Lo desconocido asusta. Esas eran las palabras que utilizaba mi abuela, para cubrir la negligencia de mis padres hacia mi persona. O al menos lo hacía, hasta que cumplí los 16 años.
A esta edad, se iniciaban las negociaciones de matrimonio, para asegurarle un puesto en la sociedad, a chicas que tienen alguna cercanía con la realeza. Yo soy hija de un duque, el cual tomó por esposa a una cortesana avariciosa.
Producto de su amor, nacimos mi hermana gemela y yo. El nombre asignado para ella, fue Beatrice, mientras que a mí, me nombraron Juliette, y me dejaron a merced de mi abuela, tras descubrir una noche, que soy un tanto especial.
Mi habilidad para ver las almas y emociones de las personas, aterró a mi familia, y me acusaron de nacer maldita, o en su defecto, de ser una bruja, la cual manifestaba sus poderes a temprana edad.
La única persona que salió en mi defensa, fue mi abuela materna, Gisselle. Quien me acogió como si fuera su propia hija, y me crió hasta hoy día. Sin embargo, ella no perdonaba el abandono que tuvieron mis padres conmigo.
─Pronto se celebrará un baile, Juliette─ me comentó aquella tarde nublada, mientras el viento hacía bailar sus blancos cabellos. ─buscan presentar a todas las jóvenes en sociedad, para buscar una prometida a los príncipes de Altair. Irás conmigo, y serás presentada debidamente─ aquel comentario me heló la sangre, pero podía notar la determinación en sus ojos.
Dejé mi taza de té, sobre la fina mesa de madera, pintada de blanco. Las intenciones de mi abuela eran claras. Si mis padres no me presentarían en sociedad, entonces ella lo haría a como de lugar.
─Como usted ordene, amada abuela─ y sonreí.