Ava Hood
Limpio la mesa de las migajas que dejaron los comensales anteriores, centro el diminuto florero (Lo cuál solo contiene una flor de plástico), acomodo las sillas y enderezo el mantel. Le doy una ojeada y me parece perfecto, mis ojos caen en las otras cinco mesas más que me esperan.
Me encamino a la siguiente y ejecuto el mismo procedimiento, no sé porque aún no llega mi compañero, pero me urge que este aquí. Tenemos mucho trabajo y no puedo con todo sola.
Escucho la campana anunciar que un nuevo cliente ha llegado, cierro con fuerza mis ojos antes de voltearme para ir a atenderlo.
—Buen día, y bienvenidos a Donas Vic, unas donas de la victoria—Saludo con cansancio, odio decirlo cada vez que hay un nuevo cliente.
Los dos chicos se miran entre sí antes de soltar unas pequeñas carcajadas y darme una mirada de empatía.
—Solo dinos dónde sentarnos, chica—Un rubio de ojos azules y con un toque simpático e infantil se adelanta—. Yo quiero todas las donas que se puedan comprar con...—Sacó su billetera y la observó, luego observó al castaño a su lado—Todas las donas que se puedan comprar con lo que traiga mi amigo en su cartera.
Sonreí, los guíe amablemente a su mesa, tomando el pedido, prácticamente trote hasta entrar a la cocina y dejarle la nota a Georgía Nolan, esposa de Víctor Nolan, ambos dueños del lugar.
—¿Dónde está Robert?—Preguntó la pelinegra. Estaba a punto de hablar cuando una tercera voz me interrumpió.
—Es Bee mamá, Bee—Mi mejor amigo y estúpido compañero de trabajo apareció por la cocina colocándose el pequeño delantal de mesero.
Georgía me miró con suavidad, luego miró a su hijo antes de gruñirle.
—¡Ayúdale! El lugar se está llenando, si tu padre viene y nota que estabas de vago te va a castrar, Robert—Reprocha en amenaza. Apuntandolo con una espátula.
Mi amigo bufa antes de salir de la cocina conmigo a rastras. Se inclina un poco antes de susurrar en mi oido.
—Aún si me castran ambos sabemos que hay algo más que me dará placer—Le golpeo el hombro juguetona.
—No es momento para tus bromas gay—Me quejo, pero una pequeña sonrisa se forma en mis labios—¿Pasaste la noche con Marcus?.
Lo veo asentir rápidamente y mis ojos se abren antes de gritar entre susurros. Me pongo sería nuevamente y ambos nos vamos a seguir trabajando. Unos dos pedidos más tarde, al entregar las notas a Georgía está me entrega las donas de la mesa nueve, unas siete donas de distintos sabores. Las llevo con cuidado hasta la misma mesa en la cual se encuentran sentados los dos chicos de hace un rato. Ellos están allí esperando, al verme los ojos del rubio se disparan, pero solo por el contenido en mi plato.
Coloco las donas en la mesa y los veo atentamente tomarlas, el rubio de ojos azules toma la dona de fresa con chispas de colores. El delgado castaño de ojos azules y semblante serio toma la de chocolate.
—¡Son estupendas!—Chilla el rubio con algunas migajas y glaseado alrededor de su boca—¿Que opinas, Edan?
El castaño se limita a asentir antes de darme una rápida mirada, sonrío para el rubio ya que el entusiasmo que emana es contagioso y me ha caído bien.
—Me alegra escucharlo, trabajamos todos los días, espero verlos pronto—Me despido luego de que el castaño me pagará el costo de las donas.
Me adentro a la barra para darle el dinero al encargado de la caja. Le echo un vistazo al reloj que se encuentra en la pared, aún me faltan dos horas para que mi turno acabé, inhalo para tomar un poco de paz y me recuerdo a mí misma porque estoy haciendo esto. Arreglo mi atuendo, mi cabello y vuelvo al ruedo.
Asher Scott
Dejo que mis dedos disfruten del contacto con las finas cuerdas, cada que las rozo con ligereza estás emiten afables sonidos, pero aún así no logro capturar una sincronización en las melodías que transmiten. Mi voz se mezcla con las notas musicales para recrear una pequeña canción, al percatarme de que he logrado crear una rima de la cual estoy seguro que irá bien, tomo el cuaderno que está a mi lado, con ayuda de un bolígrafo anoto exactamente lo que acabo de decir, le doy un vistazo y no puedo evitar sentir un cosquilleo en mi interior, está tomando forma.
Cierro los ojos y me dispongo a disfrutar del maravilloso momento, una guitarra, la soledad, creatividad y yo. Nadie más, es perfecto.
—¡Llegó tu perra, nene!
El estrepitoso sonido de la puerta siendo abierta de una forma tan brusca causo que mis dedos bajarán con ferocidad por las cuerdas de la guitarra produciendo un sonido de auténtico dolor (Esto claro si la guitarra pudiera sentir). Le lanzo una mirada helada al rubio.
—Pensé que se quedarían más—Miro al castaño que entra después de él, este se encoje de hombros.
—Mezclar a Jarek con azúcar no es un buen plan, tampoco lo es que yo sea el único que tenga que soportarlo—Explica sin ánimos antes de dejarse caer en el viejo sofá.
Una bolsa de papel aparece en mi campo de visión, alzo el rostro para encontrar al rubio extendiendola en mi dirección, la tomo sin saber que contiene.
—¿Media dona? —Cuestiono rotando mi mirada entre ambos chicos.
—En realidad era una dona completa, pero ya que Edan se negó a comprarme más, no tuve otra opción que tomar prestada una pequeña porción de la tuya—Jarek explica rápidamente, lo veo registrar el pequeño refrigerador en busca de una lata de refresco—Claro que si no la quieres no tengo inconveniente en comerla.
—¿Cuántas comió? —Pregunto al castaño, Edan alza su mano derecha mostrándome todos sus dedos, en su cara una mueca de enojo.
—Tenías que ir con nosotros ese lugar es muy alegre, y las donas son increíbles. La mesera es hermosa y...
—¿La mesera? —Pico, alzo mis cejas con picardía, el rubio se encoje de hombros dándole un trago a la soda, su pie tamborilea rápidamente en el suelo recreando una melodía.