K A R M A

1. La Sangre Siempre Te Delata

1. La sangre siempre te delata.

¿Podrías admirar algo que fue hecho a base de esclavitud, abuso de poder, sufrimiento y sangre? Claro que sí porque no analizas de qué o cómo se hicieron ciertas cosas.

Las pirámides de Egipto son una belleza para la vista, hecha por esclavos, los edificios de Emiratos Árabes seguramente fueron dibujadas por las delicadas manos de un exquisito y talentoso arquitecto pero hechos con las manos destrozadas de obreros que se la pasan construyendo edificios y casas pero que no cuentan con una propia y se podría seguir enumerando lugares y te preguntas ¿Cómo con el dinero que recaudan en esos lugares puede ser que no sean ricos los que las construyeron? Básicamente es como alguien que salta a la fama con una canción que es un hit y todos la cantan y bailan pero a nadie le importa quien la compuso sin embargo ese famoso se lleva todo el crédito y los millones que seguirán aumentando por los siglos de los siglos amén.

 

Es irónico que al mundo lo gobiernen los ricos y que sean los pobres quienes los ponen allí arriba en lo más alto.

 

Y todo esto es un simple pantallazo de la vida cotidiana, aunque creas que conoces algo o a alguien en realidad no tienes idea, no sabes qué ocurrió antes de que llegues, no sabes qué pasó en el cuarto en el que duermes, no sabes lo que fueron capaces de hacer los que te juzgan o te quieren, un mosquito es un ser frágil e inofensivo que solo quiere un poco de tu sangre para sobrevivir, lo puedes matar con la la yema de tus dedos pero el insecto tiene la capacidad de transmitirte un virus que te lleva a la muerte.

El pequeño no es tan débil y el gigante no es tan fuerte.

Un día frío, gris con viento suave, le agrega un toque de melancolía al lugar que desde ya es triste, no es un sitio agradable para ir pero es el único al que llegarás con certeza lo quieras o no.

El nudo en la garganta probablemente ya lo tienes antes de llegar y se convierte en lágrimas apenas cruces la puerta. A veces no es que hayas superado lo que sea que marcó tu vida simplemente convives con ello.

 

Luego de recorrer el lugar llega a su destino, se coloca de cuclillas y acaricia la lápida.

—¿Cómo es posible que hoy sean tres años y no haya día que no piense en ti? Te echamos mucho de menos aquí, me voy a casar y me faltará mi padrino de bodas...— la vista se le vuelve borrosa, respira hondo y mira al cielo — No quiero llorar, no quiero recordarte con lágrimas porque tú eras alegría, tenías ese algo que hacía que hasta el más malo y despiadado confiara en ti... Si hay otra vida espero volver a encontrarte.

[..]

Un trago que luego asciende a cinco hasta convertirse en tres botellas mezcladas con cigarros y alguna que otra pastilla, si no muere después de todo aquel descontrol es porque aun no es tiempo.

La música hace mover a todo el mundo que parece feliz, ella no lo está, nunca lo va a estar. Había sido un día fatal y solo quería perder la conciencia.

—Todo el mundo puede irse al demonio.

Habla para si misma al tiempo que rechaza las llamadas entrantes hasta que harta de tanta insistencia lo arroja contra la pared y lo rompe.

—Ninguno puede darme lo que quiero asi que no me jodan.

Directamente ya bebía de la botella y se balanceaba de lo mareada que se encontraba, de igual manera no le impedía bailar y toquetearse con cualquiera que se le cruce hasta terminar encima de un extraño en el baño.

No se sentía satisfecha, no era a quién quería, no era a quién deseaba, no era a quién amaba, no era a quién extrañaba, no era a quién necesitaba, no era él.

Se quita de encima y lo deja allí sin dar ninguna explicación, aparta a todo aquel que se acerca hasta llegar a la salida, se sienta afuera y enciende un cigarro, los recuerdos aturden en su cabeza, tapa sus oídos y cierra los ojos a la vez que la sacude para dejar de pensar, quería gritar, llorar pero era demasiado orgullosa para dejar que todos la vean así.

—Oye ¿Estás bien? — un tipo alto y guapo se le acerca, lo mira y lanza el cigarro.

—¿Me ves mal? — responde con una sonrisa falsa, él no sabe bien qué responder.

—Mira, yo debo entrar a trabajar pero si vives por aquí puedo acompañarte, te prometo que no te haré daño.

—Es lo que dice la persona que más te lastima luego...— susurra y le extiende la mano para que la ayude a levantarse, se abraza a él en el momento en que todo se le da vuelta.

—¿Quieres que llame a un médico?

—Solo quiero ir a casa pero antes ¿Dónde es que trabajas? — pregunta mientras lentamente van caminando a donde ella lo guía.

—Seguridad en el Banco que está a cinco cuadras ¿Dónde vives tú?

—A cinco cuadras del maldito banco.

Le extrañaba la amabilidad del joven, no confía en nadie pero tampoco les teme, sabe que puede ser mucho más peligrosa que ellos.

En las calles obviamente no había nadie, algún que otro auto pero no más.

Al llegar a la puerta de dicha entidad bancaria se detienen allí.

—Yo puedo seguir, tú entra y gracias por todo — le palmea el pecho en agradecimiento pero él la detiene —¿Qué? ¿Quieres un beso, follar aquí? La idea no me desagrada pero he bebido un montón, he fumado y mi aliento no es el mejor así que no te lo recom...— explica sin embargo la calla con un beso, y si a él no le importaba a ella menos, lo lleva a la parte trasera del banco por donde no pasa nadie porque es un callejón, lo empuja contra la pared a la parte más oscura donde no daba la luz, le muerde el labio a la vez que le toca la entrepierna haciéndolo gemir — ¿Te apetece aquí mismo o quieres faltar e ir a un motel? — le va quitando la camisa mientras él la atrae contra su cuerpo haciéndole sentir su creciente erección.

—Siempre quise hacerlo al aire libre...— responde tomandola de ambas piernas para enrollarla a su alrededor — Estuve observándote toda la noche...




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