K A R M A

7. Ya Me Lo Has Quitado Todo

7. Ya me lo has quitado todo.

—Está completamente desquiciado si cree que dejaré que te expongas a semejante peligro sabiendo que tus padres han perdido un hijo, no lo voy a permitir, ninguno de nosotros entrará a Scorpions, prométeme que le dirás que no a su locura, hazlo William.

 Pide casi con desesperación, él está realmente preocupado, sus ojeras y ojos cansados no hacen más que agregarle un toque más de dramatismo a su petición.

—Cálmate ¿Sí? — ríe molesto y arroja bruscamente la servilleta en la mesa

—Lo estás considerando...— se cruza de brazos y desvía su vista tensando la mandíbula — El dinero que te ofrezca por hacerlo no vale nada, te aviso, y no porque sea poco, sino porque es un suicidio entrar allí siendo un puto policía que quiere destruirlos.

—¿Me puedes escuchar y mirar, Erick? Lo único que haces es enfadarte y no dejarme hablar — lo regaña como a un niño pequeño — No he hablado con él, no sé si es algo firme o solo una posibilidad pero a esto nos dedicamos, y si no soy yo será otro y enfrentará los mismos peligros.

—Prefiero que sea otro William, ya te lo he dicho, piensa en tu familia.

—De todas maneras, ¿Porqué ir por ellos en un momento donde no hay rastros suyos? Donde no ha habido nada relacionado a su porquería, seguramente fue una idea estúpida que se le cruzó en el momento, relájate ¿Sí? Todo está bien y tú estás muy estresado.

Dice tratando de reconfortarlo palmeándole la mano.

[..]

Erick le pagó el viaje al taxista, arrastrando los pies ingresó a su hogar, todo estaba en silencio.

—¿Mamá? ¿Thomas?

Pregunta pero nadie contesta. Se deja caer en el sofá, con la mirada perdida y miles de voces debatiendo en su cabeza. Siempre ha sido alguien que sacrifica su ser para poner a otros por delante, aunque eso signifique matar sus deseos, sus propósitos, su felicidad es la felicidad de los demás. No puede estar bien si los que quiere no lo están, por eso su bienestar es más esporádico que el del resto. Construye su cuerpo con partes ajenas, las cuales nunca van a coincidir. Su corazón está lleno de buenas intenciones excesivas que lo llevan a olvidarse de su propia existencia.

Ahora está allí, preocupado por su amigo, también por su madre y su hermano. Está cansado pero su mente sigue buscando soluciones para ellos. 

Perder a su padre, la desesperación por no saber qué hacer por su familia, las adicciones de su madre, la condición de su hermano que de vez en cuando se complica, su corazón arraigado a un imposible, lo han llevado por un camino difícil de retroceder y lo peor es que esto último con las únicas personas con las que podía hablar de aquello ya no están, otra espina, otro puñal que escribe con su lapicera llena de gotas de sangre en su cuaderno de remordimientos. 

—No hagas tanto ruido Thomas, tu hermano está durmiendo.

—Lo siento mamá.

Regaña Amaia a su hijo mientras guardan los alimentos que han traído, Erick descansa profundamente, lo observa y va en busca de una manta para taparlo, luego deja un ligero beso en su frente. Al pensar en sus dos hijos, la culpa se asoma, es consciente que los lastima, es consciente de su adicción, promete cambiar pero el proceso es duro, y si bien se incrementó al perder a su marido, ya había pasado por esto causando grandes crisis familiares, aquella desgracia la trajo de nuevo al juego, y no es solo la pérdida, es despertar un día y darse cuenta de su realidad, de que su vida no es la que alguna vez quiso, que no está siendo capaz de controlar algo que daña por tres. Lo intenta una y otra vez, está bien pero vuelve a recaer ante la mínima nube oscura que se forma en su mente, y el dinero que le da su hijo para terapia, a veces termina siendo gastada en una tienda, precisamente en el sector de bebidas. 
 

La noche se siente fría, está más oscura que de costumbre, el viento leve es de esos que cuando los sientes tienes la sensación de que te quieren decir algo, un susurro inaudible con un sonido tenebroso, de los que producen escalofríos, te aceleran el corazón y en todo lo que piensas es en llegar a casa para estar a salvo. Camina y camina aumentando el ritmo de sus pasos, gritos desgarradores de ayuda se unen a la escena. Se detiene tratando de encontrar una ubicación más precisa, se vuelven a oír y no paran, aturden, retrocede y comienza a correr usando esa voz como gps, la sigue oyendo pero por el eco no parece que provenga de arriba sino debajo de sus pies, se puso de rodillas y acercó su cabeza para ver si estaba en lo correcto.

—¡No quiero morir, por favor!

Suplica.

—¡Resiste, iré por ti, ten calma!

Haciendo fuerza logra quitar la rejilla que impide el paso a la alcantarilla. Saca su teléfono para poder iluminar y ver en donde se estaba por meter, no era suficiente pero alcanzó para ver que era un poco alto para saltar, que había agua con una probabilidad elevadísima de tener como mucho un dos por ciento de profundidad y con olor nauseabundo.

—¡Demonios!

Maldice, cierra los ojos pero sabe que tiene que hacerlo. Se sienta y deja caer sus piernas, inhala profundo para luego soltarse por completo para caer en esas aguas turbias, la caída hubiera sido más dolorosa de no ser por toda la basura que se escondía en ellas pero no evitó que un vidrio se le clavara en el muslo.

—¡Maldición!

Exclama cuando se lo quita, al ver que se encuentra sentado en el medio del basural, siente arcadas, comienza a toser y al mismo tiempo intenta calmarse porque sino terminará desmayándose, una última arcada lo hace apoyar la mano en una de las paredes llenas de moho y al quitarla siente una punzada, alumbra con su mojado teléfono y tiene un pequeño escorpión agarrado en su piel. Sacude su mano hasta que logra arrojarlo lejos, con cierto temor vuelve a alumbrar pero hacia la asquerosa y olorienta pared para llevarse la desagradable sorpresa de que hay cientos de esos bichos caminando. Ahora si no aguanta y su cuerpo despide lo que había cenado.




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