Keyframe.

Capítulo I: Lugar favorito.

La curiosidad que tengo por saber cómo terminará me tiene leyendo más y más. Voy en la mitad, y estos dos no hacen más que pelear. Lo único que hace es pensar en una chica que ni siquiera es capaz de quererlo bien, o sea, es un vaivén estúpido porque él es un idiota enamorado sin amor propio detrás de una mujer que no sabe lo que quiere, lo usa y desecha como le place. 

Además, su amiga es una joya, es simplemente la mejor pero él está demasiado ocupado catalogándola como amiga. 

Cierro el libro y ojeo la portada. ¿Qué escondes? 

Necesito saber con extrema urgencia cómo es que ustedes dos terminan juntos. 

¿Qué sucede entre ustedes tan grande como para cambiar las cosas de la noche a la mañana?

Quiero saberlo. Pero mis manos están frías, incluso logro sentir los dedos de los pies helados a pesar de llevar tenis y medias. Lo he estado retrasando desde hace tres capítulos, aunque no quiero dejar de leer, ya debo volver a casa, el frío es tanto que me trae devuelta a la realidad, aunque hay varias personas y una pequeña calefacción, no es suficiente para apaciguarlo. 

Es final de noviembre por lo que básicamente el frío comienza a intensificarse, ya no puedes estar sin abrigo en la calle por más sol que haga, pero no ha logrado correrme de la librería.

Ha consumido mis horas por completo. Joder, ya son las 7:27 p.m., ya pasaron tres horas y no lo parece. ¿A qué hora pasó tanto tiempo? Hoy el tiempo de nuevo, volvió apresurarse. 

-¿todo por hoy? –pregunta Teresa desde el mostrador. 

-Sí… -me estiro para colocar el libro en el estante-. Honestamente no entiendo porque aquí el tiempo se me reduce tanto. 

-Es como si te metieras en las páginas. Juraría que te vuelves un personaje por cada libro que lees. 

-Supongo que sí –no puedo evitar reír-. Incluso se me olvida comer, que, por cierto, acabo de notar un creciente agujero negro en mi estómago, de un momento a otro. 

-No es para menos –me sonríe-. ¿volverás mañana? 

-Trataré. Espero no hacer muchos recados, me gusta más leer los viernes porque puedo llegar más tarde –mi tono es consentido-. De todas formas, nos vemos luego, buena noche, que descanses. 

Me despido con la mano y ella me dedica una sonrisa. Es muy dulce. No ha cambiado nada en años, tampoco yo. Seguimos siendo las mismas mujeres que leen y se pierden entre las páginas, cavando en muchos mundos y aprendiendo palabras nuevas, usarlas con otras personas para reírnos porque no entienden que queremos decir. 

Tenemos mucha diferencia de edad, es como si tuviera otra madre y una amiga.

Al salir suena la campana. Me encanta ese sonido, es como si fuera el llamado a mi lugar favorito. 

Muy lindo y todo pero que frío está haciendo. Cada día la temperatura desciende, a este paso tendré que sumar al abrigo, un gorro y guantes. Es un alivio que mi casa quedé a una cuadra y media. Amo el frío, pero no mucho fuera de la comodidad de mi habitación, sobre todo de mi cama.

Tienen algo de suerte aquellos que caminan tomados de la mano con la persona que quieren, si les corresponde con el mismo amor, son suertudos si tienen ese amor que no lastima intencionalmente y es sincero, ese que no engaña, que si ya no ama, lo dice, sin herir por miedo a dejar, por lo que pueda pasar. 

Aunque también pueden ser amigos, amigas o familia, pero el punto es el mismo, son afortunados de hacerlo, porque ambas partes decidieron caminar juntos, cada uno por su camino, extendiendo sus manos para sujetarse siempre que lo necesiten. De eso se trata. 

Si continuo con la nariz más metida entre libros que siendo una adolescente disfrutando sus preciosos años de juventud, acabaré siendo la tía rica y solterona de la familia. Pero, ¿por qué no me preocupa ese posible y algo lamentable futuro? Después de todo, los libros no me van a fallar como lo haría otra persona, mis expectativas son demasiado altas para enamorarme de un humano promedio. Mi corazón necesita un romance de novela y claramente, los hombres no están hechos para eso. O bueno, todos con los que me he topado. 

Sin embargo, muy dentro de mí sé que deseo tener un amigo o amiga, tal vez a alguien que pueda querer de otra forma, algo lindo, aunque ya casi no pueda conseguir  un amor leal, sincero y demás. Pero por ahora, se me antoja cenar, ponerme pijama y abrigarme en mi cama, ver alguna serie o película. 

 

-¡Mamá! Ya regresé.

Dejo mis zapatos en la entrada y entro.

-¡Ven a la cocina! –grita. 

Dejo mi abrigo en el perchero y me apresuro. 

-Te estábamos esperando –me abraza-. Tu papá trajo nachos de tu restaurante favorito. 

Mi estómago da un vuelvo de alegría y se refleja en mi rostro. 

-Gracias papá –le doy un abrazo. 

-No sé por qué la consienten tanto –gruñe Sebastián-. Ya está muy grande. No aporta nada bueno a la casa, se la pasa metida en esa librería. 

-Deja la envidia –me burlo sacando la lengua-. Respeta la librería de Teresa y de paso deja las mentiras, que yo no soy un bulto en esta casa. 

Se me acerca para pelear. 

-Para, déjala en paz –le pega mi madre por el brazo-. Vete a lavar las manos mejor –le da otro golpe-. ¡Rápido! 

Me siento victoriosa, aunque me lanza una mirada llena de odio. Es él quien esta grande y no es que haga mucho, aun me falta para alcanzarlo. Voy a disfrutar el tiempo restante antes de tener que comportarme más como adulta. 

Pero en momentos como este, siempre me detengo a pensar en mi vida. En lo mucho que la amo. Bueno, no así tan apasionadamente, de vez en cuando me desprecio para que no sea tan hermosa y más interesante, pero sí que me gusta como es, no podría y no quiero pedir más nada, porque tengo lo que necesito para vivir, de lo contrario, sería avaricia, o egoísmo. Buscar, pedir más de lo que requieres para mantener tu vida en equilibrio cuando no tienes carencias. 




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