K A R M A

6. Amar Duele

6. Amar duele
 

Una pesadilla.

Eso era, no puedo abrir los ojos porque ya están de par en par, no es un mal sueño, está pasando y cuanto más lo pienso menos entiendo. Era demasiado obvio como para no verlo. Fui advertido, hasta por mi propia cabeza, elegí usar un velo que me tape los ojos y unos audífonos a todo volumen que me impidan escuchar, las pruebas están en mis manos goteando sangre, quemándome la piel y me siento vacío, no sé qué es real y qué no. Miro a todo el mundo y siento que me mienten, hasta el cuerpo que está dentro de un cajón bajo tierra esconde cosas. Desconozco a todo aquel que me rodea, no sé qué hacer, solo siento una oscuridad naciendo dentro mío. Unos sentimientos que hasta ahora no había sentido y no sé a dónde me llevarán, tengo miedo, no solo de ellos, también de mi.

[..]

Hace horas venía acomodando los libros en orden alfabético, por sección, lustrando, separando los que necesitan arreglo, en plena concentración pese a estar siendo observada constantemente. Aquella biblioteca pertenece a un orfanato, mientras hacía sus tareas se ponía a pensar que estos lugares son uno de los mayores abastecimientos de esperanza, de un hogar, del calor de una familia que pueda entender y ayudar a superar los traumas cuando entiendas que es muy probable que tu verdadera sangre te abandonó, que estar allí fue mejor que quedarte debajo de un puente, en plena calle a la deriva, en una casa donde el hambre, la violencia o el abuso abundaba. Una criatura no lo entiende a corta edad, solo lo expresa y ni siquiera sabe el porqué de su accionar, eres grande y la tortura mental empieza a arrasar si tampoco tienes contención.

Suspira al sentir el calor de la intensidad de sus pensamientos, oye las risas de los pequeños correteando mientras son reprendidos por no tener cuidado por donde van, también podía escuchar conversaciones pasajeras de parejas buscando adoptar. Ayer en la tarde se fueron trillizas de seis meses que fueron abandonados en el hospital donde nacieron, en la mañana del día de la fecha un niño de catorce fue adoptado cuando la esperanza se había esfumado para él. No todos quieren a los más crecidos y muchos de ellos se crían aquí y luego deben marcharse por la mayoría de edad. Se imagina a ella en un pasado alternativo en esa situación, y mira todo hasta este segundo creyendo que hubiera sido lo mejor.

—¿Sabes? — habló cuando notó que no había nadie más alrededor —Sé que es tu trabajo pero ¿Por qué tengo la sensación de que me miras como si fuera que te debo algo? — detiene la pelota de tenis que estaba lanzando al aire una y otra vez, baja los pies de la mesa y se sienta recto, ella seguía con su actividad esperando una respuesta.

Se da la vuelta para verlo, solo se encontró con una mirada fría.

—¿No lo recuerdas?— pregunta incrédulo— Yo creí que solo me ignorabas.

—Te ignoraba, claro que lo hacía, pero también sé que me ves de una manera extraña y no es por el hecho de que le haya clavado una navaja a un tipo en la mano— relame sus labios, no podía creer que no se acuerde de él, le daba justo en el orgullo, Sheila entrecierra los ojos y comienza a preguntarse cosas, luego ríe —Espera...— dice y suelta una risita, él permanecía serio cruzando sus brazos— ¿Tú y yo..? — él no movía ni un músculo— ¿Tú y yo tuvimos sexo y no lo recuerdo?

Mira a todas partes tratando de no enfadarse.

—¿Eres Diego?

—No.

—¿John?

—No.

—¿Ryan?

—¡Claro que no!

Exclama claramente molesto.

—Me llamo Wesley, Wesley Price.

Ella abre la boca pero nada sale de allí.

—Lo siento, sabes en verdad lo siento, es que a veces salgo de fiesta y me meto cosas no solo por la boca, se ve que también por otros sitios y no lo recuerdo — explica y se da cuenta que no ha elegido las palabras correctas pero ya qué más da.

—Te he dejado mi número pero jamás llamaste, puede que lo hayas olvidado pero la pasamos realmente bien esa noche, larga noche.

Un fuego le recorre al escuchar aquello, Wesley era realmente guapo, bastante digno de deseo, pero como ya lo dijo, no lo recuerda.

—Oye, me halaga que al menos tengas un buen recuerdo mío pero de verdad no tengo sé quién eres ¿Me disculpas al menos?

Vuelve a dirigirse a él, deja la pelota de tenis apoyada en la mesa y aclara su garganta.

—Sigue con tu trabajo.

Contesta seco dejándola incrédula.

—Luego no digan que una no intenta ser amable.

Susurró para sí misma cuando lo ve irse.

—Hola.

Oye detrás suyo, le sonríe.

—¿Qué tal, Charlotte?

La chica llevaba su uniforme puesto y la frescura que siempre la acompaña, se recuesta en el marco de la puerta.

—¿Has visto a Wesley? Debería estar aquí vigilándote.

—¿Es uno rubio, mirada intensa como si a veces quisiera matarte?

Charlotte ríe con aquella descripción.

—Exacto.

—Acaba de irse a no sé dónde.

—Qué extraño...— se adentra del todo y toma el lugar donde estuvo antes Wesley — ¿Cómo estás tú? No tuve oportunidad de hablarte directamente pero Will me ha contado sobre sus charlas, espero que no te moleste.

—Es tu prometido, lo raro sería que no se cuenten nada, y no te preocupes que no me molesta.

—Es extraño que tú y yo nos conozcamos de antes, compartamos equipo pero tu vínculo con él sea un poco más cercano — Sheila se detiene un momento tratando de captar un posible mensaje subliminal.

—Oye Charlotte, si crees que yo soy una amenaza en tu relación, tienes que saber que...

—No, no, tranquila... — la detiene — Otra persona insegura de su pareja le molestaría que una persona tan preciosa como tú ande rondando pero no es mi caso, sería muy estúpido de mi parte que me moleste que tenga amigas, y me alegra que un tipo como él se acerque a ti para ofrecerte ayuda, William es de esas personas con un corazón tan grande que cuesta creer que sea real.




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