La gente siempre ha dicho que la familia debe ser lo más importante en tu vida y siempre debes de anteponerla ante cualquier situación, ella debe de ser tu prioridad y debes preocupar el bienestar de cada uno de los individuos que la componen así debas de sacrificar tu propia felicidad, porque si tu familia no está bien ¿Cómo puedes estarlo tu?, muchas veces en nombre de ese ideal de "protección a la familia sobre todas las cosas", se han arruinado muchas vidas por el egoísmo de los individuos que la componen, se han sacrificado vidas, sonrisas, alegrías, felicidad, pero sobre todo la paz y tranquilidad que te debe de trasmitir un hogar, pues bajo ese ideal donde se protege a los que te hacen daño muchos individuos han tenido que callar e incluso vivir con miedo mientras que las personas que han causado todo eso siguen pensando que fue la mejor decisión que pudieron haber tomado.
Bajo esa creencia de que la familia debe de sacrificarse a cualquier costo por la felicidad de los demás, un señor espera pacientemente en la sala de espera de aquel frio despacho, tenia alrededor de una hora esperando ser atendido, su pie se movía de arribaba a bajo, sus manos sudaban y cada cierto tiempo intentaba alisar su traje aunque este no tuviera ninguna arruga, pero en su mente él deseaba estar perfecto para el momento en que lo recibiera, el señor estaba nervioso, muy nervioso, tanto que no sabia donde colocar sus manos para que estuvieran quietas, la secretaria lo deba un par de miradas de vez en cuando sin expresar ninguna emoción, pero en su mente le desagradaba tener a ese tipo ahí. Los minutos pasaban y los únicos sonidos que se podían escuchar era el de los dedos golpeando las teclas del computador, con este silencio se podía escuchar las manecillas del reloj avanzando, tic tac, tic tac, una y otra vez tanto que a la larga el sonido comenzaba a irritar.
Hartó de estar tanto tiempo sentado, el señor se levantó y comenzó a caminar por los alrededores bajo la atenta mirada de la secretaria, la cual ahora mostraba su disgusto porque él estuviera tan cerca del escritorio y la puerta, pero el señor no noto eso, simplemente siguió caminando y de vez en cuando se detenía cerca de la puerta con la intención de captar un sonido que indicara que la persona de adentro terminará con su reunión y por fin pudiera atenderlo, pero nada, no podía captar ningún sonido, pues era como si la habitación estuviera completamente vacía, frustrado camino hacia la secretaria la cual esta vez no contuvo sus mala cara hacia esa persona.
—Señorita, ¿cree que me vaya a atender pronto? —preguntó con duda, la secretaria solo le dedico una mirada y siguió escribiendo en su computadora como si no hubiera escuchado su pregunta —. Tengo mucho tiempo esperando —insistió, pero solo logro que la secretaria lo mirara mal y siguiera ignorándolo.
Frustrado por no recibir respuesta regreso de nuevo a su asiento para esperar nuevamente, su pie comenzó a moverse después de un rato, sus manos eran su único entretenimiento, ya que al entrar al despacho su celular había sido confiscado y no sería entregado hasta que abandone las instalaciones, eso era una medida de seguridad para mantener todo lo que puedan decir o hacer en secreto, todos los que laboraban aquí eran personas importantes incluyéndolo a él, fue por eso que en su mente no podía entender porque lo hacían esperar por tanto tiempo, era frustrante que aún con su posición tuviera que estar esperando como si fuera un simple civil.
La manija de la puerta se empezó a mover y las risas se comenzaron a escuchar una vez que la puerta fue abierta, la secretaria se puso de pie y despidió a todos los funcionarios que iban saliendo de la sala, todos eran hombres importante y funcionales para esta sociedad o al menos eso es lo que les hacían creer al pueblo, pues en esa junta de vital importancia donde tuvieron al señor una hora esperando lo único que hicieron fue jugar cartas y charlar de como estuvo el partido del sábado, pero en ningún momento tocaron temas de importancia para la sociedad, porque al parecer para ellos era más importante un juego de futbol que la seguridad de sus ciudadanos. Entre risas y estrechamientos de manos uno a uno de los funcionarios fue abandonando la sala hasta que en ella solo estaba la secretaria y el presidente los cuales comenzaron a conversar como si no hubiera un sujeto sentado en las sillas que tenia más de una hora esperándolo y mucho menos que se estaba muriendo de los nervios.
—Señor — se atrevió por fin a interrumpir su conversación, no quería que lo siguieran ignorando ni mucho menos deseaba perder más tiempo.
— Sigues aquí —dijo el presidente cuando se dio cuenta de su existencia —. Corrijo, ¿Por qué sigues aquí?
—Necesito hablar con usted —contestó con miedo, mientras se acercaba a paso lento.
—¿No te dije que lo sacaras? —preguntó a su secretaria.
—Lo intenté, pero se negó a irse —contestó la secretaria mientras miraba al hombre con desprecio —. Y los guardias están tan acostumbrados a su presencia que no lo vieron como una amenaza.
—Vaya idiotas —el presidente estaba molesto, porque su equipo de seguridad no servía para nada —. Tienes cinco minutos, después de eso lárgate.
El presidente camino de regreso a su despacho, pero dejó la puerta abierta para que aquel hombre que estuvo dispuesto a esperarlo más de una hora entrara y le dijera lo que tenia que decirle, solo esperaba que no lo hiciera perder el tiempo, porque estaba tan de buen humor que no quería que ese idiota se lo arruinara; el hombre entro con su maletín y alisando su traje tratando de borrar las falsas arrugas que no tenía, pero que servía para controlar sus nervios, el presidente hizo un ademan para que se sentara frente a él y espero pacientemente a que el hombre comenzará hablar, pero no lo hizo, sino que se quedo en silencio observando al presidente. Los nervios le estaban ganando y el ambiente que se sentía en la oficina no ayudaba a calmarlos, al contrario, solo hacía que sus nervios aumentaran más y comenzará a sudar aun cuando el aire acondicionado estaba encendido, aun así, empezó a sentir calor a pesar de que la oficina estaba lo suficientemente fría como para pensar en utilizar un suéter.