La bestia de lava se había ido, esta vez si debía ser para siempre, solía desaparecer una horas y luego volvía, por la comida , aseguraba Sean. Iba por comida y volvía. Pero esta vez todo era distinto, él lo sentía. Se ha ido, no sabía por qué, bien sabía que aún no daba lo mejor de si.
—Debo ir a buscarle.
—Sean, estoy segura de que volverá.
—No, mí Kecia, aún no se cumple la profecía. Volveré tan pronto lo encuentre, estoy seguro de que aún está cerca.
Aquello causo un escalofríos en Kecia. Por supuesto que no quería que se alejase de ella. Había estado por mucho tiempo lejos de él, y no se sintió bien.
Negó con su cabeza con gesto de desaprobación.
—Si es una profecía entonces ocurrirá, la bestia volverá a ti. Pero no te puedes ir.
—Kecia, no iré lejos , iré por él.
—Ni siquiera sabes dónde esta. Es peligroso y pronto va a oscurecer.
—Kecia por favor entiéndeme, esa bestia es importante para mí, tanto como tú dragón lo es para ti....
Sus mejillas ardieron del enojo que se estaba produciendo dentro de ella y no pudo evitar gritarle.
—¡No quiero que te vayas, quiero que estés aquí conmigo y ya!
Sean guardó silencio y Kecia se alejó de la tienda y se dirigió al bosque.
A veces sentía que perdía el control y al mismo tiempo se hacía más débil. Se sentó en una raíz de un árbol gigantesco y helado por la nieve. Y mientras se sobaba la cien en círculos intentando controlar el estrés, escucho un crujido cerca, se levantó rápidamente y desenvaino su espada.
Su corazón dió un vuelco al verla, con su cabello rojo y sus ojos llenos de egocentrismo, allí como si nada, sola, aunque Kecia dudaba que lo estuviese del todo, Sakara la miraba tras la capa que llevaba puesta y la cubría del frío.
Kecia se acercó rápidamente con enojo y levantó su espada hacía ella. De repente sintió como algo la detenía e impedía que se moviera al tiempo que Sakara levantaba su mano izquierda.
—De nada sirve niña. No estoy aquí del todo.
Kecia pudo moverse de nuevo pero al tiempo que iba a atravesar a Sakara con su espada, está hizo una especie de teletransportación hacía un lado de Kecia.
—Lo ves niña tonta, no estoy aquí.
—Que quiere, digalo de una vez, ¿Ha que ha venido?
—ha advertirte, ya vez que no temo que un par de hermanos adolescentes y su tonto y pequeño séquito me amenace.
—Advertirme.—Repuso Kecia ignorando el resto de cosas que había dicho la reina.
—¿Sabes que tú rata blanca está en peligro?
Al notar el rostro de confusión que había en Kecia, Sakara volvió a hablar intentando aclarar.
—Tu tonto novio, niña. El gran señor.—Al decir lo último comenzó a reír por lo alto.
—No creeré nada de lo que salga de su boca.
—¿Y de mi mente sí?
Al escuchar la voz de Sakara en su cabeza, Kecia dió un paso atrás.
—¿Sabias que tu gran señor, está destinado a morir? Así es, la famosa profecía incompleta. ¿Sabes a dónde va la bestia de lava? A regocijarse en un volcán, sabe que al final, de él y de su amo dependerá todo. El jinete de la bestia siempre ha muerto, ha sido así siglo tras siglo.
—¿En que le beneficia decirme esto?.—Hablo Kecia intentando mostrarse firme.
—No tienes idea.
Al terminar de decir aquello, la reina se evaporó , como si el viento se la llevará de un soplo.
Kecia guardo su espada nuevamente y se devolvió rápidamente hacía el campamento, mientras corría hacía donde estaba Sean tropezó con Glazunov y este la sostuvo por los hombros.
—Wow, wow, cuál es la causa de tu angustia mi amiga.—Hablo aún sosteniendola.
Era la primera vez que lo veía desde hace semanas, Glazunov solía irse con otros hombres más allá de un par de montañas en busca de comida real, no comida que fuese fruta congelada.
—Ay Glaz.—Kecia le abrazo fuerte aún con su corazón acelerado.—¿Como te fue?...debo decirte algo. La Vi, ella me habló.
—Tambien debo decirle algo, traigo malas noticias. Pero primero necesito que respires y hables claramente.
Kecia asintió y prosiguió a sentarse junto con él y contarle lo que había ocurrido.
***
Maya e Irin se encontraban barriendo la nieve en el suelo tras el campamento pues necesitaban evitar que la densa nieve los cubriera.
Ambas tenían las puntas de sus dedos rojas igual que sus narices y sus mejillas debido al frío.
—En otros tiempos, la pareja del principe, estaría probandose lindos vestidos en vez de quemarse con el frío.
—Vaya, que buenos tiempos hay en el pasado.—Hablo con una sonrisa.—En mi mundo, de seguro estaría en los exámenes finales, ¿o ya estaría en vacaciones?
Al notar la expresión de confusión en el rostro de Irin, decidió callar.
—Lo siento, es que he perdido la noción del tiempo.
Irin le sonrió.
—Acompañame.
Maya siguió a Irin , está la llevo hacia su tienda, la compartía con Gadath, pero por el momento era una tienda solitaria. Debajo de los abrigos en los que dormía saco un pergamino viejo y lo abrió.
Estaba dividido en doce y en cada mes tenía una luna distinta y como año ponía: estrellas alineadas en vez de un número y los meses en vez de llamarse como Maya los conocía, se llamaban según el orden, mes primero, mes segundo y así sucesivamente hasta llegar al mes duodécimo.
—Hoy es el Vigésimo quinto día del mes duodécimo. Todos los años hago uno para mí misma antes podías guiarte por las estaciones, ahora nadie suele prestar atención a los días, o a las horas. A veces olvidan sus cumpleaños y pierden la cuenta hasta envejecer. Yo en cambio, me lo tomo muy enserio.