sí, ella y sus dos amigas no eran nada invisibles, cada una destacando en deportes, en lo académico o en las artes. A decir verdad, estaba dudando encajar en ese molde de normalidad que Matt le estaba pidiendo, pero daba igual, ya había aceptado y no le quedaba más que disfrutar por un tiempo de lo que se fuese desarrollando en ese juego.
Apoyó su cabeza en el hombro de Matt y, de repente, su mesa se quedó en silencio. Notó que todos sus compañeros, incluyendo a sus amigas, estaban con la vista fija en ellos, como si esperasen algo más. Pero ella solo quería descansar en el hombro de Matt, no era ningún intento de coqueteo.
—¿Qué pasa? —se atrevió a preguntar.
—La última vez que estuvieron así de acaramelados terminaron dando un espectáculo frente a todo el instituto —comentó una de sus compañeras son una sonrisa forzada. ¿Por qué siempre la mayoría de las mujeres tenía que dedicarle expresiones así? ¿No podían solo ser buenas compañeras y ya? Sin problemas y enemistades por un simple chico—. No se sorprendan de que todo el mundo espere algo similar de nuevo.
—No volverá a pasar —dijo Matt con seriedad—. De ahora en adelante ese tipo de muestras de afecto serán solo para nosotros dos. No somos ningún espectáculo para nadie.
—Era broma —comentó la chica con nerviosismo.
—Para mí no —respondió Matt y siguió comiendo.
El ambiente se volvió tenso en casi toda la cafetería.
El receso terminó y Jeanne caminó junto a Matt hasta los casilleros, él estaba un poco extraño ese día. Es decir, no es como si llevasen toda una vida pretendiendo ser pareja, apenas habían pasado tres días desde su «confesión», pero no reflejaba esa usual confianza.
En lugar de seguir viéndolo, tomó su mano y lo detuvo a mitad del pasillo.
—¿Te pasa algo? —le preguntó, y Matt lució sorprendido.
—¿Por qué?
—Estás con la mirada perdida desde que llegamos al instituto esta mañana y minutos atrás fuiste un tanto extraño con los chicos de la mesa —le señaló, y él se rascó el mentón evitando su mirada—. ¿Está pasando algo malo?
—No, es que... —Suspiró con frustración—. ¿Qué clase tienes ahora?
—Tutoría, usualmente estamos en la biblioteca hasta que termina la clase, ¿por?
—Bien, yo también tendré Tutoría —comentó apretando su mano.
—Mentiroso, tienes Física.
—Ahora ya no.
El profesor pasó asistencia y ella tomó un libro antes de ir a la pequeña mesa en el rincón más solitario de la biblioteca para unirse a Matt, que estaba con la vista fija en el teléfono celular y el ceño fruncido.