La reina miraba fijamente a Kilian, lo hacía con deseo, uno muy macabro. Si tenía al joven de su lado, no habrían criaturas más poderosas que ellos dos y las hadas gobernarían a todo el mundo mágico.
Ensimismada en sus pensamientos, no lograba ver lo que ocurría en el interior de Kilian.
El haber adelantado los planes del universo, acarrearía graves consecuencias, no sólo para la reina, sino para Kilian también.
Kilian sufría una transformación apresurada, un proceso extremadamente doloroso para los Farkas que habían recibido su naturaleza en tiempos de antaño. El problema era que Kilian estaba recibiendo todo de golpe y eso, podía provocar su muerte.
Cada segundo que pasaba era una tortura para el chico. Sus venas estaban marcadas en su piel, hilos de sangre salían de varias partes de su cuerpo. Sus latidos aumentaban a un ritmo sorprendente, podía sufrir un paro cardíaco en cualquier instante.
Pero la reina no veía eso, visualizaba su futuro mirando hacia la ventana, donde se podía observar una tormenta arrasadora.
¿Sería la muerte queriendo buscar a Kilian?
Gritos de dolor llenaban la habitación, que con desesperación intentaban pedir ayuda.
La reina reaccionó, dando una media vuelta fijó su asquerosa mirada en Kilian. Una sonrisa apareció en su rostro y sin un toque de bondad, fue a sentarse en su sillón para disfrutar el show que veían sus ojos.
A veces la vida no es como queremos.
Fue sorprendida por unas manos, que sin pudor se ajustaron a su cuello.
- ¿Ki-Kilian? Sueltame en este instante.
El agarre fue más fuerte.
- Kilian, por favor ya déjame. Me estás haciendo daño.
Sus súplicas no fueron escuchadas.
De pronto, su vista comenzó a nublarse y lágrimas salían de sus ojos. Su resistencia era casi nula y sus párpados comenzaban a cerrarse.
La reina cayó al suelo, su corona se alejó de ella, al igual que la vida.
Mentira, sólo se había desmayado.
Mientras tanto, Kilian versión Farkas, miraba con neutralidad a la mujer que yacía en el suelo. No había un ápice de remordimiento.
Creo que todos la miraríamos de la misma forma.
En fin, su faceta cruel no duró mucho. Al igual que la reina, Kilian se desplomó contra el duro suelo y ninguno lograría volver a la conciencia por unas horas.
《《•》》
La manada se preparó rápidamente para un posible ataque y para un rescate. Niños y ancianos debían resguardarse, mientras los jóvenes y adultos se preparaban codo a codo para poner en marcha ambos planes.
Un grupo debía ponerse en guardia y resguardar al resto de la manada. Mientras que el otro debía prepararse para infiltrarse en Territorio Hadas y sacar a Kilian de allí. Esteban y Maat estaban en el segundo.
- Esteban, no vas a ir a Territorio Hadas. Seguís herido, así que te tenes que quedar acá.
El comentario de Maat hizo que Esteban dejara de preparar su mochila.
- ¿Cómo que no iré? Dijimos que siempre te apoyaría y cubriría tu espalda, así que no me vengas con estupideces Maat. No quiero que un hijo de puta con alitas te clave una espada por la espalda.
Un destello de ira cruzó por el rostro de Esteban, que rápidamente le dio una mirada apenada a su querido amigo, el cuál se había quedado enmudecido.
- Lamento haberte hablado así Maat, pero aún así iré. No quiero ver a mi mejor amigo morir, ya perdí a mi familia, no quiero perderte a vos también.
- Si vas, deberé estar fijandome que no te lastimen más de lo que ya estás. Mi distracción podría costarnos la vida, Esteban.
- No quiero que estés de niñera, sólo ve por Kilian que yo no permitiré que alguien se te acerque.
- ¿Y arriesgarme a perderte? Ni lo pienses, te quedas acá y asunto terminado. Es una orden.
- ¿Sabes por dónde me paso tu orden? Iré con ustedes y no podrás detenerme.
《《•》》
- No puedo creer que realmente me estés deteniendo por querer cuidar tu espalda.
Maat había esposado a Esteban de pies y manos, encerrandolo en una jaula con triple cerradura y con un candado que, sin la llave, era imposible abrir.
- No quiero perderte a vos también, ya me has cuidado lo suficiente, ahora es mi turno de devolverte el favor. Adiós Esteban, te quiero.
Aunque la rabia era lo único que ahora manejaba los pensamientos de Esteban, la cálida y dolorosa voz de Maat logró apaciguar aquel sentimiento.
Podía llegar a ser una despedida.
Porque donde se piensa que habrá sangre, siempre correrá sangre.
El asunto es, ¿de quién?
- Rescata a Kilian, cuida de no perder a ningún hombre y por favor, fíjate de que no te corten la cabeza. Porque si vos llegas a morir, yo me iría con gusto a acompañarte.
- ¿No crees que es un poco turbio hablar de muerte estando a pocos instantes de partir a una batalla?
- Nah.
Aunque lo disimulara, Maat sentía terror. Si no lograba rescatar a Kilian, no sólo su manada estaría en peligro, sino todo el mundo mágico.
- Maat, por favor cuídate. Porque sino, ¿a quién voy a molestar en la madrugada para que me traiga chocolate? Así que intenta que no te maten, aunque tengas intento suicida al ir a esa batalla, cuando apenas sabes cómo atacar a un hada.
- Me hago el muerto y listo, batalla ganada.
La cara de póker que puso Esteban provocó una fuerte carcajada por parte de Maat. Luego se dio cuenta de que su querido amigo intentaba alivianar la tención del ambiente.
- Ya ve, trae a Kilian a casa y los quiero aquí a las 11, ni un minuto más ni un minuto menos. Sino dormirán afuera.
Maat le regaló una pequeña sonrisa, para luego dar media vuelta y marchar junto al grupo de rescate.
Al acercarse, uno de los hombres le habló con respeto y tranquilidad.
- ¿Qué onda bro, todo piola? ¿Cuándo salimos a buscar al cara de chupetin?
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Editado: 13.02.2021