Prólogo

No puedo creer que esto acabe así. Que yo acabe así. 

Talvez nunca debí meterme en asuntos que no eran míos, pero mierda no podía dejar que estos malditos se salieran con las suyas. No cuando tantas personas inocentes sufren y mueren por un simple capricho. 

—Ya mátala—escucho.

No puedo ver nada por la venda que cubre mis ojos. 

—No creas que vas a salirte con la tuya —logro decir, aún teniendo la boca rota y llena de sangre. Siento cómo esta recorre mi barbilla y baja por mi cuello.

— Creo que ya lo hice niña, si no fuera así yo estaría en tu lugar. 

Esto es un asco porque sé que tiene razón. Sé que no va a detenerse nunca. No sé detendrá hasta lograrlo, hasta matar a todos y cada una de las personas necesarias para su propósito. Que asco da todo esto. 

— Desaste de ella de una vez por todas —dice la misma voz grave—, nadie debe saber esto.

Unos segundos después siento un jalón de las mano atadas,dos manos me sostienen de los pies también atados y empiezan a transportarme a quien sabe dónde. Un par de minutos se detienen y me ponen de pie, me sueltan pero antes de que pueda decir o hacer algo me quitan la venda de los ojos y me empujan. 

Lo último que puedo ver es un edificio muy alto del cuál estoy callendo. El grito que siento se ahoga en mi garganta, empiezan los cosquilleos en el estómago y unos segundo después siento un golpe seco y fuerte con lo que supongo es el suelo. 

«Adiós vida miserable.»

Es lo último qué pasa mi mente.