Katu

CAPÍTULO 18: ESA VOZ

— Acepta tu muerte — dijo Matias, mientras acomodaba su arma en manos — Ambos ganamos: mi familia vive feliz y tú, al fin, te liberas de tu pobre pasado y vida sin sentido

Los rostros estaban a centímetros el uno del otro. Kaia mostraba una expresión dolorosa, llena de miedo, a punto de llorar. Matias, por su lado soltó una carcajada antes de alejarse.

— ¿Eres virgen? — preguntó.

Kaia ni siquiera pudo responder antes de que Matías volviera a reír. Él subió por las escaleras del semisótano, dejando a la joven colgada y junto a los dos cadáveres.

Un silbido sibilante rompió el silencio.

“¡Sssssss!”

Ella resopló con enojo. Rodó los ojos ante el sonido.

—Katu, me tienes harta —susurró Kaia, su respiración no se recuperó—. No te daré mi cuerpo. No voy a morir por nadie.

“¡Sssssss!”

— ¿Sigues pensando que puedes proteger a tu familia encerrada aquí? — Katu se acercó.

La adolescente tenía la cabeza baja. No quería verla

—¿Sabes que nunca morí, a pesar de sentirme fatal? —susurró Kaia, su tono bajo, triste y quebrado—. Nunca me rendí, ni siquiera por un segundo, porque… no era mi culpa.

Permaneció en silencio, hasta que la risa desagradable de la bruja hizo que un escalofrío recorriera toda su espalda.

—¿No lo era? —Katu siguió riendo—. La razón por la que sigues con vida es gracias a mis hijos. Si no fuera por ellos, esos dos niños habrían muerto. Toda tu vida se resume en lo que yo quería —agregó, acariciando el cabello de Kaia con una alegría profunda por el estado de la joven— y un poco de suerte.

Kaia negó, queriendo desviar su mirada, pero Katu tomó su mentón y alzó su rostro, obligándola a ver.

Estaba llorando.

—Tu propio nacimiento fue obra mía, y tu nombre también —Katu mantuvo una sonrisa confiada ante la repentina sorpresa de Kaia.

— Cállate. Este genocidio es tu culpa — interrumpio Kaia. Su voz era tan agria como el odio que hacía brillar sus ojos.

Katu siseó indignada. Su propio cuerpo empezaba a desaparecer ante el odio en la mirada de la adolescente. Refunfuñó al ver sus manos desvanecerse.

Con rabia, llevó sus garras a las muñecas de Kaia, rasgando su piel.

—Escúchame —gruñó. Sus dientes rechinaron al ver el dolor de la joven—. ¿Crees que atacaría por placer? Solo vengo a buscar lo que me pertenece. Este es mi terreno, este es mi cuerpo, y tú no tienes poder sobre nada.

— Los monstruos — siseo kaia adolorida — ¿No son cosa tuya?

— ¡JA! — gritó y se alejó — ¿Te importa más saber eso que tu lugar ahora? Vas a morir y vengo a darte dos opciones: mueres por ese hombre, sin poder hacer algo, o mueres por mí y cumpliré tu último deseo.

— Aquí está — se escuchó.

Con un nuevo brillo iluminando la bodega, Katu desapareció bajo las sombras.

— ¿Ella no es tu hermana o ahora es tu novia? — preguntó Matias, jalando a Nathaniel por las escaleras y lanzándolo al suelo.

El chico estaba rojo, con sogas en sus brazos, viendo entre lágrimas el suelo. Recordaba cómo lo intentaron estrangular al probar su relación con la chica.

Matías sonreía maliciosamente, divagando unos segundos mientras observaba la tristeza del joven, hasta que volvió su atención a Kaia, especialmente a sus brazos, con largas heridas superficiales.

Era obvio, heridas de garras.

Se sorprendió lo suficiente para voltear a sus compañeros, todos los padres, sin comprender su dura expresión. Se abalanzó sobre Kaia y tocó las heridas, sin importar el dolor que podría causarle o el enojo y preocupación que Nathaniel aguantaba.

—Son recientes —susurró después del análisis—. ¿Cómo te hiciste esto? —preguntó, pero ella no pudo responder. En cambio, gimió al ser sujetada—. ¡Responde!

— ¡Suéltala! — gritó Nathaniel, aunque fue jalado hacia atrás.

— Tal vez se está transformando — dijo uno de los padres.

Matías revisó el rostro de Kaia. Lo levantó, miró por su nariz, pero no había sangre.

—No parece eso —siseó él, dudando de lo que estaba pasando, hasta que retrocedió—. ¿Eres inmune?

Ella se quedó en silencio.

El rostro de Matías era amenazante, pero no tanto como su postura en el momento en que apuntó con su escopeta a la cabeza de Kaia. Era como ver a un sádico divirtiéndose.

— ¡RESPONDE! — gritó Matias.

— Los monstruos me atacaron tanto como a ustedes — masculló ella sin poder dejar de ver la boca del arma.

El hombre suspiró.

— Entonces, tal vez estés siendo controlada por un demonio —soltó, asombrando a sus dos compañeros padres y a ambos jóvenes—. Tal vez lo mejor será hacerte un exorcismo.

Matías se acercó y presionó su nuca, asustando aún más a la chica y enojando a Nathaniel, quien al intentar levantarse, fue empujado por otro padre, obligándolo a permanecer agachado.

— Si te usamos, podríamos vivir. Dios nos daría una oportunidad — comentó Matias. Alargando su sonrisa que asustó a la chica.

«Lo odio, te odio … Katu » fue lo que pensó Kaia. Mientras su espina dorsal se encendía como una corriente eléctrica, escarapelando su piel. Ya no sentía miedo, solo quería golpear su rostro con toda la fuerza que tenía.

—¿Ocultas toda esta mierda? ¡Padre de porquería! —gritó Nathaniel, tan rápido como sus puños, que fueron detenidos por las cuerdas.

Fue entonces que Matias le dio otro golpe en el abdomen, soltando una gran bocanada de aire al caer al suelo.

— Llevenlo a la otra habitación. Veremos si Inglaterra en verdad lo quiere o no — Matias arreglo su ropa y volteando a Kaia — denle comida. Será su último día y quemen sus cosas.

— ¡Suéltenme! — gritó Nathaniel al ser jalado por las escaleras y empujado fuera de la habitación.

No fueron gritos graves, pero Kaia los sentía como golpes en su cerebro, y sus oídos latían, sin poder hacer nada mientras llevaban a Nathaniel a otra habitación.



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En el texto hay: mitologia, romance, aventura

Editado: 15.09.2025

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