Al día siguiente, un raro zumbido golpeaba sus oídos y un mal genio nublaba el juicio de Kaia al frente de su desayuno o de su abuela. Mientras escuchaban las noticias desde el televisor de la sala.
— A pesar de los temblores que nos han acompañado estos últimos meses, se esperan días soleados — se escuchó de un hombre — vayan a las playas, disfruten de sus vacaciones. Yo soy Andres Ascenso y les recuerdo que deben estar alerta de los mensajes de sismo que llegan a sus celulares.
— ¿qué pasa? — preguntó la anciana.
— nada — espetó la joven.
De pronto, la suave mano de la anciana sujetó la suya, terminando por tener contacto. Ambas de ojos grises, intercambiaron miradas por unos segundos, antes de que Kaia suspirara.
— Es que — siseo — no puedo dejar de pensar que viviré en la capital.
Al fin soltó, no era exactamente lo que quería decir, pero no le gustaba preocupar a su abuela.
— Estarás con tus tíos. Y tal vez, te encuentres con tu padre — explicó, pero al seguir viendo el disgusto en el rostro de su nieta, sujetando sus mejillas — no es tu culpa, tu padre decidió él solo todo. Recuerda esto, tú no tienes la culpa de las acciones de otros.
Esas palabras, las que solía decir su abuela cada vez que regresaba al internado con su uniforme con manchas de pintura tontamente lavadas.
Nunca lo dijo, nadie lo sabía, era su secreto, pero aún así su abuela siempre repetía lo mismo. Como si supiera lo que vivió en el internado.
— cámbiate, hoy conocerás al novio de tu mamá.
Kaia asintió, una y otra vez, procesando ese nuevo cambio mientras se quedaba sola en la cocina. No era que tuviera algún sentimiento de aprecio por su padre, pero tampoco podía sentir mucha empatía por otros que no fueran su familia.
— kaia …
De nuevo una voz, un sonido que escarapelo su espalda y paralizó sus músculos, al mismo tiempo que su celular resonó con fuerza por una notificación, mientras empezaba un sismo.
Ella rodó los ojos.
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Después de unas horas, Kaia se encontraba contemplando su reflejo en una ventana, con un vestido elegante, solo para conocer al nuevo novio de su madre. Una casa en lo más alto del cerro, en la zona más lujosa y con la mejor vista de toda la isla.
« Hace mucho que el aroma al mar no es tan pesado » reflexionó, mientras notaba unos pasos firmes resonando en el suelo. Eran tacones de mujer, tan distintivos como el sonido del mar. No sabía cómo lo supo, pero desde que comenzaron esos pasos, sabía que alguien de la edad de su abuela se acercaba.
Cuando la puerta finalmente se abrió, sus sospechas se confirmaron al ver a una anciana parada frente a ella.
— Bienvenidos — hablo amigable, mientras daba paso a los invitados.
Kaia pudo bajar la mirada, la anciana vestia charol negro, con un leve tacon.
— Valeria, mi hijo está en la cocina — susurró la señora, pero Kaia pudo escucharlo claramente — nosotras nos encargamos aquí.
— gracias.
En el momento que se quedaron solos, los dos menores escuchaban la plácida conversación entre dos amigas. Kaia se imaginó por unos segundos como sería pasar una semana con su abuela y sus amigas, prefería eso a tener que estar a lado de sus compañeros.
— Daniel, ¿el regalo? — preguntó la abuela Rosa. Enseguida, el niño reaccionó y sacó una pequeña caja — Espero que le guste.
— ¿regalo? — susurró la chica al menor, quien alzó sus hombros sin saber.
— Hoy es el cumpleaños de mi sobrino — habló la señora sonriente, hasta que alzó la mirada en dirección a las escaleras.
Hacia Nathaniel Jones.
«Increíble» Pensó el chico al ver a su invitada, vestida con colores similares a su camisa azul. No podía evitar estar feliz, pero también nervioso por ver a esa joven de quien estaba enamorado.
Por el resto del día y después de un largo almuerzo, entre ambas familias hablaron sobre la futura pareja. No fue hasta que el reloj marcó las cinco de la tarde que el padre se dirigió a su hijo:
— Nathaniel, ¿Por qué no enciendes la fogata? — pidió su padre.
El chico asintió, complaciente.
Daniel se mostraba entusiasmado por buscar a la bruja en la zona más alta del cerro y los experimentos que iba a poner en práctica para capturar a la bruja de la isla. Claro que Nathaniel iba a escucharlo, se sentía atraído por esa loca idea de un mito. Siendo un soñador en busca de su objetivo, era divertido estar a lado de ese niño que desde la noche anterior, llamó su atención.
Sin embargo, también trato de hablar con quien sería su hermanastra, pero era obvio el aura sombría que cubría su cuerpo y su pose a la defensiva negaba todo intento.
« Perdón, quería detenerlo pero no … ¡AH! mejor me callo » quería decirlo, hablar de algo. Pero, Kaia fue la primera en hablar.
— Feliz cumpleaños — dijo ella sin dejar de ver a Daniel.
— Ah, Gracias — susurro alegre, ocultando su ligero sonrojo — Por cierto, tu primo es muy divertido. No, Tía ¿verdad?
Era una broma, pero cuando la kaia lo detuvo con una mirada asesina, bajó la cabeza, hacia su celular que cambió de hora “14:10”
— Oye, ahora que me doy cuenta. Seré el hermano mayor.
— No somos hermanos — detuvo Kaia, en un tono seco manteniéndose amenazante — Si es que mi madre decide quedarse a lado de tu padre, no tengo problema. Pero, en el momento que lastime a mi mamá, tendrás problemas.
Se sorprendió, pero lo comprendió enseguida.
Después de eso, Kaia se levantó. Decidida en ir por su sobrino, no se dio cuenta cuando Nathaniel empezó a seguirla.
— Solo busco a Daniel.
— Eso creo. Pero, me dijeron que sea un buen anfitrión — interrumpió hasta que alcanzó el paso de ella — además, conozco este lugar a la perfección, puedo encontrar a Daniel fácilmente.
— bien, yo iré a la izquierda. Tu ve a la derecha — ordenó y salió caminando.
— ¿No me escuchaste? — siseo enojado.