La tensión en la mansión era palpable. Después de la confrontación en el coche, Liam e Isabella se evitaban como la peste. Los desayunos eran silencios incómodos, las cenas inexistentes. Isabella pasaba sus días en la biblioteca, sumergida en libros, o en el jardín, intentando encontrar algo de paz. Liam se encerraba en su estudio, trabajando sin descanso, o eso parecía.
Un día, la señora Evans, con su habitual seriedad, se acercó a Isabella.
—Señorita Isabella, el señor Liam ha tenido un problema con la empresa. Parece que hay una auditoría inesperada y necesita ayuda con unos documentos antiguos. Me ha pedido que le pregunte si podría... echarle una mano. —La señora Evans parecía tan sorprendida como Isabella por la petición.
Isabella frunció el ceño. ¿Liam pidiendo su ayuda? Era inaudito. Él siempre la había considerado inútil, una carga. Pero la curiosidad, y quizás una pizca de esperanza, la impulsaron a aceptar.
—Claro, señora Evans. Dígale que iré a su estudio.
Cuando Isabella entró en el estudio de Liam, lo encontró rodeado de pilas de documentos, su rostro tenso y frustrado. El lugar, normalmente impecable, era un caos de papeles y carpetas. Liam levantó la vista, sus ojos oscuros mostrando una mezcla de sorpresa y... ¿alivio?
—Gracias por venir —dijo, su voz más suave de lo habitual—. Necesito encontrar unos contratos de hace cinco años. Los de la fusión con la empresa de los Miller. Parece que hay un error en los registros y la auditoría es inminente.
Isabella asintió, acercándose a la mesa. —Entiendo. ¿Hay alguna forma específica en que estén organizados?
Liam suspiró, pasándose una mano por el cabello. —Deberían estar en las cajas con la etiqueta "Miller Fusión". Pero no los encuentro. He revisado todo.
Isabella comenzó a buscar, con una metódica que sorprendió a Liam. Ella no era solo una cara bonita, o una "chiquilla consentida". Tenía una mente aguda, organizada. Después de un rato, encontró una caja en el fondo de un armario, oculta detrás de otras. La etiqueta era casi ilegible, pero ponía "Miller Fusión".
—Creo que los encontré —dijo Isabella, sacando la caja. Liam se acercó rápidamente, sus ojos brillando con una chispa de esperanza.
Abrieron la caja juntos. Dentro, estaban los contratos que Liam buscaba. Pero también había algo más. Unas fotos antiguas. Fotos de Sarah. Y de Isabella. Y de Liam. Fotos de ellos tres, sonriendo, en un picnic, en la playa. Fotos de un tiempo antes de que todo se rompiera.
Liam tomó una de las fotos. Era Sarah, riendo, con Isabella a su lado, ambas con helado en la cara. Él estaba en el fondo, sonriendo también. Un recuerdo que había enterrado profundamente. Isabella lo miró, sus ojos fijos en la imagen.
—Sarah siempre fue tan... luminosa —murmuró Isabella, su voz teñida de nostalgia—. Siempre me protegía. Siempre me decía que no me preocupara por nada.
Liam asintió, su mirada aún en la foto. —Sí. Siempre te protegió. A veces, demasiado.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Isabella, mirándolo a los ojos.
Liam dudó, luego suspiró. —Sarah... ella siempre quiso que tuvieras una vida fácil. Sin las cargas que ella sentía que tenía. Por eso, a veces, te mantenía al margen de las cosas. De las responsabilidades. De los problemas. Quería que fueras feliz, sin importar el costo.
Isabella sintió un escalofrío. ¿Era por eso que Sarah la había mantenido tan "ingenua"? ¿Por eso Liam la veía así? Una nueva perspectiva sobre su hermana, y sobre sí misma, comenzó a formarse.
—Nunca lo vi así —dijo Isabella, su voz apenas un susurro—. Siempre pensé que era porque no era lo suficientemente buena. Que no era tan inteligente como ella, o tan fuerte.
Liam la miró, sus ojos suavizándose un poco. —No. No era eso. Sarah te adoraba. Y quería protegerte. A su manera.
El silencio se instaló entre ellos, un silencio diferente al habitual. No era tenso, sino... comprensivo. Habían compartido un secreto, una verdad sobre Sarah que los unía de una manera inesperada. Liam se dio cuenta de que Isabella no era solo la "chiquilla consentida" que él había imaginado. Y Isabella vio una grieta en la armadura de Liam, un atisbo del hombre que había amado a su hermana. Los contratos fueron encontrados, pero algo más importante había sido descubierto: un terreno común, un punto de partida para una conversación que nunca habían tenido.
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Editado: 31.08.2025